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La primera meta del nuevo intendente de Asunción, Mario Ferreiro, será demostrar a los habitantes de la ciudad que tiene condiciones para encarar y resolver muchos de los problemas que aquejan a la misma. Pero esto, a su vez, requiere una condición previa: tiene que probar que las personas que escoja para integrar su equipo de trabajo reúnen las condiciones de aptitudes, destrezas, probidad, dedicación y compromiso personal con el éxito de los resultados.
En cuanto a funcionarios y contratados comunales, encontrará en las planillas cerca de diez mil, según se estima. Esta enorme cantidad de gente será un grave obstáculo a la calidad de su gestión. Muchos de ellos no concurren a trabajar, y con que se les obligue a hacerlo será suficiente para que renuncien, porque lo más probable es que se trate de planilleros que viven de otras actividades económicas.
Por otra parte, entre los que concurren a las oficinas, no son pocos los que lo hacen por mero trámite; y, al concurrir, molestan a los que trabajan, gastan recursos públicos inútilmente y dan a los que acuden a las oficinas municipales a realizar trámites ese feo espectáculo de observarlos comer, beber, chatear, limarse las uñas o leer revistas.
A estos últimos es preciso que Ferreiro los distribuya en los muchos puntos débiles que tiene la institución en cuanto a servicios, de tal manera que todos tengan alguna tarea provechosa que realizar y no saquen el sueldo gratis. La Municipalidad de Asunción requiere urgentemente una gran reforma en materia de recursos humanos, de tal suerte que, si no se pueden cancelar los nombramientos y contratos de la gente inútil para la institución, por lo menos se les encuentre la manera inteligente de obligarles a producir algo.
Esta reforma en materia de recursos humanos modificará profundamente la Municipalidad capitalina y le dará una dinámica cualitativamente muy superior; pero se trata de un intento que ningún intendente anterior quiso realizar; el motivo es harto conocido: no se animaron a desafiar a los “padrinos” partidarios, a los sindicatos corruptos y a sus propios operadores electorales.
Pero Mario Ferreiro está en posesión de la enorme ventaja de no tener deudas políticas muy grandes que pagar, y, por tanto, no debe dejarse intimidar o anular por los sinvergüenzas enquistados en la Municipalidad, esos mismos que obstaculizaron muchos buenos proyectos de sus antecesores.
Recursos económicos no le faltan a la Comuna capitalina; tampoco la ciudadanía resta su apoyo a sus nuevas autoridades. De modo que, con directores apropiados, con redistribución de tareas, con reducción de personal excedente, con buenos proyectos de interés público y con la determinación de llevarlos adelante, Ferreiro podrá hacer una excelente gestión. Pero si no logra poner a trabajar a sus miles de funcionarios y contratados, lo demás no le servirá de mucho. Si así ocurriese, mejor olvidarse de las ilusiones y las promesas. Será uno más en la lista de los fracasados.