Sin violencias

Muchos hombres y mujeres dicen anhelar un mundo sin violencia, pero hay diferencias morales y éticas entre unos y otros. Para algunos es un sueño, para otros la paz es una manera de ser, para otros es una oportunidad política, un pensamiento de moda, un empleo. Así sucesivamente podríamos hallar muchas razones y perfiles. En estos días, por su fecha específica, los medios masivos se han hecho eco de la violencia contra la mujer, una campaña unidireccional en que sin previo juicio se determina a la víctima y al culpable. La ley integral contra la violencia de género parece ser veloz pero no barata ni justa. No obstante, lo bueno de la exageración y el extremo es que hacen que las personas se expresen cuando sienten que se quiere razonar por ellas.

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Las mejores campañas de cambio social son las que nadie paga, las que hacemos diariamente mediante el diálogo y el ejemplo que proyectamos. Hombre y mujer somos parte vital de la sociedad y somos, antes que nada, referentes fundamentales ante los niños, los que están y los que vendrán.

Hay mucha presión en aprobar leyes contra la violencia hacia la mujer, pero sin educación real y cambio cultural, de nada va a servir, salvo para generar oficinas y cargos.

Dentro de las campañas contra la violencia, surgen otras populares, digamos así, donde es posible leer frases e imágenes agresivas; por ejemplo, el grupo Femen (mujeres que se desnudan y provocan aduciendo que de otra manera no serían escuchadas). Estas manifestaciones democráticas, sin embargo, se van volviendo comunes y peligrosas en las sociedades, porque socavan los valores básicos de respeto mutuo.

Todos sabemos que la mayoría no quiere la violencia, que no se denigra a nadie, pero eso no significa una obediencia ciega a los planes feministas (corriente ideológica que sufre divisiones) sin cuestionar su lógica y sus decretos, cada vez más verticales. Cada caso de violencia intrafamiliar es diferente y cada lado merece ser escuchado.

La violencia que surge entre los padres se proyecta en los hijos independientemente de su sexo; si papá y mamá se pelean frecuentemente es muy probable que los hijos imiten esa forma en sus relaciones presentes y futuras. Recuerdo que un amigo me contaba: “Cuando yo era chico, veía a mi papá golpear a mi mamá (violencia física). De adulto supe qué cosas mi mamá le decía en voz baja (violencia psicológica)”.

Ningún sexo está por encima del otro ni debe tener privilegios legales. Lo correcto, a nivel prevención, es reconocer a ambos sexos con sus problemas característicos y entonces trabajar sobre las posibles soluciones para lograr acuerdos. Es violento y deshonesto atosigar a la población con imágenes publicitarias que “demuestran” que toda mujer vive siendo golpeada o lo será.

La violencia puede aprenderse, imitarse, puede ser instintiva; no hay ser en esta tierra que se salve de ser víctima y/o victimario en algún momento de su existencia: esa es la realidad sobre la que hay que trabajar en debate conjunto.

Estemos atentos, seamos cautos sobre cómo se presenta y se trata el tema de la violencia entre hombres y mujeres, por el presente y por el futuro de la familia y la sociedad.

lperalta@abc.com.py

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