Lavafatos y chupavotos

Los falsos colorados, conocidos como “coloretes”, son una secta diabólica que sigue lacerando la república. Es una casta de granujas, inficionada en un partido con tradición, una entidad que fuera asaltada y vaciada de toda su esencia y condición.

Cargando...

 

Estos falsos colorados jamás abrazaron el catecismo del bien propugnado por esta asociación de antaño, solo la enturbiaron y la aprovecharon como herramienta para cometer el mal, para instalar y dominar los trajines del submundo del crimen y todo lo que este dentro de la marginalidad social y republicana. Son bucaneros que se baten al margen de la ley.

Actores y protagonistas de hechos delictuales, enseñaron cómo confeccionar un delito. Son discípulos aventajados sus propios congéneres de otros partidos y un gran sector del pueblo sumiso. Entonces se aglomeran y forman un equipo para la ilegalidad, para el ejercicio del poder imbuidos por una mafia corporativa, modalidad adoptada para el ejercicio de un oprobioso sistema de gobierno.

El hampa vive y goza de buena salud en Paraguay, cada día tiene mayores vitaminas. Antes eran los milicos, hoy son los políticos, mañana quien sabe. Lo que si vemos y estamos seguro es que el pueblo decente está siendo atormentado y masacrado por la claque indiferente a las ideas y al pensamiento, impasibles a las querencias y al patriotismo, indolente con nuestra historia vilipendiada y hecha pedazos.

Esta cúpula no se apea del statu quo, exprime al estado para su propio provecho y solo podrá ser removida por la fuerza. Está visto que con el sufragio, con los votos del pueblo es imposible, porque todo lo cocina, lo compra y lo pervierte. La manipulación es descarada y el robo a la voluntad popular ya resulta repugnante y desgarrador. Han logrado socavar a la nación.

Estos “coloretes” desteñidos utilizan a la patria para enriquecerse, ampararse y estar libres de culpabilidad. Colocan a toda la parentela, vecinos y amigos como asalariados del estado. Exprimen los estamentos públicos. Monopolizan las licitaciones. Acaparan las proveedurías en todas las especialidades. Se organizan para el robo, rebasan las estructuras y en su puja voraz no conocen de límites.

Antes el ejército era el brazo amenazador de los militares, hoy es la justicia el aparejo armado de los políticos. Jueces, fiscales y magistrados son el látigo del pueblo, a quienes les procesa, les imputa y les condena. Los políticos en cambio, son querubines inmunes, protegidos por la coraza subliminal de los agentes y personeros judiciales. Los “coloretes” vienen rifando al país. Obras emprendidas bajo contratos fraguados y secretos, todas amañadas y sobrefacturadas. Acaparan la producción nacional. Elaboran contratos eternos para apoderarse de la infraestructura de la nación. Todo lo público está en manos privadas, de los actores de siempre. La cultura de la apropiación no se agota, crece y campea brutalmente.

Paraguay vive ordeñado, raquítico. Esta no es democracia, es el continuismo liberal para seguir con la succión y el despojo ilimitado e incontenible, practicado durante los 35 años de tiranía de Alfredo Stroessner. Sus hijastros, hurreros y nietos políticos le dan marcha imperecedera al sistema que no es más que la corrupción sectaria en su máxima expresión.

La perennidad, la eternidad, la perpetuidad, la inamovilidad, representan el estancamiento y el subdesarrollo, son prácticas medioevales nefastas, enfermedades mortales para una nación y una sociedad moderna. La reelección es el método retrógrado para lograr el continuismo, la plaga mayor que infesta el ánimo y la psiquis de la gente y de una república. Lo venimos señalando hace más de 40 años.

Este artículo 229 de la Constitución Nacional es la mejor del mundo, por ende, intocable. Es el único párrafo que debe ser eterno porque se convirtió en la vacuna de la sociedad enferma, pandemia generacional e histórica del Paraguay. Y conociendo al ser vernáculo, esta modalidad salvaguarda la integridad y la salud de la patria.

La mente podrida del ser humano pretende licencia para sus exabruptos, por ello, la no reelección es un freno y resulta fundamental o estratégico, siendo la Constitución más vanguardista en este menester. Por consiguiente, el presente y el futuro debe estar respaldado por un eslogan nacional: “reelección NUNCA, renovación SIEMPRE”.

Todos los fatos de este gobierno y de los anteriores, fueron blanqueados. Paraguay es una lavandería de hecho. Un paraíso para el malevaje nacional e internacional. Aquí el “lavafatos” es una institución, donde conviven asaltantes, coimeros, contrabandistas, traficantes, sicarios, evasores, planilleros y rateros. Están mimetizados entre nosotros como ciudadanos comunes, libres, admirados, envidiados y respetados.

El régimen de HC es un “gobierno ladrón”, de la apropiación indebida, del atropello inmisericorde, del sometimiento al pueblo y del crimen de rivales políticos. Se engulle al estado y lo vende al mejor postor. Es la antipatria, contraria a la doctrina del partido colorado y a los principios nacionalistas de los paraguayos. Su estilo, el terrorismo de estado, es el arma de los miserables.

Dios, amor y república no existen en este gobierno; ética y moral mucho menos; decencia y valores supremos son asqueados y arrojados a la cloaca. Por el contrario, siempre está presente el menoscabo, la deshonestidad y el gansterismo a ultranza, estos “tesoros” emergen todos los días, en cada gesto, en cada paso y en cada acción.

Para completar los atributos del continuismo mbatara, la dupla Cartes-Marito se convirtió en un vulgar “comevotos”, un hábito identificatorio de los “coloretes”, palidecido y “rosadito” por la falta de limpieza e integridad. Como el robo está en el plasma de los falsos colorados, les fue fácil mamarse los votos de la gente, convirtiéndose en los “chupavotos” de la voluntad popular.

La virtud egregia de la mafia política “colorete”, confluye en los episodios llamados “lavafatos” y “chupavotos”, dos tareas putrefactas para quedar “limpios” y con el poder omnímodo, con la licencia impune y con la felicidad burlona a la vista de todos. El pueblo paraguayo seguirá victimizado por otros cinco años más, hasta que un día reaccione al llamado de su conciencia y del tronar del turututu.

alcandia@abc.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...