El educador popular Antonio Añazco sigue luchando por la vida

Sobre todo aquello que, a veces, las personas que nos rodean nos enseñan con su ejemplo, sobre el obstinado idealismo y el trabajo de décadas de los educadores populares en nuestro país, y sobre el impacto de la crisis sanitaria y social que atravesamos, reflexiona el escritor Carlos Bazzano en este artículo, que es una defensa de la solidaridad.

El educador popular Antonio Añazco.
El educador popular Antonio Añazco.Archivo, ABC Color

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Avisale a mis compas, le dijo a su hija antes de ser internado. Ella, entre lágrimas, cumplió la tarea. Hace más de cuarenta días que el educador popular Antonio Añazco está internado en un sanatorio a causa del covid. Como muchos paraguayos, ha sufrido una complicación muy grave. Que lo ha sumido desde hace cuarenta días en un sueño profundo y difícil. Todos ponen su parte en esta historia: su familia, sus compas, sus amigos y amigas, el equipo médico, y en especial Antonio, pues en este sueño profundo y difícil lo evidente es que, como muchos compatriotas, sigue luchando. Esta historia encierra un mensaje; el educador popular Antonio Añazco, como siempre, nos enseña algo con su acción. Antonio ha luchado al lado de su pueblo desde niño. Y hoy, como mucha gente en diferentes partes de nuestra patria, sigue luchando por la vida. En silencio profundo, con respiración a veces agitada, nos sigue diciendo que la lucha de nuestro pueblo es la lucha por la vida. Acordate, nos dice, mientras otros luchan por robar al pueblo, el pueblo lucha por pan, trabajo y medicamentos, el pueblo lucha por una vida digna, el pueblo sigue luchando.

Antonio nunca estuvo tanto tiempo dormido, y nunca estuvo tanto tiempo en silencio. Eso sí, Antonio, hasta dormido y en silencio, sigue luchando. Su vida está marcada por un espíritu de pelea ante la adversidad desde muy pequeño. Nació en una familia humilde. Alcurnia proletaria, alcurnia de trabajadores sacrificados que te miran de frente, alcurnia que al pan dice pan y al robo dice robo. Cuando Antonio fue niño, fue un niño trabajador. Con su madre y sus hermanos, vivió muchas penurias y a la vez muchas alegrías. De adolescente, quizá por su gran tamaño físico, consiguió su primer empleo de obrero, y ese primer empleo lo llevó a formar parte de su primer gremio, el de Panaderos. Antonio inició su vida gremial y su formación en educación popular durante la dictadura, y el arte de decir lo que hay que decir lo llevó en muchas ocasiones a perder trabajos por defender el derecho a agremiarse.

Ya adulto, en los ochenta, fue uno de los educadores populares que acompañaron, desde Callescuela, procesos educativos con niños, niñas y adolescentes trabajadores. En esa lejana época, aquel equipo educativo soñador y comprometido, junto a niños, niñas y adolescentes también soñadores, transitó un espacio pedagógico pionero en Paraguay, que fue muy valorado en nuestro país y a nivel latinoamericano.

Para hablar de proyectos de vida es necesario que el equipo educativo tenga un proyecto de vida, y ese proyecto de vida desemboca en un proyecto de país. Por eso Antonio, como sus compas, trabajó en muchos lugares y participó en el nacimiento de muchas organizaciones, pero en todas esas luchas, la principal fue porque los niños, niñas y adolescentes trabajadores y sus familias mejorasen su calidad de vida a través de la organización. Eso le llevó, a ese hermoso equipo de los ochenta, muchos años de trabajo, alegrías y sacrificios, hasta que fueron ganando cabellos blancos y miradas llenas de surcos de sonrisas y lágrimas, de experiencias y compromiso. Quizá por eso, hasta hoy, para un educador o una educadora de lo social siempre es una inmensa alegría conocer a un educador de Callescuela.

Y entre reuniones, cursos y asambleas, los años fueron pasando, y vinieron nuevas experiencias y nuevos desafíos. Muchos educadores indígenas, y jóvenes de diversas organizaciones, conocieron a Antonio cuando trabajó como educador comunitario en zonas rurales, y luego en barrios populares del sector urbano, y finalmente cuando trabajó por la promoción de niñas, niños y adolescentes en la Secretaría de la Niñez y la Adolescencia.

