Las aliáceas y el mal aliento

El ajo y la cebolla tienen muchas propiedades saludables que dan sabor a numerosos platos. Sin embargo, cuando se utilizan crudos, como en ensaladas, tienen cierta fortaleza que resalta en el paladar y a algunas personas no les resulta agradable. Cuando se consumen crudos, además, su olor invade el estómago y en no pocas ocasiones –especialmente el ajo–, se convierte en “mal aliento”. Hay algunos trucos que nos permitirán disminuir o eliminar la fortaleza de estas aliáceas para poder disfrutarlas sin temor.

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- Reducir el nivel de agua. Se trata de calentarlos para que se evapore el agua que tienen en su interior y, con ello, su fortaleza. Es suficiente con rehogar la cebolla o un diente de ajo, picados, a fuego bajo (puede ser también unos segundos en el microondas) para quitarles ese sabor fuerte, casi picante.

- Cocinarlos con piel. Si la receta indica utilizar uno o dos dientes de ajo, en vez de picarlos, se pueden cocinar sin pelarlos (se llama “ajo ecrassé”), un poco aplastados. De esta manera, el ajo no se quemará y dejará la comida con “un sutil aroma”. Obviamente, hay que retirar el ajo entero una vez que esté lista la comida.

- Retirar el centro verde. Antes de picarlos es conveniente retirar el brote verde del centro, tanto del ajo como de la cebolla, para ayudar a su digestión.

- Hacer una pasta. Para ello, se puede envolver hasta una cabeza entera de ajo sin pelar en papel aluminio y llevarla a horno suave por 50 min. Luego, abrir el papel aluminio, cortar la tapa de la cabeza de ajo, apretar y extraer la pasta resultante. Es tan suave que se puede untar un pan y no se siente la agresividad del ajo. Se puede guardar en un frasco o bol, cubrir con un poco de aceite y mantener en la heladera dos o tres semanas. Luego, se puede usar 1 cdita de esta pasta en cualquier receta como equivalente a un diente de ajo.

- Confitar. Es similar al anterior, solo que en vez de hacerlo en el horno, se puede hacer sobre la llama, a fuego bien suave. Poner los dientes de ajo pelados (unos 10) en una cacerola cubriéndolos con aceite de oliva, a fuego mínimo (mejor si utiliza un difusor) o a baño María, por 50 min a 1 h. Estos dientes confitados quedarán con una décima parte de su fortaleza y podrá utilizarlos en cualquier receta. Se pueden guardar también en un frasco cerrado con el aceite, en la heladera, por varias semanas.

- Aceites aromatizados. Se puede utilizar cualquier aceite y colocarlo en un frasco con uno o dos dientes de ajo, o uno o dos cuartos de cebolla, o incluso hierbas, para aromatizar sus ensaladas sutilmente sin que las invadan el olor y sabor de las aliáceas.

- Terminar la comida con un té verde o té de menta. Si el error ya está hecho, por ejemplo cuando comemos en un restaurante, lo mejor es contrarrestar su efecto bebiendo un té verde. Según un estudio del Instituto de Tecnología de Israel publicado en la revista Archives of Oral Biology, el alto contenido de polifenoles del té verde ayuda a combatir el mal aliento. Además, una infusión de hojas de menta también ayudará a brindar frescura a su boca y mejorar la digestión.

- Beber mucha agua. Es una de las claves fundamentales para prevenir el mal aliento. Esto se debe a que los malos olores bucales también están relacionados con la sequedad bucal.

- Bicarbonato de sodio. Es otra alternativa para quitar el mal olor a ajo de la boca. Combate las bacterias y limpia los dientes sin dañar el esmalte. Hay que cepillarse primero los dientes y la lengua con pasta dental. Luego, disolver 2 cditas. de bicarbonato de sodio en agua tibia y hacer gárgaras por unos minutos hasta que el mal aliento se vaya.

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