Vidas ejemplares

Tatiana Gabaglio (18) y Albert Javier Fleitas (22) lograron vencer sus discapacidades y sobresalir. Tienen determinación y espíritu de competencia. Son verdaderos luchadores y ejemplos para las personas que todavía creen que la discapacidad física es un impedimento para la superación.

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Tatiana era una niña vivaz, alegre, sana y fuerte. Disfrutaba de su niñez jugando “a todo lo que podía”. A sus siete años iba al segundo grado y, a esa edad, también, le tocó vivir la peor tragedia de la historia del Paraguay: el incendio del Ycuá Bolaños. Comenzaba una pesadilla que solo con el paso de los años fue superando, sumado a la ayuda incondicional de familiares, amigos, profesionales y personas que le toman un cariño genuino ni bien cruzan palabras con ella.

Con ABC Revista repasa aquel fatídico día que se llevó a más de 400 víctimas. “Nos fuimos a comprar café, galleta y azúcar. Ya estábamos en la caja cuando escuchamos la primera explosión y vi cómo el fuego consumía el cielo raso. Corrimos hacia la rampa, pero no pudimos alcanzar la puerta, después todo fue una gran confusión, gritos desesperados de la gente, cuando, de pronto, sentí algo muy pesado sobre las piernas... Estuve así dos horas y media más o menos hasta que me rescataron. Siete días después, me amputaron la pierna, como consecuencia del panel del cielo raso que cayó sobre ella.

Ahí comenzó mi larga lucha. Tuve momentos difíciles y los sigo teniendo, pero me voy adaptando a las situaciones que me tocan vivir”, expresa con voz firme.

Si bien una de sus piernas dejó de funcionar, su capacidad mental y disposición de perseguir sus propósitos no. Cada vez se hacía más fuerte y enérgica, pues albergó la seguridad de que podía ir por la vida persiguiendo sus anhelos, sin que su pierna ortopédica le causara algún complejo o fuera una limitación.

Su sonrisa es contagiosa, aunque le cuesta mucho dejar la seriedad. Su capacidad de ayudar no tiene fronteras, por eso, se inscribió en la Academia Nacional de Bomberos, y espera poder seguir activando en la 3.a Compañía de Sajonia. “Si bien no voy a estar combatiendo, igualmente, es una manera de prestar servicios y estar ahí para quienes requieran de nuestra ayuda. También quiero seguir la carrera de Psicología. Desde estas dos profesiones puedo ayudar y visibilizarme como una persona de interés social, luchadora por los derechos de los discapacitados. En esto me inspiró mi mamá del corazón, Carmen Rivarola”, confiesa.

Tatiana reflexiona sobre lo sucedido y el drama real de la discapacidad en nuestro país. Con voz propia, quiere hacer llegar un mensaje a la gente y dice que las personas que nacen o sufren alguna discapacidad, como consecuencia de eventos siniestros, son miembros iguales en una sociedad. “Todos merecen oportunidades. Tengo la suerte de estar trabajando en el Palacio de Justicia, de poder prestar servicios como bombero, pero todavía tenemos muchas barreras que romper, actitudes que modificar y, sobre todo, muchas puertas por abrir, con el fin de crear una sociedad inclusiva”.

Similar pensamiento es el de Albert Javier Fleitas. Su discapacidad es de nacimiento (parálisis cerebral con secuela de incapacidad motora), pero tampoco constituyó un impedimento para desarrollarse y llevar una vida plena. De cierta forma, su desarrollo no fue frustrante, porque se adaptó a los cambios que sufrió su cuerpo. “Me preparé mentalmente para superar los obstáculos”, relata el joven.

Para él, la discapacidad no significa una limitación para avanzar, progresar o ser quien uno desea en la vida. Emprendedor y entusiasta, cualidades que le permitieron ingresar al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la ciudad de Luque, en el que se desempeña como radio operador y trabajar en la municipalidad, en el departamento de Recursos Humanos. “Mi contacto con el cuerpo de bomberos se dio cuando sufrí un accidente. Me socorrieron y, a partir de ahí, establecimos un nexo. También trabajé mucho con los jóvenes de Teletón, en el grupo Luque Solidario; siempre estuve y estoy muy ligado a las acciones sociales”, afirma.

Su futuro apunta a una especialización como operador de radio. “Mi trabajo es el mejor. Soy quien recibe las llamadas, confirma la emergencia y deriva los carros correspondientes. Me gusta, además, me siento útil en mi comunidad. No hay que alejarse de los sueños solo porque se tenga una discapacidad, o se sientan inútiles o rechazados... Sí se puede”, alienta Albert.

Busca también para concienciar a la gente sobre el trato que ameritan las personas con discapacidades, sus necesidades y potencialidades. “Este es mi objetivo principal, todavía queda mucho por hacer en la construcción de una sociedad inclusiva”.

La mirada indiferente de quienes aún no están acostumbrados a tratar a las personas que tienen alguna discapacidad, y se refleja en el rechazo que profesan, es lo que desde siempre le causó disgusto.

Confiesa que de niño no fue frustrante gracias al apoyo familiar, aunque tampoco era fácil crecer y desarrollarse en medio de esas condiciones sociales que, muchas veces, le hicieron dudar de la lucha por alcanzar sus metas. “En el día a día se siente la discriminación, de los conductores de ómnibus principalmente; choferes imprudentes que niegan el paso. En la escuela, igualmente, no fue fácil, porque siempre me veían diferente y tuve que lidiar con eso”, cuenta.

El sostén de la familia fue su mayor fortaleza en los momentos que sentía que esa presión le impedía continuar.

“Llegó un momento en que pensé dejar de ir a la escuela, de hecho, cambié de institución pero mi familia siempre me apoyó y nunca dejó que yo me desanimara”, agradece.

Afirma que puede caminar con el apoyo de su muletas, y gracias a su firmeza mental y emocional que le permiten dar pasos fuertes, aunque más lentos y particulares. “La discapacidad está en nuestra mente; el único problema que tenemos son las barreras que nos impone la sociedad”, asegura.

Definitivamente, la motivación y ayuda son ingredientes que no pueden faltar a la hora de demostrar que son capaces de alcanzar lo que se proponen en la vida. La discapacidad se puede manifestar en cualquier persona sin diferencias de posición social, económica o nivel educativo. Es causada por trastornos genéticos, como el caso de Albert, o bien, adquirida, como le ocurrió a Tatiana. Pero ellos supieron demostrar que son capaces de resolver sus propios problemas y de tomar decisiones por sí mismos. Vidas ejemplares, sin límites, para una sociedad que no debe ver la igualdad desde una óptica de uniformidad, sino de respeto a las diferencias.

ndure@abc.com.py

Fotos ABC Color/Gustavo Báez/Carlos Shahtebek.

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