“Todo es igual, nada es mejor…”

Sé que para aquellos lectores que nos encontramos en los grupos de riesgo del COVID este título le resulta muy familiar. Es del atemporal y soberbio tango “Cambalache” cuya letra es el regalo del prodigio de Enrique Santos Discépolo, autor y dramaturgo argentino escrito en el año 1934 durante la llamada “Década Infame” y pocos años antes que Perón proscribiera el lunfardo.

Cargando...

“Todo es igual, nada es mejor

Lo mismo un burro que un gran profesor.

No hay aplazados, ni escalafón

Los inmorales nos han igualado…

El verso es brillante, como todo tango cargado de la potencia del dolor, ira, decepción, resignación y frustrante sacrificio a la injusticia de vidas sin sentido, traiciones de amor o desilusiones de confidentes y amigos.

En la semana que pasó fue destituido de la Cámara de Diputados el controvertido legislador Carlos Portillo. Objeto de numerosas burlas a partir de sus dichos, confeso traficante de influencias y últimamente venido a autopromocionado lector de clásicos de la literatura universal. Todo esto puede ser verdad — de hecho, creo que casi no hay dudas sobre su certeza — pero no podemos dejar de señalar del enorme caudal electoral que sigue y seguirá teniendo el mismo que veremos como reaccionará ante este duro golpe asestado por el pleno a su carrera política.

La Constitución no establece otro requisito más que la ciudadanía paraguaya y una cierta edad para que cualquier ciudadano paraguayo pueda acceder a un cargo electivo. La ciencia política sigue discutiendo sobre la bondad de esta gran apertura de posibilidades para que cualquier ciudadano pueda ser votado (sin requisitos universitarios). Yo, sin embargo, hace tiempo que defiendo que así sea. Al fin y al cabo, existen otros congresistas en este mismo momento que con varios títulos encima (universitarios, no solo de propiedad de bienes registrables) tienen un historial que los hace merecedores de similar destino.

Dicho esto, algunos puntos de reflexión:

1. No es cierto — o al menos no deberíamos permitir que sea — que “nada es peor” como nos resuena el tango en la cabeza. Existen personas que han tenido conductas deshonestas que merecen no un odio personal, sino un rechazo institucional que debe culminar, si corresponde, en una sanción ejemplar. No es lo mismo cruzar u n semáforo en luz roja que llamar a apretar jueces o fiscales. No es lo mismo un burro que un gran profesor. O al menos no debería serlo. No es lo mismo quien roba que quien “labura todo el día como un buey”.

2. Para que el punto 1 se cumpla, es necesario desprendernos de una actitud muy propia de nuestra idiosincracia que es la cuasi incapacidad de admirar las virtudes de terceros. ¿Cuál sería el estímulo para ser mejor, si a los ojos de quienes nos rodean “todo es igual”? Como diría José Ingenieros “Admirar es sentirse creer en la emulación de los más grandes”.

La envidia y la emulación

parientes dicen que son;

aunque en todo diferentes

al fin también son parientes

el diamante y el carbón.”

Joaquin Bartrina

3. Existe en el legislador separado del cargo muchos defectos. Pero también le asisten virtudes, por supuesto. Ha tenido una carrera en la cual ha podido “empatizar” con un número importante de ciudadanos que lo han votado en dos oportunidades para ocupar un cargo. Esta virtud puede ser utilizada para cosas más nobles, con seguridad, pero es innegable que hay un número muy importante de paraguayos del Alto Paraná que se sentirán dolidos por esta decisión.

4. Para que la decisión sea justa, la vara que mide el “tráfico de influencias fehacientemente demostrado” tal com reza la constitución, debe ser igual para todos los legisladores. De otra manera, lo que es justo hoy será relativo mañana y allí las letras de Discépolo darán vueltas en nuestra cabeza con la voces de Gardel o de Julio Sosa, repitiéndonos que “nos revolcamos todos en el mismo barro.

Por último, el mérito de ser mejor no es tan importante para imponernos ante otros como a nosotros mismos. Sí, por supuesto. Habrá un juzgamiento social sobre nuestra conducta en función a lo que hagamos, no a lo que digamos. Pero lo que hagamos deberá partir de la convicción profunda que hay un YO de hoy que buscar afanosamente ser mejor que el YO de ayer.

Seguirán los días y hay desafíos para las cámaras del congreso. Para ser “mejores” deben intentarlo y demostrarlo. Quienes los votamos y contribuimos al sustento de las arcas públicas esperamos que estas decisiones disuadan a futuro la corrupción en la justicia y que nos traigan mejores jueces.

La acción es individual, el resultado grupal. Como siempre. Para no ver más a la Biblia “herida por un sable sin remache” llorando contra el calefón.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...