¡De qué púlpito viene la prédica!

“¡Imbécil, inútil, incapaz, miserable!” fueron las expresiones del diputado Eusebio Alvarenga, en medio de un vehemente discurso ante el pleno de la Cámara Baja, para descalificar la labor del comandante de las Fuerzas Militares, general Luis Gonzaga Garcete. ¡Penosa y lamentable la actitud del legislador! Sabemos que no existe la figura de “abuso de impunidad” para calificarla... pero el Sr. legislador lo ha perpetrado. Y para mayor gravedad, con la complacencia de la plenaria, pues no se reportó de nadie que manifestara su desacuerdo. O que el colega que presidiera la sesión le llamara la atención por el lenguaje soez e irrespetuoso utilizado para referirse a un miembro tan prominente de las Fuerzas Armadas de la Nación.

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El diputado Alvarenga sabe que el único “estamento inimputable” en el Paraguay es el Parlamento Nacional. Es consciente de que puede decir lo que quiere y cuando quiera, a pesar de que su obligación es apelar a los recursos institucionales y procesales para interpelar a otro miembro de los poderes del Estado. Tiene la potestad de convocar a cualquier funcionario con responsabilidades dentro de cualquier estamento nacional para solicitar informes sobre su actuación, manifestarle desacuerdos sobre su gestión o inclusive plantear su remoción si recolectara los argumentos necesarios para que el procedimiento se encarrile por los mecanismos legales correspondientes.

El ofuscadísimo diputado se omite siquiera de considerar que SU Partido Liberal, SU presidente Federico Franco y los nombrados por este incurrieron en el mismo fracaso que le atribuye al general Garcete.

Sabe como todo el mundo, que la emergencia de la banda de forajidos y narcotraficantes del norte son secuelas de años de abandono y de criminal irresponsabilidad de las instituciones del Estado... por lo que Don Eusebio tiene que saber, que la mayoría de los departamentos de esta región han sido feudo de su partido desde el advenimiento de la democracia.

El parlamentario tiene muchas atribuciones, y de recursos... ni hablar. Pero ninguno de sus componentes es quién para hurgar en el legajo de un jefe militar para seleccionar “las perlas de su alforja”, como diría el poeta. Porque si hiciéramos lo mismo en el Parlamento Nacional, la falta de quórum consecuente sería eterna.

En resumidas cuentas, el parlamentario sabe que lo que se dice en una sesión de cualquiera de las cámaras resuena en el mundo entero. Y si no lo sabe debería prestar atención a las resonancias que nos vienen de afuera para percatarse por si acaso, algún Estado Nacional comete la imprudencia de manchar la reputación de sus uniformados. Por más culpas que tuviera. Con semejante menoscabo... ¿quién tendría autoridad para hacer frente a cualquier peligro que acecha a la Nación?

Las groseras alusiones del diputado Alvarenga tampoco son justas porque si comparásemos el dispendio que reina en la Cámara frente a las obligadas carencias de nuestros compatriotas; o si confrontáramos la distensión y el despilfarro parlamentarios con la inevitable austeridad de las instituciones públicas, se diría que es fácil denostar –y sentenciar a cualquiera– desde la impunidad y la falta absoluta de consecuencias por lo que se dice o hace. Y más si denigramos al miembro de un estamento que para llegar al grado de general y comandante, habrá tenido que sufrir –de seguro– mucho mayores privaciones y sacrificios que para fungir de diputado. La representatividad no será la misma, es cierto, pero si uno está sujeto a la obediencia debida, el otro, el de mayor representatividad y fueros, debería estar contenido por el decoro, la inteligencia, la capacidad de discernimiento y el respeto hacia sus conciudadanos.

Es más que claro entonces, que el diputado Alvarenga se trepó al púlpito equivocado. O en aras de la coherencia, debería usar el mismo tono –aunque no el mismo vocabulario– en la convención de su partido.

jrubiani@click.com.py

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