Mientras tanto, urbanidad

“Los dos secretos de mi éxito son mi ingenio y mis excelentes modales” (Don Gato y su pandilla –1960–)

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Con toda la razón las organizaciones de personas con discapacidad física exigieron al Viceministerio de Transporte que, dentro de la adquisición de los 500 ómnibus nuevos subsidiados por el Estado, figuren también colectivos con elevadores. Navegando podemos ver cómo otros países tienen un sistema de colectivos modernos y adaptados para toda la población. No solamente las personas que sufrieron alguna enfermedad o accidente sufren la falta de infraestructura sino también las personas mayores, las embarazadas y los niños. Entre esas fotografías callejeras que quedan en la memoria, guardo la de una pareja de ancianos levantando sus débiles brazos para parar un colectivo, que los dejó plantados bajo un sol de 40 grados, obligándolos a esperar otra unidad quién sabe cuánto tiempo. Si alguno de los dos hubiera tenido una descompensación grave por la espera en plena calle, el criminal jamás habría sido descubierto. Los niños pequeños sufren terrible violencia diaria, incluso de parte de los propios padres u otros adultos que los acompañan, quienes los reprenden constantemente para que se apuren, en vez de exigirle al chofer que pare y espere.

Sabemos que estos males no son mera culpa del chofer, también de una cadena de problemas. Pero el chofer sí puede mejorar en gran medida y dar el ejemplo a otros colegas y usuarios del transporte público. Y este mismo pedido va para a los automovilistas nerviosos. Recuerdo una vez, cuando ayudaba yo a bajar a una señora mayor, el colectivero se detuvo unos minutos como corresponde y el conductor de la camioneta de atrás, al tener que esperar un par de minutos, empezó a bocinar como loco.

Todos los usuarios queremos buses, no camiones viejos con la estribera altísima, un motor que aturde, interiores sin pasamanos o asientos rotos, entre más “tonterías” ignoradas por los empresarios. Cuántos accidentes nada menores se evitarían teniendo un mínimo de supervisión de las autoridades.

Mientras arriba se ponen de acuerdo cerrando negocios, dejando pasar décadas para resolver el tema, nos queda angustiarnos o apelar a la vieja fórmula del granito de arena para sobrevivir: subirnos en las paradas, no ocupar el asiento con bolsas, etc. Los choferes en oficio: ser amables con los pasajeros, no tomar tereré ni hablar por celular, si no entienden la calle que se les pregunta, digan: “señor, señora, no sé, no le entiendo”, pero no afirmen irresponsablemente por sacarse de encima el tema, no sobrecargar las unidades en las horas pico, etc.

Tomemos actitudes simples y lógicas de urbanidad para suavizar las tensiones que todos tenemos, paralelamente a los justos reclamos y escraches sociales.

Sería interesante que las organizaciones que dicen trabajar contra la violencia, vean la complejidad y las distintas violencias, no solo el morbo en las relaciones sentimentales y las instituciones. La calle y el colectivo también existen.

lperalta@abc.com.py

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