Pesebre Caló, un Belén que une generaciones

En la calle Montevideo 750 se mantiene intacto el antiguo galpón que albergara durante décadas la herrería artística de don Gennaro Caló Rapetti. Ahora es el escenario de un gran pesebre napolitano montado por su hijo Pedro Juan Caló Claverol siguiendo una tradición familiar de antaño que -según guarda en su memoria- empezó en torno a la Plaza Italia en el año 1922.

El nacimiento de Jesús ocupa el centro del gran pesebre en el viejo galpón de la herrería de los Caló.
El nacimiento de Jesús ocupa el centro del gran pesebre en el viejo galpón de la herrería de los Caló.FERNANDO ROMERO

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De las cabriadas del techo al piso, el imponente pesebre habilitado el pasado domingo mide 7 metros de altura, otros 7 de profundidad y 13 metros de ancho.

En la parte superior la verdadera instalación decembrina está coronada por la fiel reproducción de la Ciudad Santa de Jerusalén. Sobre ella se aprecian palomas volando hacia adelante, tanto de la parte judía como de la musulmana, en señal de paz. La maqueta reproduce la parte Este del muro donde se puede apreciar la Puerta de los Leones, frente al Monte de Olivos y por donde los israelíes cruzaban para dirigirse al Templo.

“Las palomas en vuelo representa las almas inocentes que fallecen por la guerra. Se ven los viejos Olivos y también a un pastor tratando de salvar una oveja del precipicio. Es la parábola del buen pastor que deja a las 99 y va en busca de una que está perdida”, detalla Pedro Juan Caló.

En la parte inferior, aparte del nacimiento en Belén, se representan pasajes bíblicos como la Parábola del Sembrador, el Buen Pastor, el primer milagro de Jesús, la conversión del agua en vino en las Bodas de Caná así como la huida de la Sagrada Familia a Egipto cuando Herodes ordenó matar a todos los niños menores de dos años.

Tampoco faltan escenas de la vida asuncena con la burrerita o un galpón donde duermen las vacas.

Es que se trata de un auténtico pesebre napolitano recreado en Asunción como lo explica Martín Llano-Heyn, exembajador paraguayo en Italia: “El pesebre napolitano o Belén napolitano es mucho más que una simple representación de la Navidad. Cada escena, cada detalle esconde un significado y un simbolismo que recrean una tradición popular formada por relatos, leyendas anécdotas que, con el tiempo se han mezclado con pasajes del Evangelios para dar vida a una realidad única”.

Explica que los pesebres napolitanos nacieron a imitación de los protagonistas de la vida cotidiana en la Nápoles del 1700 con lavanderas, aguateros, carniceros, campesinos realizando labores del campo. De ahi que la calle San Gregorio Armeno en Nápoles -la calle de los pesebres por excelencia- se pueblan cada año de nuevos escenarios y personajes que incluyen actores, políticos, cabareteras y futbolistas contemporáneos, detalla Llano-Heyn.

Esos pesebres nunca han dejado de ser un espejo de la sociedad. Por eso, el pesebre de Pedro Juan Caló Claverol fusiona pasajes bíblicos con la vida asuncena, dijo el exembajador al elogiar la “dadivosidad y extrema exquisitez que incorpora la clásica escena del nacimiento”.

Desde la creación del pesebre por San Francisco de Asís en 1223 su preparación en las navidades se ha ido extendiendo por toda Europa, pero fue en Nápoles donde adquirió real esplendor con abundancia y perfección en la segunda mitad el siglo XVIII con verdaderas obras de arte elaboradas por los artesanos. Las figuras del nacimiento fueron fabricadas incluso bajo la protección del que más tarde sería Carlos III de España, rey por entonces del Reino de las Dos Sicilias, y que contribuyó a su difusión en la península Ibérica.

Los inicios de la tradición

Pedro Juan Caló Claverol cuenta que el mentor de la tradición familiar ya centenaria -con algunas pausas- se la debe a su padre Genaro Caló Rapetti (1910-1994), quien cuando apenas tenía 12 años ya preparaba un pesebre en la casa donde vivían cerca de la Plaza Italia.

