Salir del barro y la podredumbre

Contrariamente a la propaganda oficial el gobierno a punto de irse nos deja un país con grandes dificultades y retrocesos. En materia de infraestructura se hicieron obras, merced a un gran endeudamiento exterior pero, en materia institucional y de moral de quienes deben dar el ejemplo estamos hundidos como se ve en estos días numerosos y lamentables ejemplos.

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Lo malo es que las señales del nuevo gobierno en esa materia no son positivas y corremos el riesgo, aunque parezca difícil, de empeorar.

La administración de Horacio Cartes se manejó en estos cinco años con una máxima no expresada pero si aplicada de que el fin justifica los medios.

Otra cuestión adoptada fue que las obras públicas son buenas para el país, pero son mejores si para hacerlas se beneficia a “los amigos”.

El cartismo manejó también la poco original costumbre de premiar a los leales y obsecuentes, sin importar que algunos fueran delincuentes consuetudiarios o corruptos irredimibles.

Castigó a los “desleales” y a los demasiado pedigüeños así como aquellos con veleidades éticas o conflictos morales que automáticamente entraron también en la categoría de desleales.

El discurso cartista de la transparencia y de que lo público es público escondía, según verificaron las investigaciones periodísticas, el ocultamiento de negocios de los amigos, la repartija de cargos y prebendas destinadas a la compra de lealtades, por citar las cuestiones más evidentes.

Esta realidad, muy clara para la opinión pública, le sirvió al entonces pretendiente a la presidencia, senador Mario Abdo Benítez, para marcar diferencias y distancia en el discurso.

El líder de Colorado Añetete utilizó también la falta de prosapia colorada de Cartes y su poco roce con la dirigencia de base del partido (que trató de remediar a último momento a platazo limpio y con un discurso de un supuesto repentino amor republicano poco convincente).

También favoreció a Abdo el impulso que dio HC a afiliados de otros partidos en la ANR, como el ínclito y perínclito Santi Peña, sorprendente candidato a presidente de la República o a ignotos dirigentes, como Pedro Alliana, inesperadamente catapultado a la jerarquía de jefe partidario.

Abdo Benítez tiene el desafío de tener una gestión con verdadera transparencia y una inyección de moralidad a las instituciones públicas. Debería comenzar con gestos firmes que, hasta ahora, no se ven en la medida esperable.

Frenó el atropello a la Constitución de Cartes para ser senador activo, “sacrificando” a su aliado Nicanor Duarte Frutos que tenía las mismas intenciones.

Sin embargo, su entorno político está dando mensajes muy negativos desde el Congreso, como el blindaje concretado ayer al indecoroso diputado José María Ibáñez y el silencio cómplice sobre la permanencia de personajes como el senador Oscar González Daher.

Como cuestión “a favor” se puede decir que, en términos morales, el panorama político es tan nocivo que cuesta pensar que vaya a ser peor.

Sin embargo, la clase política de nuestro país ha dado muestras de una gran capacidad para enlodarse siempre un poco más.

El mandatario electo tendrá enemigos dentro de su mismo partido y deberá tener la capacidad de tejer alianzas, aunque sea coyunturales, con diversos sectores políticos.

El discurso de Abdo Benítez en la campaña electoral parece haber sido simple discurso.

Puede que el nuevo mandatario tenga buenas intenciones, pero no sabemos sobre su capacidad de llevarlas adelante. 

Las experiencias pasadas, lejanas y recientes, invitan, como mínimo, a ser desconfiados.

mcaceres@abc.com.py

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