Astrud Gilberto y el largo verano de la bossa nova

En 1964, Garota de Ipanema se convirtió en un hit internacional, la dictadura militar puso fin al ambiente en el que la bossa nova floreció y la bossa nova cubrió el planeta. La vida de Astrud Gilberto (29 de marzo de 1940 - 6 de junio de 2023) formó parte de esa historia paradójica.

Astrud Gilberto en el aeropuerto de Heathrow, junio de 1965.
Astrud Gilberto en el aeropuerto de Heathrow, junio de 1965.

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La bossa nova nació entre la juventud dorada de Río de Janeiro a mediados de la década de 1950. Canciones elegantes, con armonías complejas, voces suaves, acompañamiento rítmico discreto y acaso cierta melancolía amable como el ocaso en las olas. Las leves huellas de los alados pies de las garotas escribiendo en la arena amores imposibles, los versos de Vinicius de Moraes, el sol acariciando la piel, la voz y la guitarra de João Gilberto, la vida despreocupada en los prósperos barrios de Copacabana e Ipanema, las delicadas melodías de Tom Jobim. Como la samba, la bossa nova hablaba de experiencias cotidianas, pero eran experiencias más felices, más serenas y más sofisticadas, con una mirada más intelectual.

Saudade (Odeon, 1959), de Gilberto Chega, suele considerarse el primer álbum de bossa nova, estilo que ganó fama internacional gracias a la película francesa Orfeu Negro (1959), con banda sonora de Jobim y Luiz Bonfá. En esas curiosas giras culturales auspiciadas por el Departamento de Estado de su país, los músicos de jazz estadounidenses se topaban en Brasil con el sonido de la bossa nova. Jazz Samba (1962), del guitarrista Charlie Byrd y el saxofonista Stan Getz, álbum que incluía versiones instrumentales de canciones de bossa nova, fue un éxito. Las discográficas fijaban en la bossa nova sus codiciosas miradas.

Tall and tan and young and lovely

The girl from Ipanema goes walking

And when she passes, each one she passes

Goes: A-a-a-h…

La historia de la grabación de esos versos es conocida. Hija de un profesor alemán de idiomas, Fritz Wilhelm Weinert, Astrud Gilberto hablaba, además de portugués, japonés, francés, italiano, español e inglés. Cuando acompañó a su esposo, el músico de bossa nova Joao Gilberto, a los estudios A&R en Manhattan para grabar el álbum Getz/Gilberto con el músico de jazz Stan Getz en marzo de 1963, y el productor Creed Taylor preguntó quién podía cantar en inglés «Garota de Ipanema», de Tom Jobim y Vinicius de Moraes, la joven de 22 años se ofreció.

El álbum se lanzó al año siguiente, y la voz de Astrud cantando en inglés los versos de Vinicius enamoró al mundo ese mismo 1964 en el que un golpe de Estado puso a Brasil bajo la bota de la dictadura militar por las siguientes dos décadas.

Las fusiones de jazz y bossa nova, las clases de baile de bossa nova, los riffs pegadizos de las big bands que empezaron a incluir bossa nova en sus repertorios adaptaron el estilo a la industria del entretenimiento a tal punto que perdió valor como signo de estatus, pérdida que el sello Verve intentó compensar con una bossa más «auténtica», más «brasileña», menos «comercial».

Getz/Gilberto, el mencionado álbum de Stan Getz y Joao Gilberto en cuyo éxito resultó decisiva la voz de Astrud, fue –como los álbumes en solitario de Bonfá y Jobim, entre otros– uno de los lanzamientos de Verve en aquel entonces. Jugada inteligente, con la fama de Getz acercando a la bossa nova al público estadounidense y con la afinidad entre los músicos que se atribuye a tales colaboraciones prometiendo una fusión valiosa.

Getz/Gilberto incluyó finalmente no una, sino dos composiciones de Jobim en inglés. Ambas en la voz de Astrud Gilberto, que no tenía experiencia profesional como vocalista: «The Girl from Ipanema» («Garota de Ipanema», traducida por Norman Gimbel) y «Quiet Nights of Quiet Stars» («Corcovado», traducida por Gene Lees). Las versiones para la radio, más cortas, se grabaron sin la voz de Joao, que cantaba en portugués. Solo con Astrud cantando en la lingua franca de los dos últimos siglos, el inglés. Tierna, desafinada, encantadora voz dirigida a los oyentes de habla inglesa en su idioma, volvió realmente internacional ese álbum que, en un momento en que los Beatles dominaban el ránking planetario, se mantuvo en las listas de hits casi dos años.