Las figuras que utilizó pertenecieron a su abuelo Genaro Caló Fuscaldo y a su abuela Ángela Rappetti Caselli, el primero originario de Calabria y la abuela de Piamonte, es decir se unieron el norte y el sur de Italia para llegar al Paraguay.

La abuela enviudó muy joven a los 23 años y quedó con seis hijos. “Yo ya no conocí a mi abuelo y mi abuela quedó sola con sus hijos, hablando solamente en italiano, nada de castellano. Vivían frente a la Plaza Italia. Desde que yo tengo uso de razón, y por lo que me comentaban ellos, allí comenzó mi padre a armar el pesebre a la edad de 12 años con unas imágenes que mi abuelo había traido de Nápoles. Esas piezas lastimosamente se perdieron y ya no se hicieron más”, recuerda.

Es decir el pesebre que ahora cumple 101 años -con sus pausas- incluso es mucho más antiguo pero se pierde en las generaciones de los antepasados de la familia Caló.

Pero el Belén de su padre, que recuerda el Ing. Pedro Juan Caló Claverol, se convirtió en una verdadera tradición familiar y cobró fama en ese barrio poblado de italianos a tal punto de que los pesebres “competían”, por así decirlo, y llegaban a convertirse en una verdadera romería cada Navidad.

El barrio de los pesebres

Daniel Ferro, un antiguo poblador del barrio, tiene gratos recuerdos de aquella época. “De niño salíamos a visitar los pesebres en las inmediaciones de casa de papá (don Gilberto Ferro) uno mejor y más grande que otro y repleto de imágenes y casitas. Eran famosos los de la esquina de Montevideo y Piribebuy, hoy el cine que era la casa del actor Ernesto Báez. Allí podías estar horas hilando lugares y poses de las imágenes, cerros, verdor... El otro gran pesebre en esa cuadra algo más hacia arriba era el de la familia Caló. En casa era toda una ceremonia con papá. Una vez inventó una fuente de agua, y hacíamos los cerros con papel madera, azul, cal, ladrillo picado, yerba mate con engrudo, uff mira lo que recuerdo...”, cuenta al lamentar que se hayan perdido todas aquellas imágenes.

Estos recuerdos también memora Pedro Juan Caló al destacar que la abuela, Ángela Rapetti, siempre marcaba presencia en la navidad: “Nosotros, incluso, teníamos un árbol de navidad, que todavía se usaba muy poco en Paraguay. Por eso, ahora también rescato el árbol para ponerlo en un rincón”.

Con nostalgia menciona que el ritual que más les gustaba precisamente era el de visitar los pesebres vecinos. “Felices estábamos y tomábamos mucho clericó. Eran tan hermosos los pesebres de ka’avovei, con el huevo de avestruz o los huevos de aves pintados de colores. No había casi globos, pero sí otros adornos. Cerca de nuestra casa estaba la familia Reisófer, la familia de Ernesto Báez. Ellos tenían un pesebre muy grande y llamativo. Cada vez que llegaba algún pariente o amigo nosotros íbamos de nuevo con ellos para mostrarles ese pesebre. Y entrábamos hasta diez veces en una noche... La señora Antonia tenía tanta paciencia que cuando nosotros le decíamos ¿Podemos pasar a ver tu pesebre?, ella siempre abría las puertas y de buena gana nos decía: Adelante, mi hijo, pasen. Todas esas cosas se perdieron”.

Entre otros pesebres inolvidables del barrio cita el de los Fassano que estaba al lado del Mercado Número 3 en la calle Jejuí, con un estilo clásico europeo. En Colón casi Humaitá estaban las hermanas Mantero y varias familias más con sus pesebres abiertos a todo el vecindario.

Tomar la posta en el legado

Cuando falleció don Genaro Caló Rapetti el 9 de julio de 1994, a los 83 años, esa misma Navidad su hijo Pedro Juan tomó la posta de hacer el pesebre para que la tradición familiar no muera. Pero debió hacerlo en la casa de una de sus hermanas, Griselda Caló de Krisch, donde decidieron hacer el encuentro navideño. Otras veces lo hacían en la casa de otra hermana, Guadalupe Caló de Borbognon. Pero estos pesebres ya no lo hacían para el público, sino más bien eran íntimos para la familia y gente muy allegada.

