Cornelis, el candidato del «Partido de la Escoria»

En 1921, un grupo de anarquistas holandeses decidió sabotear las elecciones presentando como candidato a un viejo vagabundo alcohólico que cantaba por monedas en las calles de Ámsterdam. Para sorpresa de todos, Cornelis de Gelder logró convencer a sus conciudadanos de que votaran por él y conquistó un escaño de concejal en el Ayuntamiento.

"¡Mi Programa Municipal! Punto 1: Alcohol gratis diariamente para todos los ciudadanos de Ámsterdam". Campaña de Cornelis de Gelder, candidato a concejal por el "Partido de la Escoria", a las elecciones para el Ayuntamiento de Ámsterdam, 1921.
"¡Mi Programa Municipal! Punto 1: Alcohol gratis diariamente para todos los ciudadanos de Ámsterdam". Campaña de Cornelis de Gelder, candidato a concejal por el "Partido de la Escoria", a las elecciones para el Ayuntamiento de Ámsterdam, 1921.

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Sostengo que el concejal más raro de la historia fue Cornelis de Gelder, nacido en Ámsterdam el 22 de noviembre de 1856 y fallecido en su ciudad natal el 30 de noviembre de 1931.

De joven, Cornelis iba para viudo serial: se casó por primera vez a los 20 años con Ludiena Johanna Meijer, de 27, que murió joven; se casó por segunda vez con Christina Wilhelmina Veltman, de 23, que también murió joven; y se casó por tercera vez con Theodora Hollerman, de 38, que –a la tercera va la vencida– sobrevivió, pero en cambio Cornelis, que había trabajado como obrero y albañil toda la vida sin problemas, en algún momento, por motivos que no quedan claros, terminó en la calle, convertido en vagabundo sin techo, familia ni empleo.

A partir de entonces, Cornelis se volvió parte de la variopinta fauna callejera de la plaza de Rembrandt –la Rembrandtplein– y sus alrededores, y a fuerza de cantar y bailar por monedas para comprar licor barato, terminó convirtiéndose en un personaje popular en Ámsterdam.

Tan popular se volvió que en 1916 el joven comediante Louis Davids le pagó para que incluyera en su repertorio diario de baile y canto callejero una de las canciones de su revista musical Had-je-me-maar –que significa algo así como «Si tan solo me tuvieras»–, para atraer más público al estreno. A este publicitario episodio le debió Cornelis su sobrenombre, Hadjememaar.

La cumbre de su fama llegó sin embargo cinco años después, cuando los osados miembros de la Acción Social Anarquista (Sociaal-Anarchistische Actie), más conocida como «Rapaille Partij», el «Partido de la Escoria», enemigos declarados de las urnas, decidieron boicotear el sistema parlamentario y mofarse del voto obligatorio y fueron a pedirle a Cornelis que los representara en las inminentes elecciones.

Cornelis aceptó, todos se estrecharon las manos y el trato quedó sellado. La candidatura de Cornelis fue oficialmente anunciada al público en conferencia de prensa el 12 de marzo de 1921. En aquella oportunidad, Cornelis de Gelder, a.K.a Hadjememaar, enumeró algunos de los puntos centrales de su programa, tales como bajar el precio del pan a 11 centavos, decretar caza y pesca libres en el enorme Vondelpark –así llamado en memoria del escritor Joost van den Vondel, el «príncipe de las letras holandesas»– y repartir bebidas alcohólicas gratuitas diariamente a todos los ciudadanos de Ámsterdam.

El propósito de los anarquistas del «Rapaille Partij» no era conquistar escaños sino ridiculizarlos y, con ello, poner en cuestión toda la democracia burguesa, pero por lo visto el programa de Cornelis interesó seriamente a un número inesperadamente significativo de ciudadanos, que votaron por el candidato del Partido de la Escoria, quien finalmente, y para sorpresa de todos, comenzando por el propio interesado y sus subversivos cofrades, resultó electo concejal del Ayuntamiento de Ámsterdam.