Disciplinado y sereno, acompañó el proceso de organización del sindicato de niñez, siendo el encargado de la formación en la comisión directiva de dicho gremio. Antonio tiene 60 años y ha acompañado todos estos procesos de manera crítica, siempre desde adentro, y siempre diciendo lo que le gustaba y lo que no de manera clara y respetuosa, una forma de ser muy extraña para estos tiempos, ser claro y respetuoso.

Antes de la pandemia, era fácil identificar a Antonio en las manifestaciones populares. Era el señor de cabellos totalmente blancos, y era el señor que siempre pedía la palabra. Era difícil que Antonio se callara mucho tiempo en un encuentro. Dialogador nato, señalaba errores y asumía los suyos. Siempre manifestó la importancia de saber que, como humanos, no somos perfectos, y la de hacernos cargo de nuestros actos. Ni era irresponsable, ni creía en una vida llena de culpas: en las construcciones políticas hay culpas y responsabilidades, pero siempre debemos recordar que la lucha de fondo es por una vida digna. La vida digna es el objetivo de la causa popular, nos decía. Quizá por eso siempre valoró críticamente el trabajo infantil y apoyó críticamente procesos de emancipación popular como Molacnats a nivel internacional y Connats a nivel nacional. La vida lo hizo autodidacta, y también lo llevó a conocer personalmente a la mayoría de los intelectuales que acompañan el proceso de la niñez trabajadora organizada.

El último día que lo vimos nos dijo que se sentía cansado y que llegaría unos minutos tarde a una reunión; luego, el cansancio continuó y nos dijo que no asistiría. La reunión era virtual; no era natural en él. Su primer análisis salió negativo; el segundo, positivo; días después, lo llevaron al hospital. Avisale a mis compas, le dijo a su hija. Desde hace cuarenta días, Antonio duerme, y les puedo asegurar que nunca estuvo tanto tiempo en silencio. Eso sí, Antonio nunca dejó de luchar.

Solíamos conversar mucho, de cosas de la vida: cualquier tema servía de pretexto. Él hablaba de los 20 años que acompañó procesos organizativos de niños, niñas y adolescentes trabajadores, y de la Connats y la Molacnats, y del Sindicato de Niñez, y del país que tenemos en el sector popular, y del país que queremos desde el sector popular, y de lo importante que es para los países latinoamericanos acompañar los procesos organizativos de la niñez y adolescencia trabajadora, y los de sus familias, y los de los educadores, y los de todos los sectores. Hablábamos del mundo, de cuando le tocó ser sindicalista panadero, y luego desempleado, y luego trabajador nuevamente, y luego educador popular, quizá el oficio que más satisfacciones le ha dado.

Antonio es un trabajador de la palabra; si bien no es de escribir, sí es de leer, y mucho leer. Es un guerrero de la oralidad. Por eso es tan raro que ande callado desde hace cuarenta días; realmente muy raro. Lo que no es raro es que, aun dormido y en silencio, siga luchando. Porque hace cuarenta días que sigue luchando. Como siempre ha luchado. Enseñándonos, como siempre lo hizo, que, con aciertos y errores, el pueblo sigue luchando; diciéndonos con el ejemplo, como siempre lo hizo, que la lucha del pueblo es la más importante. La lucha de tu pueblo es la lucha por una vida digna, acordate, nos dice Antonio; mientras otros luchan por robar al pueblo, el pueblo lucha por una vida digna, acordate, nos dice, el pueblo lucha por una vida digna, el pueblo sigue luchando.

*La solidaridad es uno de los mayores gestos de expresión popular; si quieres ayudar a Antonio, está habilitada la cuenta de su hija, Lidia Añazco: Transferencias –BNF. 000-15-0661111. Cédula de Identidad Nº 3.838-632. Añazco Denis, Lidia Adelina. También puedes enviar trasferencias, giros Personal al 0971 698897, así como mensajes.

carlosbazzano@gmail.com

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