Los de hoy y los de siempre

Martín Riera (18), alumno del 3.er curso Bachillerato en Ciencias Sociales del Colegio San José, tuvo a su cargo el discurso de homenaje con motivo del centenario de la Academia Literaria de dicho colegio.

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La pieza literaria —que transcribimos a continuación— es un testimonio más de la rigurosa formación intelectual que brinda dicha academia, cuyo impulso tuvo su más elevada expresión en el Padre Alonso de las Heras.Sabemos que la amistad, afecto personal, puro y desinteresado, nacido entre dos o más personas, que se fortalece con el trato, es sentir afinidad y conexión con respecto a cosas y sentimientos. Esto es teóricamente, pero en la práctica las cosas son un poco distintas.   

Para intentar explicar este fenómeno, debemos remontarnos a sus inicios; es decir, a su nacimiento y posterior formación.   

Son los intereses comunes lo primero que une a dos personas a quienes podamos llamar amigos. El hecho de que sus gustos, pasatiempos o actividades estén relacionados, el pertenecer a la misma escuela o algo tan sencillo, como vivir a corta distancia, basta para inicia una amistad.   

Luego pasamos a los verdaderos lazos de la unión, aquellos que la hacen profunda y verdadera. Las conversaciones dejan de ser banales, hablamos de valores, de normas familiares, del bien y el mal y de muchas otras cuestiones que, si no coinciden, se termina en un alejamiento que debilita la amistad. Al contrario, si se coincide, nace la necesidad de compartir experiencias, la costumbre de estar juntos. Con el tiempo, el amigo forma parte de tu vida, cuentas con la seguridad de su confianza y sobre todo con su lealtad.   

Este sería un análisis somero de la formación de una relación amistosa. Pero no ocurre siempre así; en ocasiones, no es tan fácil.   

No olvidemos que una vez instalada la amistad, está puesta a prueba cuando surgen las diferencias, cuando median las conveniencias, cuando chocan opiniones y cuando asoma el egoísmo y se piensa en uno antes que en el supuesto amigo.   

Hoy en día, no es tan fácil el hacer verdaderos amigos que duren la vida entera, tal vez por las numerosas distracciones, el aislamiento que impone la tecnología, el estrés...   

La característica más importante de aquel que podamos llamar amigo es: el estar siempre. Estar en situaciones favorables y en las desfavorables; en las lágrimas y en las risas, cuando flota el corazón y cuando el mismo se ve desgarrado de adentro para afuera.   

Pero... ¿existe realmente alguien que cumpla a cabalidad el estar siempre? La respuesta es sí.   

Es la única persona que nunca falta, la única que nunca falla, la única que se desveló contigo estudiando tantas noches, que te acompañó cuando sacaste aquella mala calificación y que estuvo también a tu lado cuando tuviste que mostrársela a tus padres; el único que te creía en serio cuando le decías que aquella maestra te perseguía, que corrió en tantos campamentos, que se queda los viernes en la Academia Literaria y también los miércoles en la de Historia para que almuerces con él todos los días de la semana, que te vio llorar escondido en los pasillos, que recibió el golpe, que sufrió las represiones, que luchó contra la injusticia, que pateó aquel penal, que se enamoró, que te dijo: "Aquí estoy no importa lo que pase".   

A este querido amigo lo conocí hace 14 años y aún sigue a mi lado.   

Querido San José, es momento de alejarnos.   

No llores. Yo también estoy triste; sí, a mí también me duele.   

Lo sé, no es justo que nos separen, pero así son las cosas; no puedo seguir prolongándolo mucho tiempo.   

No me arrepiento de nada; todo lo que hice lo hice por alguna razón que en ese momento tenía un significado, y las cosas que las hice sin razón, bueno, algún día serán anécdotas que contar.   

Quédate tranquilo, San José, que no importa el camino que transite en la vida que lo aprendido en tus aulas, pasillos, escaleras y corredores, muchas veces por las buenas, otras tantas por las malas, quedará por siempre impregnado en mi alma, cual tinta indeleble que empapó mi vida, cual hierro ardiente que marcó mi carácter y ayudó a templar mi espíritu para llegar a la persona que soy.   

San José, un modelo de amigo de hoy y de siempre. Gracias por la compañía, por la mirada vigilante, por el sincero cariño, por la compañía, por estar ahí.   

San José, gracias querido amigo, gracias y hasta siempre.
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