¿Dónde está la fuerza del cambio?

La capacidad de generar cambios sustantivos, de esos que de verdad dan a la sociedad un rumbo distinto, requiere por un lado de un liderazgo fuerte, contundente, y de un acompañamiento decidido, comprometido, de por lo menos algunos sectores organizados de la comunidad nacional.

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El liderazgo fuerte es el construido sobre el carácter. El liderazgo fuerte es el virtuoso que motiva positivamente. Con este tipo de liderazgo la gente hace mucho más de lo que se le requiere porque está convencida de una causa. En este caso, la sumatoria de esfuerzos individuales da un resultado mucho mayor que la agregación de resultados individuales porque el conjunto, el equipo, rinde mucho más.
Hemos confundido con demasiada frecuencia fortaleza con prepotencia, y autoridad con autoritarismo. Este comportamiento es el del jefe, del tendota, que establece una relación de mando y obediencia. Típica motivación negativa. Se hacen las cosas por temor a la sanción y no por la convicción. En estas circunstancias se pierde todo el potencial de la mejor gente. En este caso, el techo de la gente que puede volar muy alto es el propio escaso vuelo del director técnico.

El liderazgo positivo necesariamente es virtuoso. Me parece que son 4 las virtudes principales, cardinales. Dos en el eje de dirección y dos en el eje del movimiento.

En el eje de dirección tenemos la templanza como base y la justicia como destino.

Desde la templanza se toma el rumbo hacia la justicia. La templanza es la virtud que permitirá resistir los ataques y tentaciones para no salirse del rumbo, para no sucumbir y para saber distinguir entre el deseo personal y la causa colectiva.

La justicia es un bien superior de toda sociedad. Dar a cada uno lo suyo, en síntesis. Tratar a todos por igual sin considerar su aporte y esfuerzo no es equitativo; es fundamentalmente injusto.

En el eje de movimiento tenemos a la Fuerza, sin ella no podría moverse nada, y la prudencia, que es la que indica a qué ritmo, a qué velocidad se puede o conviene moverse en cada circunstancia. Se puede tener una Ferrari con capacidad de andar a 400 km por hora, pero si la pista no está en condiciones lo más probable es que se estrelle.

El líder, el conductor, sabe para dónde ir y con quién para no salirse del rumbo y a qué velocidad avanzar para evitar accidentes o atascamientos.

En la política, las discrepancias son normales y permanentes. Contradecir (decir lo contrario que otra persona) con frecuencia resulta necesario justamente para evitar contradicciones (Afirmación y negación que se oponen una a otra y no pueden ser verdaderas a la vez).

Cuando alguien se disgusta porque se le contradice, estamos en presencia de la soberbia, una de las características del jefe con motivación negativa.

Cuando alguien administra las contradicciones, estamos en presencia de un líder positivo.

Los grandes cambios solo se logran con liderazgos positivos. Los que seducen, los que construyen consensos y solo confrontan no para demostrar poder sino que como último recurso para evitar salirse del rumbo.

Precisamente, el poder del líder para cambiar estará en el carácter, en la sabiduría no en el bastón de mando. El “omandakuaa”, que antes generaba temor, debe tener un significado distinto porque genera esperanza.

El temor y la esperanza son los dos sentimientos que mueven el mundo. El temor paraliza y violenta. La esperanza convoca, genera optimismo y mejora las relaciones en la sociedad.

Pronto sabremos si estamos en el rumbo correcto.

Mañana: Más sobre la fuerza del cambio.

gonzaloarnulfo@gmail.com

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