Pasaron los años y aquél pesebre iniciado por don Genaro Caló Rapetti había quedado en el olvido en la sociedad asuncena. “Yo me había mudado a la casona de la calle Montevideo y Pasaje de La Encarnación, y un día Carlos Martini, en un programa radial dominguero recordando la Asunción de antaño había recordado el pesebre de papá, el Pesebre de los Caló, al que iba de pequeño cerca de la Plaza Italia. Una de mis hermanas, Griselda, lo escuchó, lo llamó a la radio y empezaron a hablar de esos recuerdos”.

Memorar esa vivencia fue un disparador. Su hermana entusiasmada le sugirió a Pedro Juan que montara de nuevo el pesebre que había quedado en la intimidad de los hermanos en su casa -que volvió a ser amplia- y la abriera al público. Para animarlo más le regaló el Niño, San José y la Virgen María.

Así prendió la idea de armar el pesebre en el garage de la calle Montevideo 732 que alquilaba, para que de ese modo lo pudiera apreciar el público. “Como viví diez años en esa casa el pesebre revivió en todo ese tiempo y la gente venía a mirarlo y se quedaba hasta la medianoche. Allí se montó el pesebre hasta el 2018 cuando tuve que mudarme porque la casa se iba a vender. Tuve que guardar las piezas porque me mudé al viejo departamento familiar de mis padres, cruzando nada más el Pasaje de La Encarnación, encima del taller y ya no tenía espacio. El galpón que era el taller estaba arrendado. Pero, afortunadamente no dejé el barrio”.

Revive la costumbre familiar

Pero en mayo de este año el viejo galpón de la herrería de la calle Montevideo 750 que era la casa-taller de los Caló Claverol fue desalquilado y quedó libre. “Antes de que mis padres se instalaran en este local propio, estuvieron en la calle Garibaldi, yo no lo recuerdo, y para mí siempre va a ser esta la casa-taller donde crecí y fuimos felices de niño. Aquí él envejeció y vivió hasta su muerte con mis hermanos Ángel (Lito) y Genaro (Teto) que quedaron a trabajar en el taller de herrería.

Los Caló Claverol son nueve hermanos: Maura Esther (+), Elsa Luisa (+), Ángel Dalilo, Luisina María, Griselda Beatriz; los mellizos Genaro Guillermo y Ángela Lucía, Pedro Juan y Guadalupe.

Liberado el taller y viviendo en el departamento de la planta alta Pedro Juan Caló Claverol vio una ocasión para revivir la tradición del Pesebre Caló y qué mejor espacio que el galpón.

“Para mí esto tiene un significado emocional muy grande por ser una tradición familiar. La navidad es muy marcante para la familia. Desde agosto empecé el acopio de materiales reciclados, isopor de las casas de electrodomésticos, de los que está preparada la ciudad de Jerusalén”, comenta.

Las piezas guardadas durante cinco años salieron de nuevo de las cajas y se sumaron otras más nuevas para lograr un pesebre tres veces más grande que los anteriores.

La oveja de una infancia feliz

La pieza más antigua del pesebre es una oveja que guarda Pedro Juan Caló desde su niñez. “Todos los hermanos teníamos una oveja a la que le poníamos nombre y cada uno las colocaba en el pesebre cada Navidad. A veces competíamos para ver quién colocaba más adelante su oveja. También colocábamos el de una amiga que vivía frente a la casa y el del primo Francisco Caló”, recuerda.

Las piezas nuevas incorporadas este año al gran pesebrefueron unas treinta figuras realizadas por la artesana Griselda Servín, ceramista de Itá, quien con su hermano ganó una licitación internacional para realizar los 12 apóstoles en tamaño natural para la iglesia Nuestra Señora de Aparecida en Río de Janeiro. “Eso me animó a elegir sus objetos para que el pesebre se luzca”.

