La pasta italiana

Adondequiera que los italianos han emigrado han llevado su pasta y por ello hoy es un alimento internacional. A diferencia de otros alimentos italianos omnipresentes, como la pizza y la salsa de tomate, que tienen una historia bastante reciente, las pastas pueden, de hecho, tener un pasado mucho más antiguo que se remonta a cientos, si no miles de años.

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Son muchas las teorías en torno al origen de la pasta. Algunos investigadores le adjudican su descubrimiento a Marco Polo, en el siglo XIII, el cual la introdujo en Italia de vuelta de uno de sus viajes a China, en 1271. Otros afirman que fue en realidad el redescubrimiento de un producto alimenticio que alguna vez fue popular en Italia en la época etrusca y romana.

Los etruscos (s. XI a.C.) ya elaboraban la pasta mediante el machaque o trituración de diversos cereales y granos mezclados con agua, que luego cocían y daban como resultado un alimento sabroso y nutritivo. Cuando los griegos fundaron Nápoles (s. VIII a.C.) adoptaron un plato que hacían los nativos al que llamaron “makaria”, que consistía en una pasta de harina de cebada y agua que luego secaban al sol.

En la antigua Roma, también se encuentran referencias de platos de pasta, que datan del siglo III antes de Cristo. De hecho, el propio Cicerón senador romano, habla de su pasión por el “laganum” o “laganas”, que son tiras largas de pasta en forma de láminas anchas y chatas, elaboradas con harina de trigo y que se cocinaban en el horno (las actuales lasañas). Ya en esa época los romanos desarrollaron instrumentos, utensilios y procedimientos para la elaboración de la pasta de lasaña. El término “laganas” se encuentra en el libro “De arte coquinaria” de Apicio (siglo I).

La pasta seca

El siguiente salto en la historia culinaria de la pasta se llevaría a cabo unos siglos más tarde, durante las invasiones árabes (s. VIII) de gran influencia en las cocinas regionales. Es la teoría más aceptada que los árabes introdujeron en Sicilia un producto similar a los fideos secos. La palabra moderna “macarrones” deriva del término siciliano para hacer masa con fuerza, ya que era un proceso laborioso de todo el día.

Al inicio del siglo XVII nacieron en Nápoles las primeras y rudimentarias maquinarias para la producción de la pasta. Fue en Gra-gnano, a pocos kilómetros de la ciudad, donde se encontró el modo más eficiente de secarla y conservarla gracias al clima especial que se crea por los vientos ponentino (seco) y vesubiano (cálido y húmedo), lo que permitió que la pasta fuera puesta a secar en las calles.

La pasta y el tenedor

Durante el siglo XIX el consumo de pasta seca se extendió rápidamente entre toda la sociedad italiana. Se puso de moda y su ofrecimiento a los invitados se convirtió en un signo de distinción. La pasta hasta entonces se comía con las manos, y la adición de salsas hizo que esta forma de comerla no fuera la más adecuada, así que empezó a aparecer en las mesas de la clase alta un instrumento adicional: el tenedor.

Su empleo comenzó siendo más un elemento para impresionar a los invitados que para ayudarles a comer. Cuando se generalizó el acompañar la pasta con salsa de tomate, se adoptó el tenedor como un utensilio para todos los días, apareciendo un nuevo formato de tenedor específico para comer pasta, compuesto por cuatro puntas curvadas.

Para 1914, el secado artificial hizo que la pasta esté a disposición de todas las regiones de Italia. Este gran desarrollo estuvo muy ligado a la exportación, la cual alcanzó un alto récord de 70.000 toneladas, muchas de las cuales fueron dirigidas hacia los Estados Unidos. Más tarde, los países importadores también comenzaron a producir máquinas para fabricar sus propias pastas, y así lograron conquistar el mundo convirtiéndose en la más universal de las comidas.

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