Un pesebre que responde a una tradición de 90 años

La tradición de las visitas a los pesebres revive en un punto estratégico del Centro Histórico de Asunción. En la calle Montevideo 732 c/ Haedo la gruta preparada por la familia Caló huele a incienso y palo santo, reproduce los sonidos de la naturaleza y transporta al Belén donde nació el Niño Dios hace más de dos milenios. Una tradición que comenzó en 1922 con Genaro Caló.

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El garaje de la vivienda de líneas neoclásicas y portón de hierro forjado de Pedro Caló está convertido en una gran gruta que huele a incienso y aserrín de palo santo. Las luces le dan calidez y resaltan las siluetas de los componentes de este pesebre totalmente revestido y construido en papel madera que simulan rocas. Hay espejos que le dan mayor amplitud y misterio. También se escuchan el trino de las aves y el murmullo de la naturaleza cuando cesa el ruidoso tráfico de la calle Montevideo.

En el pesebre se reproducen la ciudad de Belén de los tiempos de Jesús así como la antigua Jerusalén y alrededores. Las curiosas casitas blanquecinas fueron fabricadas totalmente por el Ing. Agron. Pedro Juan Caló Claverol, quien tuvo en cuenta los mínimos detalles. Incluso, al lado de una de las puertas de Jerusalén, se reproduce la “aguja”, un portón lateral de las ciudades amuralladas y de donde proviene el texto sagrado de pasar por el ojo de una aguja.

Hace tres años, Pedro Caló decidió revivir el pesebre de su infancia que aprendió a armar con su padre cuando era niño y lo habilitó para que el público asunceno lo pueda admirar cada noche. Está listo desde el 16 de diciembre y estará abierto hasta el 6 de enero desde las 20:00 hasta la medianoche.

Montar el pesebre le llevó más de un mes y cuenta con la ayuda de amigos, hermanos y sobrinos.
Don Genaro Caló Rapetti, padre de Pedro, fue un inmigrante italiano de Calabria, quien había nacido en Asunción. Sus padres lo engendraron en Italia. Se dedicó a la industria del hierro forjado a la que dio renombre y prestigio en Asunción. Decidió hacer los primeros pesebres en 1922, a los 12 años, en su casa en las inmediaciones de la Plaza Italia donde vivía y no paró hasta 1994 cuando su salud se resintió y luego falleció.

Su hijo Pedro siguió montando el pesebre para la familia en casa de las hermanas, pero desde hace tres años quiso revivir la tradición de su niñez y la visita a los pesebres con los sentimientos más nobles de las fiestas. Nadie puede creer que haya sido hecho por un ingeniero agrónomo y todos le preguntan si no es arquitecto.

Él responde, que es “simplemente un devoto de las tradiciones familiares y del pesebre que con tanto empeño y amor hacía su padre, don Genaro Caló”.

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