Iniciativa privada posibilitó la reinserción de casi 200 jóvenes

El centro socieducativo Casa Virgen de Caacupé, ubicado en la Compañía Cañadita de Itauguá, constituye un vivo ejemplo de que cuando hay voluntad todo es posible.

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Reconocido por el Ministerio de Justicia como centro intermedio, empezó como un refugio pospenitenciario de menores infractores y hoy, además de albergue, cuenta con un centro de formación y capacitación laboral en distintos oficios.

Tras su inauguración en el año 1999 hasta la fecha, ya han egresado 200 jóvenes del centro, de los cuales sólo dos reincidieron. El tiempo mínimo de internación es de dos años, pues la experiencia ha demostrado que es prácticamente imposible lograr resultados en un tiempo menor.

Hace más de 20 años, cuando el contador Pedro Samaniego, activista del movimiento católico Comunión y Liberación, visitaba el correccional de menores Panchito López, entonces ubicado en el barrio Tacumbú, como voluntario, ni siquiera pasó por su cabeza que en el futuro estaría al frente de esta obra de tamaña magnitud.

Sin embargo, las ganas de ayudar y los pedidos de los chicos hicieron que cediera una casa en Asunción para la estadía de aquellos que habían perdido contacto con sus familias. La ausencia de adultos que se encargaran del control y de un reglamento que permitiera mantener el orden significó el fracaso del proyecto.

Identificadas las falencias, el movimiento recibió en donación un inmueble de 5 hectáreas, ubicado en la Compañía Cañadita, de Itauguá, para dar continuidad al proyecto, que a partir de entonces contó con la presencia permanente de Samaniego para su desarrollo.

La colaboración de la ONG española Cesal para el desarrollo en América Latina, así como de empresarios solidarios, posibilitó la construcción del complejo edilicio que abarca hoy dos casas con todas las comodidades, un centro educativo que incluye aulas para la educación básica y media, de informática, biblioteca y talleres de capacitación laboral en mecánica de motos, carpintería, electricidad y plomería. La obra se sostiene únicamente con aportes de particulares canalizados a través de la Asociación Virgen de Caacupé, creada precisamente con el fin de sostener la labor social desarrollada en el albergue.

Samaniego comentó que en muchas ocasiones, en especial en los primeros tiempos, llegó a fin de mes con “el Jesús en la boca”, debido a que las donaciones no siempre son constantes, pero hacen todo lo posible para sortear los inconvenientes. No tener antecedentes, no ser toxicodependiente ni tener sicopatía grave son las principales condiciones para poder ingresar al centro educativo. La capacidad es para 24 adolescentes y alberga actualmente a 12. La distribución se hace por edad, pues la casa o bloque A está reservada para menores hasta 17 años y el bloque B, para jóvenes a partir de los 18 años, que no han concluido aún su proceso de reeducación.

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