La imagen que proyectamos

En el mundo actual conocer a una persona es tan fácil como googlear su nombre, pareciera que estamos constantemente expuestos en una vidriera, esto además del chisme y de las conversaciones de trasfondo que surgen y se reenvían por WhatsApp y demás redes sociales pueden hacernos sentir invadidos, casi sin derecho a tener secretos o guardar discreción en algunas áreas de nuestra vida privada.

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Por otro lado, lograr contactos y relaciones comerciales nunca antes había sido tan fácil y rápido. Pero, cuando se unen estas dos realidades, el mundo encuentra a un profesional que debe ser y parecer íntegro y coherente, por lo que destacamos la importancia del fondo y de la forma, siendo ambos aspectos complementarios.

Impresión

Para una primera impresión no hay segundas oportunidades. La imagen profesional corresponde a la percepción que se tiene de una persona, por parte de aquellos con quienes interactúa en su actividad profesional, laboral o comercial.

Aunque, en ocasiones, la fama nos anteceda, debemos preocuparnos por cuál es la que uno genera, pues la percepción es producto de una combinación de diversos factores tales como el aspecto, los gestos y ademanes y también, desde luego, el uso de la palabra oral y escrita.

Cuando me refiero al aspecto, estoy pensando en algo más que el uniforme o traje que utilizamos en el ambiente laboral. Un mozo con las uñas sucias pueden hacer quebrar un restaurante, por lo tanto hay que poner especial atención en los detalles, como serían el tipo de vestimenta, perfume, joyas, zapatos y la forma de llevar el cabello, pues hacen al conjunto de lo que el otro observa al momento de mirarnos.

El aspecto adecuado dependerá de los usos y costumbres propios a la profesión y al ambiente en el que nos desenvolvamos. No será similar la apariencia de un cantante de rock a la de un bancario. Sin embargo, no es aconsejable que quien nos ha conocido en el espacio profesional, luego se encuentre con un ser antagónico cuando nos crucemos casualmente en el supermercado, por ejemplo.

Desde luego que, adaptar nuestra vestimenta al lugar y momento adecuado es importante para transmitir quiénes somos y no solo el rol profesional. Un abogado que viste traje y corbata de día puede estar con jeans y camiseta en el shopping, pero seguirá siendo la misma persona y excelente profesional.

Aunque su intención sea transmitir una imagen seria, no dejaría de agregarle valor que sepa sonreír y mantener el sentido del humor, más cuando se tratara de un grupo de amigos o de la familia. En otras palabras, se vale decir: en casa dejo de ser doctor y soy Juan, el papá, esposo, hijo, amigo… la persona que tiene valores y principios con los cuales, desde luego, también ejerce su tarea profesional.

Sin duda, hay que cuidar de no caer en la incoherencia. Así, conocemos a través de una entrevista televisiva a un jugador de fútbol, quien se muestra amable ante cámaras mientras responde sonriente a cada pregunta, sin soltar la mano de su esposa mientras con el brazo rodea a uno de sus hijos. Si está transmitiendo la imagen de ser alguien con la prioridad puesta en su familia, entonces hará bien en cuidar su conducta y expresiones dentro y fuera de la cancha, pues su coherencia está siendo observada en todo momento.

Por otro lado, vestirse sobriamente y cuidar los modales en una entrevista laboral puede ser sencillo para un joven profesional, pero debe comprender que las expresiones y comentarios que emita en las redes sociales también forman parte integral de su imagen profesional.

Estás siendo observado

La forma en la que saludamos, si miramos a los ojos cuando hablamos, las expresiones de nuestro rostro y el tono de voz que utilizamos son partes esenciales de nuestra comunicación. ¿Qué transmitimos cuando alguien nos habla y nosotros estamos concentrados en la pantalla del celular? ¿Cómo te sentirías, si cuando estás hablando con alguien, esa persona se pusiera a hojear una revista? Bueno, pues para los demás no es muy distinto.

Los vínculos de confianza son importantes en las relaciones humanas en general, teniendo una gran importancia en la gestión de redes de contactos profesionales. Por ello, debemos poner esmero en comprender cómo nos ven y definen quiénes nos observan. Sin embargo, aplaudimos la independencia que otorgan sentencias tales como “que no te importe lo que los demás piensen, haz lo que debas para ser feliz”, la pregunta sería: ¿te sientes feliz cuando desarrollas vínculos afectivos y redes profesionales?

En todo momento estamos siendo observados, sea por el hermano menor, un colaborador o, incluso, un cliente o competidor. Lo que ellos perciban debe guardar estricta relación con la imagen que nosotros intencionalmente queremos proyectar y eso solo es posible cuando actuamos acorde a lo que pensamos y, como consecuencia, proyectamos sin hipocresía quiénes somos.

Cualquier diferencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos se notará, quebrantando la frágil confianza y confiabilidad de los demás. El reflejo de nuestra esencia es lo que proyectamos como imagen a los demás.

Cuando entregamos mensajes de cariño nuestra voz es suave y nuestro cuerpo se acerca al otro, en cambio cuando estamos disgustados nos alejamos físicamente y alzamos la voz. Se dice que la distancia entre los corazones se mide por el tono de voz que utilizamos. El cuerpo no sabe mentir, el lenguaje corporal puede contradecir a las palabras, al tono y a las expresiones que utilizamos, dando pie a que el interlocutor quede atento a esa incoherencia que inmediatamente lleva a la desconfianza.

¿Acaso no te has percatado en una llamada telefónica si el otro se sonríe cuando te habla? hasta en ese momento tu empresa está entregando una imagen a través de la voz de ese recepcionista u operador. Hay veces que la apariencia de un “especialista” no está acorde a la idea que uno tiene sobre cómo debería lucir alguien de esa profesión o con ese nivel de reconocimiento.

Pero uno no puede hacerse cargo de la expectativa ajena, lo que sí nos corresponde es cumplir con la expectativa propia con relación a la persona en la que nos hemos propuesto convertirnos y la imagen que transmitimos para ello pues, al fin y al cabo, somos quien viste y calza nuestra campaña de marketing personal.

Esa es nuestra imagen profesional, se desprende de quiénes somos, de nuestro estado de ánimo, de nuestras vivencias, no es un rol ejecutivo que se viste un disfraz para tratar al cliente, es nuestra propia esencia que es percibida por cada persona con quien interactuamos. ¿Qué regalas con tu imagen? allí puede estar el secreto del éxito o del fracaso en tus negocios. Sigamos hablando de dinero, porque así aprendemos a manejarlo mejor.

Vínculos

Los vínculos de confianza son importantes en las relaciones humanas, teniendo una gran importancia en la gestión de redes de contactos profesionales.

Imagen

Aunque su intención sea transmitir una imagen seria, no dejaría de agregarle valor que sepa sonreír y mantener el sentido del humor, entre amigos o familiares.

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