La lección de Bolívar

La situación venezolana es preocupante. Las protestas contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro se desarrollaron con gran intensidad entre febrero y mayo del año pasado, en reclamo de acciones concretas contra la inseguridad, el desabastecimiento y la inflación. Las primeras marchas tuvieron lugar en Táchira y fueron encabezadas por estudiantes universitarios, aunque luego se sumaron otros sectores. El Gobierno reaccionó violentamente y reprimió con brutalidad las manifestaciones.

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Para ello usó la Guardia Nacional y la Policía Militar, además de grupos parapoliciales. Los enfrentamientos dejaron decenas de muertos y centenares de heridos. En forma paralela, fueron arrestados numerosos líderes estudiantiles y varios dirigentes opositores, entre ellos gobernadores y alcaldes. El caso más sobresaliente fue el de Leopoldo López, quien ya cumplió un año de reclusión en una prisión militar.

La semana pasada se reiniciaron las protestas y el Gobierno encarceló al alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, acusándolo de integrar una supuesta conspiración golpista. Pocos días atrás, en la línea trazada por su predecesor y mentor, el fallecido líder bolivariano Hugo Chávez, Maduro arremetió agresivamente contra el gobierno de Estados Unidos, acusándolo de atentar contra la independencia de su país: “A Venezuela se la respeta, ¡yanquis del carajo!”, fueron sus palabras.

La República Bolivariana de Venezuela enfrenta una crisis política, social y económica muy grave. Esa crisis, sin embargo, no es ajena a su historia, siempre aleccionadora. A mediados del siglo XVIII, las tierras españolas en América eran escenario de una gran agitación social y política en demanda de reformas. A principios del siglo XIX comenzaron a establecerse numerosas juntas locales, que declararon su independencia de España. Mientras la Corona española se afanaba por defender su imperio unido, Simón Bolívar, un caudillo militar venezolano, se mostraba decidido a luchar por la libertad. En 1813 aseguró la independencia de Venezuela y, ese mismo año, hizo público el llamado “Decreto de guerra a muerte”, en virtud del cual se avalaba la ejecución de los civiles españoles que no apoyaran la independencia. No obstante, las fuerzas españolas contraatacaron y realizaron progresos en el restablecimiento del poder de la Corona. Bolívar, como principal cabeza visible de la lucha, convocó un congreso en la ciudad venezolana de Angostura. Allí, en un célebre discurso pronunciado el 15 de febrero de 1819, expuso sus ambiciosos objetivos, una vez garantizada la independencia. En sus propias palabras: “Es necesario que se fortifique todo el sistema de gobierno y que el equilibrio se establezca, de modo que no se pierda, para que no sea su propia delicadeza una causa de decadencia. Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la democrática, su estructura debe ser de la mayor solidez, y sus instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de gobierno y no un sistema permanente; contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica, y no con un establecimiento social donde tengamos felicidad, paz y justicia”. Bolívar deseaba crear un estado federal con un presidente dotado de muy amplios poderes. Seis meses después de pronunciar su discurso, obtuvo una importante victoria sobre las tropas españolas en la batalla de Boyacá, en Colombia. Tras ese triunfo, fundó la República Federal Independiente de la Gran Colombia, convirtiéndose en su primer presidente. A pesar de sus éxitos, Bolívar tuvo que luchar para mantener el control de la Gran Colombia. Los levantamientos y el desarrollo de diversas corrientes disidentes se sucedieron en todo el territorio de la nueva república y el ambicioso modelo que había propuesto se mostró difícil de materializar. En 1828, en un intento de restablecer el orden, se declaró dictador de la Gran Colombia, lo que no hizo sino aumentar la disidencia y fue la causa de un intento de atentado contra su vida. En abril de 1830, Bolívar renunció a su cargo proclamando, extenuado, “los que sirven a una revolución aran en el mar”.

Son imágenes y lecciones de la historia.

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