“Lastimosamente, hay muchos correligionarios que no entienden, que creen que los cargos que tienen son porque son guapitos, porque tienen la pared llena de títulos. Pero los que llegan a los cargos llegan gracias al Partido Colorado y eso es lo que vamos a votar el 30 de abril”. Con estas palabras sinceras, el candidato presidencial Santiago Peña creyó necesario desengañar a sus correligionarios instalados en la función pública. Ellas fueron muy aplaudidas por los de Itaipú Binacional, que no se ofendieron en absoluto por ser tildados implícitamente de buenos para nada. Los “servidores públicos” deberían estar agradecidos a la ANR y a sus respectivos padrinos. Y que los electores lo sepan: si votan por el partido oficialista, lo harán para que sus miembros ocupen un cargo público, aunque no sepan cómo ejercerlo o no tengan ganas de trabajar. El desparpajo comentado recuerda el de Horacio Cartes, cuando en 2021 afirmó en San Juan Bautista (Misiones) que afiliarse a la ANR implica la “esperanza de acceder a un trabajo”, debiendo entenderse que el “trabajo” se realizaría en el aparato estatal, con independencia de los atributos del flamante colorado; más aún, en la misma ocasión, instó a los dirigentes colorados a que “sigan haciendo tráfico de influencias cuando sea para servir”, ignorando olímpicamente que así incitaba a delinquir.
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