Sobre fallos artificiales e inteligencias naturales

Hace un par de semanas, la apertura de un congreso en Asunción iniciaba con la bienvenida al público, agradecimiento a los disertantes y empresas aliadas a través de imágenes virtuales que mostraban a una joven quien se dirigía a los presentes. Con excepción del movimiento de los labios que no coincidía exactamente con las palabras que se escuchaban, aquello estuvo muy bien logrado y constituía un adelanto a uno de los temas principales a exponerse: La incursión de la Inteligencia Artificial en todos los ámbitos de nuestras vidas.

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El panel de expertos que abordó más adelante el tema estuvo compuesto por tres profesionales, uno especializado en RRHH y los otros dos en Ingeniería Informática y Marketing Digital. Expusieron puntos de vista tan interesantes como disímiles, donde el primero refirió a las oportunidades laborales que se abrían a partir de la implementación de las nuevas herramientas, el segundo viéndolo como “un tsunami gigantesco que vendrá a cambiar todo lo que conocemos, y donde Paraguay no debe dejar de subirse y aprovechar esta ola” y el último, más conservador, se expresó en términos de que “debemos observar este fenómeno con prudencia”.

En lo que los panelistas se pusieron de acuerdo, al margen de sus puntos de vista más optimistas o moderadamente recelosos, fue –y en esto coincidimos todos- en que es una realidad, ya está entre nosotros, se mueve y evoluciona tan rápido que lo que se analice hoy al respecto ya será casi obsoleto en tres meses y además, definitivamente, nos cambiará la vida.

¿Debería preocuparnos? Sería muy recomendable ocuparnos del tema, por ejemplo, investigando sobre el modo de implementarlo en nuestras actividades particulares y profesionales, y también la forma en que alterará nuestras existencias, y cómo reaccionar a estos cambios. Estas herramientas y aplicaciones se sumarán a otras que ya existen, y que en gran medida no se utilizan para generar verdaderos beneficios. Recordemos que mientras algunos usan las redes sociales para generar ganancias promoviendo bienes y servicios, la mayoría las utilizan, sencillamente, para pasar el tiempo socializando de modo estéril, o pretendiendo cambiar el mundo a partir de publicaciones muchas veces irresponsables, que pocos leen y a menos aún interesan.

Sacarles provecho a las cosas: Cuando la red eléctrica de la ANDE empezó a cubrir grandes zonas rurales en nuestro país, los beneficiarios muchas veces, en vez de prever la puesta en funcionamiento de equipos y máquinas para facilitar y optimizar las tareas, se conformaron con tener electricidad para iluminar sus hogares y hacer funcionar las heladeras, quizás por no llegar a entender los usos que se podía dar a este recurso. Este tipo de actitudes deberían ser un llamado de atención y cuidado en relación a masificar el uso indiscriminado de nuevas tecnologías.

Implementar la Inteligencia Artificial a través de todos los recursos creados y pensados para tal fin sin haber educado antes a los usuarios y establecido reglas y límites, permitiendo, sin embargo –cuando no- libertad de acción a los operadores de esta herramienta, principalmente a través de la telefonía celular, y poner esto en manos de una población que tiene entre otras limitaciones enormes dificultades con la lectura comprensiva es peligroso y hasta irresponsable. Esta tecnología avanza tan rápidamente, que ni siquiera existe una legislación que regule su uso, responsabilidades y alcance, y en este sentido no pueden saberse con exactitud las consecuencias –en todos los órdenes- que llevará aparejado su uso, absolutamente imposible de contener.

La semana pasada, saltó a la luz pública el caso de un Tribunal de Apelaciones que dictaminó en un caso utilizando esta herramienta. Si bien el dictamen presentado se ajusta a derecho, en el mismo no están contemplados todos los razonamientos y antecedentes en que deben basarse los jueces en su considerando para justificar su resolución, que trae aparejadas consecuencias para las partes en el litigio.

Lo artificial, en principio, es todo aquello que no es natural, es decir que fue hecho por el hombre y no por la naturaleza, y nada más natural que el razonamiento humano, que debió imponerse en este caso a través de silogismos jurídicos. Los miembros de la Cámara en cuestión quisieron pasar este detalle por alto… “lo que natura no da, Salamanca no presta” …, ni tampoco la IA puede suplir.

Qué importante desafío para las autoridades en materia de educación, como también para toda la sociedad, enseñar y aprender a utilizar correctamente estos nuevos recursos. No nos deben preocupar de cara al futuro las innovaciones tecnológicas, que empezaron una carrera vertiginosa ya un par de décadas atrás, con indudables avances que permitieron mejorar la calidad de vida de las personas. Sí es importante tener presente que, más que preocuparnos por el avance de la inteligencia artificial, debemos prestar mucha más atención a la pérdida de la natural.

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