No somos estúpidos

SALAMANCA. No sé qué resulta más duro de soportar: si el espectáculo que está ofreciendo un grupo de analfabetos jurídicos tratando de masacrar la Constitución Nacional nada más que para satisfacer sus apetencias personales. O bien el trato que nos están dando, convencidos ellos de que son inteligentes y nosotros nada más que una tropilla de estúpidos. Por favor, por lo menos trátennos con respeto; somos ciudadanos comunes, es verdad, pero que guardamos con mucho celo nuestra dignidad. Pobres y sin poder, pero somos dignos. Y ustedes, señores políticos, no ofrezcan tan triste espectáculo, compórtense de manera digna ante la gente. Y si no la tienen, por lo menos disimulen.

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La recogida de firmas para lograr que la Constitución sea cambiada y permita que el presidente Horacio Cartes pueda presentarse de nuevo como aspirante al cargo no es nada más que una mascarada. Los argumentos presentados por el oficialismo son tan endebles, tan inconsistentes, tan arbitrarios, tan quebradizos, que se pueden venir abajo al más imperceptible soplo. Quieren recoger 30.000 firmas para validar un cambio de la Carta Magna que no se puede realizar porque la propia Carta Magna lo prohíbe. Este no es el camino ni podrá serlo incluso en el caso de que reúnan siete millones de firmas; es decir, la totalidad de la población del Paraguay.

Lo que está ocurriendo es grave porque no se trata de una enmienda de la Constitución, sino un golpe de Estado. Estamos volviendo al pasado a pasos veloces. Dudo de que Cartes tenga las condiciones de Stroessner para instaurar una dictadura parecida. Pero ello no aleja el temor de que volvamos a un régimen personalista, autoritario, verticalista, autocrático. Por lo pronto, las seccionales coloradas han puesto de nuevo en marcha aquellos mecanismos que las convirtieron en un brazo esencial de ese poder autocrático. A través de concesiones a veces económicas, a veces cuotas de poder, se creó un sistema clientelista que se manejaba a través de la irracionalidad.

No sé por qué tenemos una memoria tan flaca. Recuérdese aquella época en que gente de esas seccionales, civiles portando armas de fuego, patrullaban la ciudad y quien no tenía su carnet de afiliación al Partido Colorado no podía transitar por las calles entre las diez de la noche y cinco de la mañana. Quien a pesar de todo lo hacía, era “detenido” (el término correcto es “secuestrado”) y obligado a pasar la noche en el local de la seccional más próxima. ¿Se puede imaginar un sistema más perverso y más ignominioso? Apenas derrocada la dictadura, el presidente de una seccional colorada del interior vino a Asunción a hacer unos trámites que no tuvieron el resultado esperado y declaró a una emisora de radio: “A dónde vamos a ir a parar, si un presidente de seccional no puede sacar a un preso de la cárcel ni nombrar a una directora de colegio de su comunidad”.

¿Por qué nos hemos olvidado de todo esto? Ahora vamos a pagar, muy caro, el no haber guardado la memoria de las humillaciones, de la indignidad, de las afrentas a que fuimos sometidos entonces. Quienes no pasaron por todo esto, pronto lo conocerán.

La ciudadanía tiene derecho a decidir. Sí, señor, claro que lo tiene. Entonces, si quieren recolectar firmas que pongan mesas en la calle y que la gente se acerque libremente a firmar, cuando quiera, como quiera y adonde quiera, no llevar las planillas a las oficinas públicas y convocar a los empleados para que firmen bajo la mirada escrutadora de su jefe. Es exactamente lo que decía Evo Morales y que reproduje en mi artículo anterior con motivo de la visita del Mandatario boliviano. Decía él que cuando le advertían que estaba haciendo algo ilegal “le meto, no más y luego les digo a mis colaboradores que lo legalicen, que para eso estudiaron”.

Estoy convencido de que la Constitución terminará siendo modificada. Estoy convencido de que Cartes se presentará a la reelección al igual que los escombros Fernando Lugo y Nicanor Duarte Frutos. Gane quien gane, llevará a cuestas la carga de la ilegitimidad que no podrá ser borrada por todo ese ejército de adulones, zalameros, melosos, carantoñeros que viven volando en círculos sobre los centros de poder, como los cuervos sobre la carroña, porque de ella se alimentan. Lo único que me pregunto es si esa gente no tendrá familia frente a la cual debe mostrar su verdadera cara, pero ella no es otra que la cara de la desvergüenza, el bochorno y la degradación.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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