Tener un jabalí como mascota; un caso de la vida real

Dennis Renschler es recibido con entusiasmo por su mascota, bautizada con el nombre de Friedrich Hannibal Schnitzel, un jabalí todavía muy joven y manso que quiere que le acaricien y al que su dueño llama sencillamente Friedrich.

El jabalí Friedrich, de unos seis meses, fotografiado en su recinto.
El jabalí Friedrich, de unos seis meses, fotografiado en su recinto.Uli Deck

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“Siempre quise tener una cerda”, dice el cazador aficionado, que es carpintero de profesión y trajo a su particular mascota de un centro de acogida de animales. “Los jabalíes son extremadamente inteligentes y es divertido tratar con ellos”, añade.

El pequeño jabalí llegó a Renschler cuando tenía ocho semanas, ahora ya tiene seis meses y corretea por su recinto en Birkenfeld, cerca de la ciudad de Karlsruhe, en el suroeste de Alemania. Lo hace con mucho gusto, mientras se lanza a su bebedero o muerde con avidez los cordones de los zapatos de los visitantes.

El animal fue encontrado cerca de Leonberg, al oeste de Stuttgart. “Estaba tumbado en la hierba y era realmente muy pequeño”, explica Jeanine Nikolaus, de la organización de protección animal Tierhilfe Pforzheim, donde finalmente fue a parar el jabalí.

Nikolaus explica que el animal probablemente “se perdió cuando su madre se asustó y escapó”. Después, relata, alimentó a Friedrich con leche de cordero y llamó a Renschler, a quien conoce personalmente. “Quería un jabalí y lo consiguió”, dice.

El cazador aficionado primero investigó un poco, consultó con la propia Nikolaus, valló una parcela de 470 metros cuadrados justo al lado de los terrenos de la empresa para que Friedrich no se escapara y le construyó una auténtica cabañita de madera como refugio.

“Al fin y al cabo, soy carpintero”, explica.

Cada vez que oscurece, Friedrich se retira a su morada acolchada de paja. Para pasar el tiempo durante el día, en el terreno hay una cabeza de escoba, que a Friedrich le gusta empujar con el hocico, y bloques de madera sueltos.

También hay en el recinto neumáticos de coches que cuelgan con cuerdas de un árbol, para que Friedrich pueda jugar con ellos. Y el jabalí puede revolcarse en su bañera o junto a ella. Y muy pronto tendrá una zona de baño más grande.

“La tenencia de animales salvajes está permitida en términos generales”, indica un portavoz del Ministerio de Agricultura del estado federado de Baden-Württemberg. Según el Ministerio, no hay cifras sobre cuántas personas en el país tienen animales salvajes de forma privada.

Cuidar de Friedrich no requiere de tanto tiempo, dice Renschler. Por las mañanas y por las tardes, alguien viene a ver al animal. Por ejemplo, Ralf Berft, un buen amigo de Renschler, lo cuida regularmente, y el hijo de Berft, Mattis, de ocho años, se ha hecho muy amigo de Friedrich.

“Ya atiende a las órdenes de sentarse y estarse quieto, es muy dulce”, comenta. En teoría, detalla, el jabalí podría aprender unas cien órdenes.

La dieta del jabalí

Friedrich come unos 1,5 kilos de carne al día, incluido hígado de ciervo y comida para perros. Además, cada día mastica con fruición y algarabía entre 20 y 25 manzanas y muchos frutos secos. Su dueño esconde parte de la comida para que Friedrich no se aburra. Todavía pesa unos 50 kilos, pero bien podría pesar 200 kilos algún día.

En la naturaleza, Friedrich sería capaz de orientarse y, como omnívoro, también podría conseguir comida, dice Nikolaus, la rescatadora de animales. “Pero siempre buscaría el contacto con los humanos”.

De cualquier modo, Friedrich no puede ser liberado en la naturaleza, algo que sin duda Renschler tampoco desea. En libertad, un jabalí vive unos ocho años, en cautividad puede llegar a vivir tres veces más. “Para entonces, todos estaremos jubilados”, bromea Renschler.

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