Recuerdos del viejo taller

El pesebre desde el comienzo de su preparación congregó de nuevo a los hermanos y sobrinos de Pedro Juan y revivió recuerdos felices.

Es que el taller de herrería artística de don Genaro Caló Rapetti era muy reconocido en su época. Aparte de todo lo que uno se imaginaba que se podía realizar en hierro en esa época como portones, rejas, balcones, preparaba las cortinas metálicas para los comercios de Asunción, Encarnación o Villarrica.

Muy emocionado al ver concluir el pesebre don Genaro Teto Caló Claverol cuenta orgulloso que lleva el nombre de su padre Genaro Caló Rapetti y de su abuelo Genaro Caló Fuscaldo. Además tiene un sobrino que también se llama Genaro al igual que su sobrino nieto, perteneciente ya a la quinta generación.

“Tanto mi padre como mi madre, Eufrasia Claverol, nos educaron muy bien y unidos, los nueve hijos martillando hierro en el taller y si fallábamos a cintarazo limpio”, recuerda entre risas y con lágrimas de emoción. “A medida que soy viejo son más llorón”, confiesa.

Don Genaro recuerda que hacían de todo en el taller de su papá, soldaduras de aluminio, antimonio, acero inoxidable. Entregaban al mes 30 a 40 cortinas metálicas con las que surtían a todo el país, además de los de Palma y Estrella. Aparte hacían herrerías de obra en general, desde balcones hasta pasamanos.

A Pedro Juan, quien se recibió de ingeniero agrónomo, le gustaba más los trabajos de oficina, más que el forjado del hierro.

Don Genaro también afirma que su padre, junto con su tío Francesco Caló, fueron los que hicieron en forma artesanal la cruz artística que corona la cúpula del Pantéon de los Héroes.

“A los seis años salíamos de la escuela y debíamos venir al taller a ayudar, a pintar cortinas. Era nuestro trabajo. En esa época el hierro se doblaba con fragua. El trabajo de soldadura no existía, todo era hierro forjado, se hacía con remaches”.

Recuerdan que el trabajo en hierro viene de varias generaciones. Llegó con su abuelo inmigrante, Genaro Caló Fuscaldo era inmigrante italiano, también herrero, y se dedicaba a trabajar por las vías del tranvía. Pero su especialidad eran las llantas para carros y carretas. “No se soldaban sino se pegaban, se calentaba el hierro al rojo vivo hasta que se derritiera y se le tiraba arena lavada para golpear hasta que se adhirieran. Cuando ya estaba el aro se calentaba bien y se colocaba en la llanta de la carreta. Se le derramaba agua y allí quedaba para siempre”, detalla.

Cuarta generación

Juan Manuel Caló, perteneciente a la cuarta generación de los Caló, es sobrino y ahijado de Pedro Juan Caló e hijo de Genaro. “Comenzó con mi abuelo y ahora sigue con mi tío-padrino Pedro. Solo recuerdo que el pesebre del abuelo era para nosotros gigante. La navidad era el mejor momento del encuentro familiar, de toda la parentela. Mi papá y mis tíos eran ocho hermanos, nosotros somos dos hermanos pero los primos somos 36. Siempre nos aglutinaba el pesebre del abuelo que era muy puntilloso al prepararlo. Para cada objeto había un hilo y un alambre determinado que luego se guardaban en cajas perfectamente ordenadas”. Todos esos recuerdos reviven en esta navidad.

Ofrenda a la ciudad

Pedro Juan Caló Claverol añade que realmente este “es el pesebre de la familia. Yo solo lo hago, pero para mí es el pesebre de toda la familia y la dedico a la familia”.

Explicó que esta vez trasciende también a la familia y es una ofrenda a la ciudad. “Este año me llamaron de la plataforma Asunción Causa Nacional y como sobre parte del Grupo Gente de Arte decidí regalar a la ciudad por sus 486 años este pesebre. Que vengan a verlo todos los que quieran”.

MAS INFO

El Pesebre Caló puede ser visitado todos los días hasta el próximo 10 de enero de 2024 desde las 20:00 hasta la medianoche en la calle Montevideo 750 y Pasaje de La Encarnación.

@belenasuncion

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