La captura de Kung Fu Panda

La noticia corrió como reguero de pólvora y a su paso despertó la risa de quienes compartían la información: “Kung Fu Panda” había sido capturado. Tranquilos, niños y niñas, no es nuestro tierno oso de la pantalla grande que come dumplings.

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Se trata del alias con el que fue “bautizado” Derlis Jonathan Ruiz Díaz, sindicado como cabecilla de una banda que hace unos días intentó asaltar un supermercado en la ciudad de Luque y que fue frustrado por la Policía Nacional. Además del apodo, lo anecdótico del caso es que Ruiz Díaz logró huir de la escena fingiendo ser un cliente; incluso, al cruzarse con los agentes del orden les indicó el lugar donde supuestamente estarían los atracadores.

La avivada le duró poco, pues el pasado viernes, al filo del mediodía, finalmente lo atraparon.

La anécdota nos conduce al vademécum de sobrenombres que maneja la policía cuando va en busca de criminales.

Me asaltó una lágrima. Estos alias, más que miedo, inspiran risa, a saber: Princesa (César Diosnel Monzón, delincuente), Lágrima (Rolando Fabián Peralta Alvarenga, asaltante), Roque Py Guasu (Roque Jacinto González, asaltabanco), Mberu’i (Armando Vargas Navarro, asaltante y traficante), Kure Blanco (Nelson Alfredo Escurra, asaltante preso. Aclaro que no es mi pariente), Robocop (Mario Alberto Vera, asaltante), Tapití (Benicio Ramírez Paredes, asaltante abatido), Muñeca resa y otros “marcantes” mencionados por Rubén Paredes, jefe de la Brigada Central.

El origen de los apodos es algo incierto pero muchos de los apellidos que ahora conocemos tuvieron sus orígenes en un sobrenombre, generalmente distintivo del oficio al que se dedicaba la persona o a su carácter distintivo: por ejemplo, Alegre, Hermosa, Paredes, Caballero y otros.

En nuestro país son usuales los “marcantes” inspirados en la fauna y la flora. Desde el punto de vista de la sicología los sobrenombres guardan relación con la intención de darle un grado de intimidad y familiaridad a la persona aludida. Pero también son vehículos de burla y desprecio.

Los apodos cariñosos suelen originarse en la infancia. Cuando comienzan a hablar y pronuncian mal sus nombres, los de sus pares o familiares u objetos cercanos. Esta mala nomenclatura los acompaña toda su vida. Otros usan alias para guardar su identidad y otros simplemente para burlarse de alguna característica física de quien es “bautizado” con el fatídico apodo.

Quienes ejercen el arte de ser apodadores tienen un tino en especial cuando se trata de hacer analogías entre los humanos y los animales y otras características conductuales: “kavaju resa”, “zapatu un lado”, “cementerio timbre”, “avión bocina”, “Pombero bota”, la lista puede ser interminable. ¿Cuál es el apodo más raro que escuchaste?

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