La voz de Astrud cantando los versos de Vinicius en inglés, y el sonido familiar del saxo tenor de Getz presentando los músicos brasileños al público estadounidense fueron claves del éxito comercial del álbum, al tiempo que la participación de João y Astrud prestaba a la bossa nova de Getz y, por extensión, a la de Verve la deseada «autenticidad».

El inglés con acento extranjero de Astrud, que volvía las canciones de bossa nova comprensibles al tiempo que exóticas, la ayudó a hallar un nicho en el mercado estadounidense y grabar para Verve varios álbumes, empezando por The Astrud Gilberto Album (1965). Algunos autores han investigado lo que fue, al parecer, el lado oscuro de su relación con la industria; así, Ruy Castro afirma que las ganancias de Getz por Getz/Gilberto superaron obscenamente las de Joao y Astrud Gilberto: Getz se compró de inmediato una mansión principesca, mientras que João solo recibió 23.000 dólares, y Astrud apenas cobró 120 (Ruy Castro, Bossa Nova: The Story of the Brazilian Music That Seduced the World, Chicago, A Cappella Books, 2000).

La voz de Astrud Gilberto cantando tanto en portugués como en inglés ayudó a integrar la bossa nova al mainstream pop mundial como un producto exótico. El risueño espíritu pre-dictadura de los good old times del gobierno de Kubitschek, con su cosmopolitismo, su optimismo, su sed de modernidad, contribuyó a hacer gratas estas canciones fuera de Brasil sin caer en la impostura turística que suele achacarse a Carmen Miranda –con perdón por ese verbo injusto, caer, aquí utilizado adrede para recordar los prejuicios que rodean hasta hoy a la reina del kitsch tropical, la emperatriz del glamur tercermundista a lo Hollywood, con su corona de frutas de plástico–.

«Con el boom de la bossa nova en Estados Unidos, es decir, en el mundo –escribió hace años en un artículo Caetano Veloso–, sentimos que Brasil al fin estaba exportando un producto de buena calidad. Pero el hecho de que esa ola fuera desencadenada por un single del disco Getz/Gilberto, “Garota de Ipanema”, bellamente cantado por Astrud Gilberto en inglés, la volvía una especie de versión cool-jazz de Carmen Miranda. No es solo que la voz de Astrud salte de entre las densas armonías de Tom Jobim cual deliciosa fruta: es que el mismo personaje de la chica de Ipanema, alabada en la canción, parece llevar frutas en la cabeza» (Caetano Veloso, «Carmen Miranda Dada», Folha de Sao Paulo, 22 de octubre de 1991).

Caetano tiene razón. Pero, como reconoce también en ese artículo, aunque los brasileños puedan ver en ella tanto su caricatura como su radiografía, el placer ante el obvio talento, «la agilidad de la dicción y el sentido del humor volcado en el ritmo» de Carmen Miranda es inevitable. Como lo es reparar en el encanto de las canciones entonadas por «su versión cool-jazz». Ah, esa pureza que jamás existió, ese sueño de juventud, esa absurda nostalgia del futuro...

Ah, a beleza que existe

A beleza que não é só minha

Que também

passa sozinha…

Hoy, 6 de junio de 2023, ha fallecido a los 83 años de edad Astrud Evangelina Weinert, conocida como Astrud Gilberto, nacida en Salvador, Bahía, el 29 de marzo de 1940. En 1964 sucedieron tres cosas: «The Girl from Ipanema», cantada por ella en inglés, fue un hit mundial, la dictadura militar en Brasil puso fin al ambiente en el que la bossa nova floreció y, fuera de Brasil, el auge de la bossa nova cubrió el planeta. Extinto en la realidad –si alguna vez existió (¿puede la tristeza que, pese a todo, trasuntan tan luminosas canciones indicar que, ya en tiempos del edén, el edén era un sueño?)–, aquel verano perfecto de los años 50 fue creciendo en la fantasía. La carrera de Astrud Gilberto, desde su inicio inesperado, formó parte de esta historia paradójica, metáfora del arte.

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