RECOMENDACIONES AL NUEVO PRESIDENTE

Sobre la política impositiva; crear o eliminar impuestos, subir o bajar tasas de tributos. Combatir la cultura de la evasión. La trampa está en el ADN de muchos empresarios. Cuando mi gobierno bajó el impuesto a la renta de las empresas de 30 a 10 %, muchos seguían en negro. Si queremos reducir la desigualdad social, que es una amenaza a la convivencia pacífica, tendríamos que llegar como punto de partida al 10 % de impuesto a la renta personal, 10 % de impuesto a la renta de las empresas y 10 % de IVA, con una excepción de 5 % o menos para medicamentos y alimentos de consumo masivo. Asimismo, alzar el impuesto inmobiliario. Aquí se paga la décima parte o menos de lo que cobran Brasil y Argentina por la tierra. Durante mi gobierno planteamos una reforma en este sentido, pero el Congreso la rechazó.

Tres medidas concretas para racionalizar los gastos del presupuesto público. a) Austeridad sin poner en picota el crecimiento y los programas sociales. Un estricto control de gestión y resultados. b) Pacto con el Congreso. El Ejecutivo no tiene poder para defender un presupuesto basado en cálculos de crecimiento, de ingresos fiscales; el Congreso termina haciendo lo que quiere. No puede seguir así. c) Acordar un presupuesto marco por cinco años, con políticas de Estado para salud, educación e inversiones en infraestructura, con una reserva de valor que ya no se pueda tocar por ese lapso.

Dos o tres medidas para incentivar las inversiones. Las inversiones requieren de un entorno político, económico y social confiable, reglas estables que no se quieran cambiar a mitad del partido. El Poder Judicial será crucial si recupera su equidistancia de la mala influencia partidista y del poder del dinero. Necesitamos inversión en industrialización, en producción y tecnología, no inversión en compra de tierras por extranjeros para la gran especulación. En Brasil y Argentina, por las leyes vigentes, es casi imposible la adquisición de tierras por parte de extranjeros.

Paraguay, ¿dentro o fuera del Mercosur? Hay que pasar de la diplomacia del enfrentamiento a la diplomacia del diálogo estratégico. Hay que defender los intereses de la nación sin caer en la bravata nacionalista. Debemos permanecer en el bloque y plantear una reforma institucional de las normas. Hoy, la economía y la política se juegan en bloque, individualmente nada se puede hacer. Desideologizar el Mercosur es un gran desafío, lo que no significa negar ideologías sino que primen la solidaridad, la complementariedad y el desarrollo común como motor de los procesos de integración. Ser de izquierda o de derecha no debería ser un requisito para la cooperación.

¿Sí o no a la participación privada en empresas o sectores públicos? Tres sectores que necesitan de urgente participación. Creo que hay funciones hoy en manos del Estado que podrían ganar eficiencia con la participación del sector. Habría que poner sobre la mesa y discutir con los sindicatos, los partidos, los empresarios. Podrían ser el aeropuerto, la INC siempre con el Estado manteniendo la propiedad y, tal vez, la telefonía.

¿Cuál es la clave para negociar leyes económicas con el Parlamento? Apertura, diálogo, ciudadanía. Nosotros en el primer año pudimos conseguir leyes importantes como la adecuación de la caja fiscal, la reforma tributaria, la ley de garantías del BCP, el nuevo Código Aduanero, la ley de Contrataciones Públicas. Con esta Constitución, el Ejecutivo debe poner mucha paciencia y gran capacidad para traducir las subjetividades políticas en un gran consenso.

Recomendar a un presidente de la República puede sonar pretencioso; en todo caso, sería una opinión. (Nicanor Duarte Frutos, expresidente de la República).

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