/arc-anglerfish-arc2-prod-abccolor.s3.amazonaws.com/public/3EZF3TRTWJC7HGYKWJDK4Q4FYU.jpg)
Cargando...
Suena tan simple contribuir con la limpieza, solo es arrojar algún objeto o envase que ya no sirve al lugar que corresponde: el basurero. Sin embargo, día a día vemos gente ensuciando las calles; algunas personas que no siguen las normas son las primeras que luego se quejan de las condiciones deplorables de las ciudades.
“Cómo luego vamos a progresar si el país no está limpio”, “qué vergüenza, llueve un poquito y ya se inunda todo” son algunas de las frases que más escuchamos. En lugar de quejarnos tanto, se podrían organizar grupos de limpieza, contribuir con acciones y no con meras palabras.
Las calles están llenas de baches, no se encuentran preparadas para las lluvias intensas y los desagües no dan abasto, ya que las basuras obstaculizan el paso del agua. Ante el mal estado de estas infraestructuras, el ciudadano pone su granito de arena tirando la botellita de su gaseosa por la ventanilla del colectivo para que vaya empeorando.
Son muchas las enfermedades que pueden llegar a ser causadas por los desperdicios que se encuentran en alguna esquina o por la simple agua estancada: el dengue, las infecciones, las complicaciones gastrointestinales, entre otros, son algunos de los graves problemas que puede generar la inconsciencia ciudadana.
Al principio, pareciera que arrojar una botellita no va a causar ningún daño, pero qué pasa si eso mismo piensa un centenar de personas. Ahí ya cambia la perspectiva. “Qué lo que va a causar una basurita más, todos tiran”, es una típica excusa. La forma de pensar de algunos es incorrecta; si no se puede cambiar a todos los que están haciendo algo mal, por lo menos uno mismo debe tratar de mejorar y no ser parte del problema.
Con respecto a otras naciones, no hace falta ir muy lejos para darnos cuenta de lo mal que estamos; cualquier extranjero tiene una mentalidad formada, pues tirar las basuras donde corresponde en realidad es algo muy lógico y rutinario.
El problema que hay acá es que, desde chicos, los niños ven a sus padres arrojar cualquier cosa a la calle y crecen pensando que eso está bien; a medida que pasa el tiempo, el niño va aprendiendo que no se debe tirar basura en cualquier lugar, pero como todos lo hacen, no le importa y repite la acción de los mayores.
Hay que servir de ejemplo para los niños, enseñarles que nunca se deben ensuciar los rincones de nuestra ciudad, porque es el lugar donde vivimos. Si mejoramos en el aspecto de la higiene, todos salimos ganando; los chicos van a ser más educados, los ciudadanos se quejarán menos y, por sobre todo, nuestra nación será más limpia y acogedora.
Diego Benítez (18 años)