Mil voces y millones de carcajadas

En una calurosa noche de noviembre hace ya más de 25 años, fuimos en familia a un restorán ubicado sobre la calle José Asunción Flores, que además de una parrilla bien surtida ofrecía un variado y entretenido show con artistas locales. Aplacada la sofocante temperatura con un par de manijas de chopp bien frío, nos dispusimos a disfrutar de la música paraguaya ejecutada con destreza por varios grupos que se sucedieron, también soberbias interpretaciones de arpa y la tradicional danza de la botella. Al finalizar esta última, hizo su aparición sobre el escenario el Sr. Carlitos Vera, y el ambiente agradable y distendido se tornó además hilarante, antes incluso de que este genial cómico tomara el micrófono en sus manos y se dirigiera al público.

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Sencillo como siempre, sin mayor protocolo en su vestir ni maquillaje de ninguna clase, llegó hasta la mitad del escenario y pidió permiso para buscar apoyo sentándose en una butaca alta que habían colocado previamente en ese lugar, aclarando que estaba un poco cansado por haber jugado “varios partidos de fútbol esa tarde”. De esa forma tomaba en broma la parálisis infantil que sufrió en su niñez y que le dejara como secuela una notoria renguera. Haciendo gala de un timing muy apropiado, comentó luego un par de casos de rencillas entre vecinos de su barrio en Asunción (vivía en Barrio Jara), imitando los tonos de voz de mujeres mayores, hombres pasados de copas, también el infaltable ladrido de algún perro… A esa altura, ya nos alegró la velada a todos los presentes.

Carlitos Vera nació en Maciel, departamento de Caazapá, en el año 1.949 y tuvo un hermano gemelo llamado Carlino. Con él, siendo ambos muy jóvenes, se mudaron a Asunción luego del fallecimiento de la madre y se establecieron en lo que sería hoy Loma de San Jerónimo, ganándose la vida como cantantes y brindando su arte allí donde fueran llamados. Al hermano esa vida no terminó de convencerle, por lo que siguió otro camino mientras Carlitos continuó actuando, pero ya poniendo énfasis en el humor, que se le daba en forma natural desde niño. Tomó clases de actuación y vocalización, y a través del Ministerio de Defensa Nacional primero y más adelante por cuenta propia recorrió todo el territorio patrio con su arte humorístico, y el éxito alcanzado le permitió también viajar a Europa y Japón.

Dicen estudios con rigor científico que la risa calma el dolor, y esto bien puede ser cierto, porque cuando “El Hombre de las mil voces” imitaba a jugadores de fútbol, a periodistas conocidos, políticos y otras figuras de nuestro medio, uno no podía dejar de reír y se olvidaba de todo en esos momentos. También la risa tiene entre sus atributos hacernos más felices, y eso también lo conseguía con facilidad este genio del humor cuando con mucho tacto –y sin ofender nunca a sus imitados- resaltaba aquellos gestos, palabras y expresiones faciales tan particulares de algunas personas, practicando un humor sencillo, llano, carente de maldad y con lenguaje coloquial: Así se explica que gustara a jóvenes, adultos, mujeres y hombres, gente acomodada y laburantes por igual.

Un capo: Prosiguiendo con su show, Carlitos gastó entonces una broma a don Blas N. Riquelme (hoy día ya fallecido), quien se encontraba entre el público en una concurrida mesa, y al hacer el remate de su chiste hubo un segundo de silencio, esperando todos la reacción del inefable don Blas, quien estalló en una carcajada que se generalizó por el salón. Así era Carlitos Vera, se tomaba ciertas licencias desde su posición de cómico, permitiéndose incluso en una que otra ocasión atribuciones con las que otros hubieran caminado peligrosamente sobre la línea de lo autorizado, pero sabía hacerlo con un profesionalismo tal que nunca ofendía ni dejaba a nadie disgustado.

Nos hizo reír hasta las lágrimas, hurgando en esos detalles tan simples de la gente, de la sociedad, las relaciones interpersonales, y sacando a relucir toda la belleza de esa simplicidad. No usaba malas palabras, y si lo hacía era solamente en contadas ocasiones. Sabía separar la sencillez de la vulgaridad y la chabacanería, que tanto han invadido el espectro cómico paraguayo en los últimos años. Se refería a los atributos de una mujer bonita como un gentleman, y jamás hablaba mal de sus colegas artistas.

Aquejado desde hace años por el Parkinson, también fue víctima del covid, enfermedad de la que en primera instancia parecía haber sanado, pero no pudo soportar una recaída. Así, nos hace sonreír una vez más ante la perspectiva de que, si bien la risa es salud y alarga la vida, a él, que nos hizo reír a millones de paraguayos, no le ayudó a sanar. Quedan sí los surcos abiertos a lo largo de una prolífica vida, y su recuerdo perdurará a través de sus hijos y nietos, del arte que difundió por tantos años y quienes tenemos ya un par de años rodando vamos a rememorar para siempre sus imitaciones de Julio César Romero y Monseñor Aquino. Hoy, ya está actuando ante un público mucho más selecto que nosotros, ¡Gracias por tanto Carlitos!

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