Tras las huellas del Karai Guasu

Un grupo de uruguayos llegó a nuestro país para conocer más sobre la vida que llevó el máximo prócer uruguayo, José Gervasio Artigas. El plus: unieron la historia, cabalgando, a efectos de homenajear al patricio.

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Como “una aventura, producto de la imaginación, pero inspirada en nuestras raíces”, calificaron los uruguayos Arturo Ávalo, Miguel Cabrera, Danilo De Armas, Carlos Bustamante, Daniel Accossano, Gerardo Laens, Nelson López y Antonio Gesuele su visita a nuestro país.

Ellos vinieron en busca de las huellas del máximo prócer uruguayo, José Gervasio Artigas, el caudillo militar del Virreinato del Río de la Plata, quien –acompañado por unos pocos hombres– se internó en el Paraguay luego de la derrota de las tropas orientales y la disolución de la Liga Federal. Falleció en nuestro país, el 23 de setiembre de 1850, y cuentan que en sus últimos suspiros pidió ver a su caballo Moro o Morito. 

Repasando la historia, encontramos que, en setiembre de 1820, Artigas cruzó el río Paraná hacia el exilio al Paraguay. El dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia le dio refugio, pero se aseguró de que no conservara ninguna influencia política ni mantuviera correspondencia con nadie fuera del Paraguay. Quería evitar que la presencia de Artigas en nuestra tierra generara conflictos. Los soldados que lo acompañaban se dispersaron en distintos pueblos. Durante el resto de su vida, su único acompañante fue Ansina, un esclavo liberto que participó en las luchas revolucionarias. Rodríguez de Francia confinó a Artigas en la lejana Villa de San Isidro Labrador de Curuguaty. Allí vivió cultivando la tierra hasta la muerte del gobernador en 1840. Hacia 1825 conoció a Clara Gómez Alonso, quien fue su compañera hasta la muerte. Con ella tuvo al último de sus hijos, quien integró el Ejército paraguayo, llegó a ser teniente coronel y fue hombre de confianza del mariscal Francisco Solano López durante la guerra del Paraguay contra la alianza de Argentina, Brasil y Uruguay. 

Carlos Antonio López, primer presidente constitucional del Paraguay, trasladó a Artigas a Asunción para que residiera en la quinta de la presidencia. Allí vivió hasta su muerte, a los 86 años. En ese lugar, cuando Artigas tenía unos 80 años, el dibujante francés Alfred Demersay le realizó el único retrato auténtico que se conoce, pero ese boceto se perdió. Solo queda un grabado que se hizo a partir de él en Francia y seguramente fue retocado. Con ese grabado como base, años después, Juan Manuel Blanes y otros artistas trataron de crear una cara para Artigas, que hoy nos resulta muy familiar. Actualmente, en el lugar en el que vivió Artigas se encuentra una escuela llamada Solar de Artigas, cuyas maestras son uruguayas y en la que hay plantado un yvyra pytã, con muchas ramas cortadas por el paso del tiempo. La escuela Artigas puede considerarse como una de las pocas, sino la única, escuelas uruguayas con un currículo uruguayo, y túnica y moña (uniforme de escuelas públicas uruguayas) cuyos destinatarios principales son alumnos paraguayos. Los visitantes que lleguen hasta dicha entidad educativa, ubicada en pleno Jardín Botánico, pueden entender cómo fue la vida de Artigas durante los años de permanencia en el país, gracias a la iniciativa turística denominada “Las huellas del Karai Guasu”. 

A este lugar llegaron los uruguayos Arturo Ávalo, Miguel Cabrera, Danilo De Armas, Daniel Accossano, Gerardo Laens, Nelson López, Carlos Bustamante y Antonio Gesuele, acompañados de Emerson Silveira y Alfredo Bitancourt, soldados del Regimiento Blandengues de Artigas. Allí, guiados por la profesora Daniela Devicenzi, recorrieron las instalaciones de la escuela y se adentraron “un poco más” en la vida que tuvo Artigas en nuestro país. “Para nosotros, Artigas en un personaje regional, tal como la cronología lo ubica”, expresa Arturo Ávalo, la voz cantante del grupo compuesto por 10 personas. “No tenemos apoyo oficial, pero sí auspicio. Todo es iniciativa nuestra, de nuestro espíritu aventurero y, ganas de conocer más. Llegamos a un lugar, vemos dónde podemos acampar y, luego, nos movilizamos por cuenta propia”, agrega.

En nuestro país sintieron la hospitalidad y amabilidad de nuestra gente. “Tuvimos una experiencia muy linda con gente común, de la calle. Realmente asombra la amabilidad, se siente la calidad. Es la primera vez que vengo y con mi señora quedamos encantados; notamos un desarrollo y una explosión comercial muy importante”, cuenta Ávalo.

El grupo de amigos e “inquietos viajeros” está compuesto por un odontólogo, veterinario, abogado, otro con título de administrador de empresas, uno que se dedica al mundo de los caballos y nuestro entrevistado, que es médico. “Un grupo bien variado y listo para sortear cualquier eventualidad que se nos presente”, bromea Ávalo.

La venida al Paraguay fue también producto de una minuciosa planificación. “Nos llevó unos 10 meses organizar todo”, cuenta. 

Ni bien ajustaron detalles, el viaje comenzó. “¡No podían creer que viniéramos a caballo!”, exclama Ávalo. Fue así, para sorpresa y admiración de muchos.

Quisieron unir la historia, cabalgando, a efectos de homenajear al prócer. Aprecian el gesto paraguayo para una figura tan importante para la historia de su país. “Esta unión de dos historias es lo que nos empujó a realizar esta aventura. Es bueno ver donde vivió y pasó sus últimos días. Fue lo fundamental a la hora de decidir el viaje”, indica.

Regresaron felices a su tierra, con la satisfacción del sueño cumplido. Son amigos que disfrutan pasando bien y hacen honor al emblema que les distingue: una rosa blanca, haciendo referencia al poema de José Martí. Y dice así: “Cultivo una rosa blanca/en junio como en enero/para el amigo sincero/que me da su mano franca. Y para el cruel que me arranca/el corazón con que vivo/cardo ni ortiga cultivo/cultivo la rosa blanca”. Resume lo que son: buena gente.

ndure@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Celso Ríos/Gentileza.

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