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Un bloque integrador, de búsqueda de oportunidades de negocios y facilitación de relacionamiento entre comunidades del que participan alrededor de 200 municipios distribuidos en una vasta región que se extiende por siete países de Sudamérica: Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Chile y Ecuador.
Itapúa, tierra de oportunidades, como se mencionó en la ocasión, ocupa un sitial de privilegio en cuanto a la generación de riqueza y producción de alimentos para el mundo, junto con la zona Este del Paraguay (Alto Paraná y Canindeyú).
Pueden dar fe de esto las colonias de inmigrantes instaladas en Itapúa, algunas tienen más de un siglo de antigüedad, quienes encontraron aquí la posibilidad de trabajar, prosperar y construir florecientes ciudades. Pero, así también, Itapúa presenta un rostro menos amable y triunfalista, que se traduce en profundas desigualdades que sufren comunidades campesinas e indígenas marginadas de ese desarrollo y esplendor económico.
No es un secreto que ese modelo agroexportador instalado hace tres o cuatro décadas tiene su correlato de migración forzada de numerosas comunidades rurales. Y no por puro desapego al esfuerzo y el trabajo, como se pretendería explicar desde una mirada simplista.
Falta de educación y de políticas de desarrollo –no los montajes para desviar dinero público al bolsillo del político corrupto de turno– derivaron en la expulsión campesina hacia centros urbanos y sus consecuencias de desarraigo, pobreza y problemas sociales de toda índole, como la inseguridad, marginalidad, etcétera.
Ojalá este impulso de “integración efectiva y genuina de los pueblos”, declarado así por quienes integran el Bripaem, logre motorizar las posibilidades de desarrollo que ofrece esta rica región de Sudamérica y se conviertan en una oportunidad, en igualdad de condiciones para todos. Mucho dependerá de la suma de voluntades y honestidad de intenciones de quienes ejercen el liderazgo en esta patriada.