Alfredo Seiferheld

Ayer se cumplió otro aniversario del fallecimiento de Alfredo Seiferheld, historiador y periodista singular más una extraña dimensión humana. Murió en 1988 cuando más esperaba asistir al derrumbe de la dictadura porque padecía el dolor de los ciudadanos torturados, exiliados, desaparecidos. Sus columnas en ABC Color, valientes y luminosas, expresaban su alma solidaria con las víctimas de atroces injusticias.

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Su naturaleza solidaria la extendía a raudales hacia los excombatientes de la Guerra del Chaco. Con insistencia denunciaba sus necesidades al mismo tiempo de admirar el sacrificio en defensa de la patria.

Desde 1975 venía colaborando con ABC Color especialmente con artículos referidos a la filatelia. Se lo contrató en 1980 como periodista y editorialista. Recuerdo que un poco antes se me acercó solicitando su incorporación al Sindicato de Periodistas que acababa de fundarse. Me dolió responderle que no podía hacerlo porque los estatutos exigían que con la solicitud el interesado debía presentar el comprobante del Instituto de Previsión Social. Apenas lo tuvo, fue uno de los distinguidos y activos socios de la entidad gremial. Lo fue, antes que nada, porque el Sindicato sufría las persecuciones de la dictadura, a igual que otros -muy pocos- por su independencia y cuestionamientos.

Alfredo nació en Villarrica en 1950. Pese a su corta vida dejó trabajos esenciales. Sus entrevistas dominicales para la revista de ABC Color fueron un aporte singular para el conocimiento del pasado reciente del país. Llevaron el título de “Conversaciones Político-militares”, luego publicadas en cuatro volúmenes. Esas “conversaciones” reúnen las ideas, reflexiones, relatos, experiencias, de las más diversas personalidades que de un modo u otro contribuyeron a hacer la historia de nuestro país en un tiempo determinado. Hasta sus últimos días fue corresponsal de The Asociated Press.

Fue miembro de número de la Academia Paraguaya de la Historia; Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid, España; perteneció al Instituto Paraguayo de Estudios Geopolíticos e Internacionales; al Instituto Sanmartiniano y otras entidades culturales y académicas. Bachiller en Ciencias y Letras con medalla de oro; licenciado en Historia con igual distinción; doctor en historia; realizó estudios en la Universidad de la Sorbona, París.

Algunas de sus obras: Las comunicaciones postales y telegráficas en el Paraguay; Estigarribia, 20 años de política en el Paraguay; Economía y Petróleo en la Guerra del Chaco; La caída de Federico Chaves, una visión norteamericana.

Creó y dirigió la Editorial Histórica que dio a conocer, entre otras publicaciones, Nazismo y Fascismo en el Paraguay.

Jesús Ruiz Nestosa recuerda el almuerzo que teníamos con Alfredo en un restaurante japonés, en la calle Constitución, frente al Instituto de Previsión Social. Era siempre el primero en llegar, puntualmente a las doce “y ya traía su pedido escrito en un papelito”. Su pasión por el orden -dice Jesús- el método y la disciplina eran motivo de frecuentes bromas. Incluso, se le atribuía una agenda en la que tenía anotadas todas sus actividades y las horas en que debían ser ejecutadas.

“Alfredo Seiferheld -dice Enrique Bordenave, según Jesús- fue una de esas pocas personas que tienen tiempo para todo. Se levantaba temprano y, según él mismo contaba, la primera de las obligaciones que se había fijado era la de escribir ocho páginas de un nuevo libro. Después de ese singular amanecer y ya en horario laboral normal, seguían sus actividades. A la mañana, si no recuerdo mal, solía atender su oficina propia, y a la tarde venía al diario ABC Color. Pero habiéndolo visto todos los días durante varios años, en muy pocas ocasiones lo encontré escribiendo. Siempre tenía tiempo para leer, para estar informado de cuanto sucedía, para conversar, para la amistad (de la que hacía culto) y para producir todo lo que se proponía o se le pedía. Y sin que lo viera escribir. ¿La explicación? Disciplina, orden, método, pero más que nada, creo, talento”.

Un talento inmenso y una disciplina admirable que le permitían, como queda dicho, hacer muchas cosas y todavía con tiempo para reunirse con sus amigos en un almuerzo o una cena. Me acuerdo que en estas reuniones Alfredo no dejaba de sorprendernos por su extraño sentido del humor. Lo tenía a montones, sólo que en otra dirección de la nuestra. Se reía con ganas de algún chiste que nos parecía carecer de toda gracia. Y al revés, nos reíamos a carcajadas de anécdotas que a él parecían más bien fastidiarles.

El historiador Hermógenes Rojas Silva escribió acerca de Alfredo: “Une a su vocación de historiador una clara proclividad hacia las causas nobles, puestas de manifiesto en su quehacer periodístico”.

Alfredo Seiferheld quería y sabía hacerse querer. Es para no olvidarlo nunca.

alcibiades@abc.com.py

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