Estafa electoral

La política, ese complejo entramado en el que se conjugan ideales, promesas y lealtades, se ve sacudida una vez más por la sombra de la traición, de la estafa, también muy comunes en determinados escenarios.

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El término “tránsfuga” adquiere en el ámbito político un peso bastante significativo. Se aplica a quienes abandonan principios, si los tienen, en busca de beneficios personales oportunistas, generalmente con el argumento de que sus acciones son para “beneficiar a la ciudadanía”.

En medio de esto, es preciso analizar un punto central. El argumento de que se vota a la persona y no al partido suena convincente a primera vista, pero debemos preguntarnos hasta qué punto: ¿Acaso no son los partidos los que establecen su forma de actuar a partir de su ideología y propuestas programáticas? Los electores votan confiados y convencidos de que de alguna forma los partidos y los candidatos representan sus pensamientos.

Si analizamos desde esta perspectiva, ¿Javier “Chaqueñito” Vera y Norma Aquino (Yami Nal) hubieran llegado al Parlamento si eran candidatos por el Partido Colorado? Y, en esa misma línea, ¿Orlando Penner iba a ser legislador sin haber sido parte de la lista del partido Patria Querida? Es aventurar especulaciones, pero podemos sostener que es poco probable.

Los partidos políticos, tanto oficialistas como opositores, se ven inmersos en la danza de intereses donde la lealtad a los principios es un bien que escasea.

El lamentable espectáculo de pasar de un partido a otro, en estos últimos casos al Partido Colorado, refleja igualmente la limitada fuerza de la oposición, tal vez por la falta de recursos económicos y de propuestas convincentes.

El ciudadano, que tiene el poder de elegir, se encuentra atrapado en un juego perverso donde su voto es moneda de cambio para ambiciones personales y políticas.

La ceremonia de juramento, ese acto solemne donde se invoca a Dios y a la Patria como testigos de lealtad, se convierte en una farsa cuando los representantes del pueblo cambian de bando sin consecuencia alguna. ¿Dónde queda la responsabilidad ante aquellos que depositaron su confianza en ellos?

La ilusión de un cambio real se desvanece cuando los elegidos traicionan esa confianza atada a sus partidos, y hace repensar sobre la garantía del actual sistema democrático. Esto, porque la falta de castigo a los tránsfugas solo alimenta el oportunismo político, como se ha visto hasta ahora.

El voto, esa herramienta sagrada de expresión ciudadana, se ve menoscabado cuando los intereses finalmente resultan personales y prevalecen sobre los ideales colectivos. Y eso es una estafa electoral que afecta los principios democráticos y mina la confianza del ciudadano en sus representantes y en las instituciones.

smoreno@abc.com.py

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