LA CANASTA MECÁNICA

DIGNIDAD CIUDADANA Y ELECCIONES.- Estos tiempos electorales permiten comprobar la precariedad espiritual que azota a la ciudadanía y a los candidatos políticos que se presentan en campaña. Es evidente la crisis de ética en la población y en las instituciones públicas, y se hacen muy visibles las realidades poco satisfactorias de la forma como opera nuestra democracia, con su precariedad de liderazgos. Algunas cuestiones parecen cambiar, pero lo esencial, que tiene relación con la aspiración de una vida digna, de una sociedad más justa, más humana, no se vislumbra. Seguimos soportando campañas electorales con la misma publicidad engañosa, con la falta de ideas realizables, con las acusaciones entre unos y otros. Persisten las presiones indebidas, la compra y venta de votos, los discursos vacíos de contenido, repetidos como loro.

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Es perentorio recuperar la ética ciudadana, colocar de nuevo a la dignidad como valor privilegiado, promover con seriedad la formación de conciencia crítica y el respeto a las leyes. Nuestra sociedad está plagada de leyes y normas que a diario son violadas, empezando por la Constitución Nacional. Las autoridades son las primeras que dan el mal ejemplo de violar la Carta Magna.

Urge formar una ciudadanía capaz de discernir los bienes comunes. Es imprescindible forjar un pensamiento colectivo a partir de diversas opciones de existencia. Para esto, habrá que generar las condiciones creativas, de las que pudiera surgir una esfera pública renovada. La promoción de condiciones creativas también permitirá generar las negociaciones, en equidad, que una sociedad democrática requiere. Está muy descuidada la formación ciudadana. Nuestras instituciones educativas están en deuda al respecto. Las instituciones educativas deben realizar una apuesta importante a la formación de valores, para que aprendamos juntos a vivir en libertad y en solidaridad.

Mientras esto se organiza, es tarea obligatoria que asumamos el lugar que nos corresponde a cada quien, como forjadores del destino democrático. También, y por supuesto, es obligatorio que contribuyan a construir la educación cívica saludable, como agentes forjadores de una democracia que beneficie a toda la gente, aquellas personas encargadas de sostener el mundo, desde las responsabilidades colectivas, ya sea familiares, vecinales, culturales, religiosas o político-administrativas. 

Cabezas de familia, docentes, comunicadores, líderes cívicos, sociales, religiosos, gestores públicos y todas las personas que se ocupan de garantizar los vínculos colectivos tienen una tarea: ayudar a que la ciudadanía piense, analice, delibere antes de tomar decisiones en los certámenes electorales. Tenemos que ubicar sobre el tapete la importancia de la reflexión y el conocimiento de datos verdaderos. Si la gente desconoce aspectos importantes de la vida, los actos y los programas de los aspirantes a los cargos, no se va a elegir pensando en el interés general ni se conseguirá construir y defender un patrimonio que sea común y no simples beneficios particulares. Hemos de recuperar el sentido de la política entendido como un acto de servicio, como un proyecto de amor al prójimo, como la realización de buena vecindad, de compartir y encontrarse.

Así podremos desterrar la violencia, la corrupción y la indiferencia, para encarar las elecciones como un acto de verdadero cambio, con sentido transformador de conciencia, que consiga transmutar la injusticia en justicia, la violencia en paz, la corrupción en la práctica de valores, y la recuperación de la ética individual y colectiva, privada y pública.

carlafabri@abc.com.py

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