Vergüenza

El tema de la enmienda y su media sanción, así como la forma en que se llegó a esa situación en el Parlamento, deja muchas aristas que analizar. Todas ellas muy polémicas, como la constitucionalidad de lo realizado, las resoluciones judiciales, las imputaciones y el costo político.

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Pero en esta ocasión queremos referirnos a la actuación de la Policía.

Es una redundancia decir que fue desastroso el desempeño policial. Desde el momento en que permitieron que el edificio del Congreso sea atracado e incendiado, que reprimieron brutalmente a manifestantes al punto de hacerle perder el ojo a uno de ellos y obligar a una reconstrucción facial a un diputado; a partir de que se les acusó de despojarles de dinero a personas que nada tenían que ver con los hechos, hasta cerrar una negra jornada con el atropello al PLRA y la muerte de Rodrigo Quintana, no cabe otro calificativo que el de vergonzoso.

Pero esta no es una situación aislada ni circunstancial. Hace rato la Policía está en el ojo de la tormenta.

Así como vemos que tiene la capacidad de resolver grandes casos, también continúa en el vicio del apriete, de la recaudación y de hacer la vista gorda a delitos que trascienden la frontera.

Es producto del desgobierno o de un liderazgo corrupto. Y no solo ahora. Es la tradición, porque la Policía está gobernada por los políticos, que son los que tienen que definir los ascensos y también en muchos casos la designación de los altos jefes policiales en zonas claves.

Entonces tenemos policías que cambian lo profesional e institucionalista por el lobby político.

A partir de allí surge la imagen de jefes policiales que deben corresponder favores y que constituyen malos ejemplos para sus subalternos.

Luego la corrupción se extenderá a los diversos niveles.

Desde la creación misma de la Policía Nacional, que tiene la pesada herencia de la policía stronista, ocurre esto, y si bien hubo signos de cambio en esta transición democrática (como la apertura a la prensa), persisten los vicios en líneas generales.

La administración de Críspulo Sotelo, que tuvo el pleno respaldo del presidente Horacio Cartes, hasta el 31 de marzo, se caracterizó por la falta de relacionamiento con el Ministerio del Interior, que es el enlace con el Ejecutivo.

Por una parte Sotelo se manejaba en forma independiente. Por otra el ministro De Vargas tenía su propio equipo y accedía a la Policía a través de la subcomandancia.

Era un secreto a voces. Pero era evidente que Sotelo le “puenteaba” a De Vargas. Se cree que era producto del apoyo que recibía de gente ligada al primer anillo del Presidente.

Un episodio de mucha tensión, por ejemplo, fue cuando De Vargas dijo que Sotelo tenía responsabilidades penales administrativas y políticas en el caso del criminal argentino Ibar Pérez Corradi que, había sido, estaba hace años refugiado en nuestro país.

Dicen que fueron José Ortiz y Luis Canillas los que mediaron para zanjar esta crisis. De esta forma Sotelo siguió en la Policía y De Vargas cometió el craso error de no mantenerse en su postura.

Tiempo después le rajaron a De Vargas y en su reemplazo vino Tadeo Rojas, que solo estuvo de adorno.

Lo ocurrido en la sede del PLRA y la muerte de un joven revelan un manejo oscuro que ordenó la presencia casi sincronizada de agentes antidisturbios y otros de civiles, como no se veía desde la época de Stroessner

Sotelo y Rojas fueron cambiados. pero la historia no termina allí. Se debe indagar quiénes fueron los verdaderos responsables de la actuación vergonzosa de la Policía, para castigarlos con todo el peso de la ley y cambiar el concepto de que las fuerzas del orden están al servicio de los mandantes de turno.

Discrecionalidad

Si el ministro del Interior no recibía información directa del comandante de la Policía, ¿quién lo hacía? ¿Cómo es posible que una institución que se encarga de la seguridad del país se maneje con tanta discrecionalidad? El Ministerio del Interior tampoco cumplió su rol al dejar pasar esta situación. Se llegó al colmo que el exministro Francisco De Vargas convocó al entonces comandante Sotelo y este lo dejó plantado.

ocaceres@abc.com.py

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