Cuidado con los micropoderes

El gobierno del presidente Abdo Benítez comenzó en agosto pasado con una inusitada efervescencia que por el momento le favorece, primero por no ser aún el objetivo del malhumor social y segundo por interpretar correctamente el fenómeno y ubicarse en el lugar correcto con las medidas acertadas.

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Está acompañando, léase bien, acompañando; no participando del proceso ciudadano de poner en la calle y en algunos casos en la cárcel a los corruptos, miembros de mafias enquistadas en el poder. En algunos casos se manifiesta solo con señales, en otros celebra abiertamente los resultados, en ocasiones deslinda territorio pero sin ocultar la mano que arrojó la piedra.

Y la noticia nueva es que la ciudadanía ya no es tonta para no interpretar mensajes y para no hacer lectura comprensiva. Tiene sus momentos –es cierto– pero este es el momento de lucidez y activismo fuerte y permanente que no deja respirar a todos aquellos con cuentas pendientes.

Claro que no podemos decir: se terminaron esto y aquello; no porque pueden volverse a dar situaciones totalmente contrarias a lo que venimos señalando, sin embargo las nuevas situaciones habría que observarlas y valorarlas como realizadas sobre un cliché tradicional de indiferencia que siempre arrastrará aún a mucha gente a su antigua horma.

No obstante para comprender el valor de la inusitada efervescencia ciudadana habría que tomar nota del proceso de nombramiento de dos nuevos ministros de la Corte y su contracara el golpe dado por la familia Bacchetta para controlar el Consejo de la Magistratura y el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados; la caída del imperio de los González Daher; del ex fiscal general del Estado; del diputado Ibáñez, la caída del imperio de los Zacarías Irún; el desmantelamiento del aparato de un imitador del supernarco Pablo Escobar (Cucho) y de la familia D’Ecclesiis, la expulsión del narco brasileño Marcelo Piloto. Todos ellos teniendo como protagonista a una ciudadanía activa pisando los callos a los tomadores de decisiones, para hacerlo de la manera correcta.

Es aquí donde adquiere valor la advertencia de Moisés Naím sobre la naturaleza actual del poder: hoy día es fácil llegar al poder, lo difícil es conservarlo. Marito tiene dos ventajas frente a probables situaciones límites de crisis. Es colorado (no afiliado de conveniencia) y está protegido por unas Fuerzas Armadas, también colorada, no así por la otra fuerza pública: la Policía, que está infiltrada por la mafia y hasta podría constituir fuente de inestabilidad de su gobierno.

Con Marito se da el segundo caso en la “transición” de 30 años que la ANR tiene en el Palacio de López a políticos colorados de cuna; el primero fue Duarte Frutos. La experiencia demuestra que el Partido Colorado no los abandona si comprueba autenticidad en su identidad, pertenencia y militancia. De ahí nuestra observación en la columna anterior de que un Partido Colorado conducido por una verdadera autoridad partidaria (no por títeres) será su mejor garantía para conservar el poder.

Sin embargo, no debe perder de vista la cuestión observada magistralmente por Naím de que estamos en la era del fin del poder en cuanto a tamaño, dominio y alcance. Es la era de los micropoderes que resultan de un cambio que se viene dando en el Paraguay. Ya nadie puede considerarse dueño absoluto del poder, ni las FF.AA. ni la ANR, ni la Policía, ni el Parlamento, ni el Poder Judicial, ni el Ejecutivo.

Los micropoderes son los que ahora tienen capacidad de tumbar gobiernos, sin necesidad de grandes multitudes ni grandes adhesiones, pero sí con el imprescindible poder de las redes sociales y la sicosis que puede generar las alianzas tácitas de varios rejuntados con una base de descontento, malhumor y resentimiento. Estos detalles son más peligrosos que el tradicional internismo partiditis, en el cual se invierte demasiado tiempo.

ebritez@abc.com.py

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