Lamentablemente, nunca sabremos hasta dónde hubiera podido llegar nuestro amigo vagabundo con su ambicioso programa, porque su carrera política terminó antes de empezar: poco después de ganar las elecciones, Cornelis fue arrestado por escándalo y embriaguez pública y sentenciado a internarse en una clínica de rehabilitación, clínica en la que firmó un comunicado renunciando a su escaño de concejal en el Ayuntamiento de Ámsterdam. Entre los más fervorosos partidarios de Cornelis circularon por entonces rumores de que aquello había sido un sucio montaje de los poderosos para impedirle cumplir sus promesas electorales.

Sin embargo, el tratamiento de rehabilitación forzado pareció tener buenos efectos en la vida de Cornelis. Después de salir de la clínica, aunque seguía siendo pobre, su salud mejoraba a ojos vistas, se alojaba en una modesta pensión en lugar de dormir en la calle, y comenzaba a ganar algo de dinero regularmente con diversos oficios que requerían parte de sus antiguas habilidades y conocimientos de obrero y albañil. Todo parecía ir relativamente bien hasta que en 1931, como para demostrar con humor macabro el insondable sinsentido cósmico y ahorrarnos moralejas, un coche lo atropelló cuando estaba a punto de cruzar una calle, y el concejal más raro del mundo falleció pocos días después en el Binnengasthuis, aquel hospital inmortalizado por los oscuros pinceles de su tocayo, el belga Cornelis van der Voort, tres siglos antes.

Cuando quiero reconciliarme con la humanidad, veo en una vieja película muda las andanzas del candidato más extraño que haya hecho nunca campaña electoral en este Tercer Planeta. Cornelis de Gelder, a.K.a Nelis, como lo llamaban de niño, a.K.a Hadjememaar, como lo apodaban en las calles en sus días de vagabundo, aparece llevando un pequeño bastón y una cajita de hojalata, se saca el ajado sombrero, inclina, respetuoso, la cabeza cana, hace pequeñas reverencias a los lados y al frente, sonríe con sus escasos dientes reluciendo alegres entre el abismo de las negras fauces y las revueltas hebras blancas de su larga barba de nieve. Y, de pronto, rompe a cantar a gritos mientras golpea frenéticamente la caja metálica.

No hay sonido, así que Nelis grita en silencio, como el personaje de un sueño loco, y también en silencio una mujer rolliza, poderosa, brillantes los ojillos, echa hacia atrás la cabeza desgreñada y se abandona, riendo con fuerza y ganas.

Segundos después, saltando, cantando y bailoteando, Cornelis se acerca a una mesa en la terraza de un elegante café y los tres clientes a ella sentados ríen y le extienden las manos, tal vez para darle una propina. Cornelis, cordial y salvaje como un perrillo sin dueño, brinca para divertirlos, sin dejar ni un segundo de golpear con indomable entusiasmo su oxidada caja de lata. Llega entonces un policía y lo echa a empujones, mientras los clientes del café se quedan sentados a su mesa, comentando entre risas el incidente.

El cineasta Alex Benno filmó en 1921 esas escenas para su cortometraje De droom van Hadt-je-me-maar (El sueño de Hadt-je-me-maar), la historia de un harapiento vagabundo que, después de una serie de caóticas peripecias, termina recorriendo Ámsterdam en un carruaje y entrando en el Ayuntamiento entre sonoros aplausos, elegantemente vestido, para ocupar su escaño de concejal, mientras, a la cabeza de un ardoroso grupo de admiradoras, distingue a su casera… y se despierta en el gastado catre de su pensión. Rara y veloz como un sueño es la vida. Y así fue la vida del borrachín Cornelis de Gelder, cuyo fantasma cinemático salta eternamente con el abrigo sucio que solía arrastrar por las calles de su ciudad, sin más instrumento musical que una vieja caja vacía. Siempre contento, bendito sea.

Notas

El cortometraje De droom van Hadt-je-me-maar (Alex Benno, 1921) se puede ver en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=k6zQnLRh_Ds

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