Asunción, Gran Asunción y Central: antecedentes, problemáticas y desafíos de crecimiento equilibrado

Las próximas elecciones generales de 2018 renovarán las autoridades nacionales y regionales, representando una nueva oportunidad para encarar los serios y urgentes problemas de fondo, que limitan e impiden que el crecimiento económico se transforme en desarrollo, especialmente en las áreas de mayor concentración poblacional como la zona metropolitana de Asunción. 

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Un breve análisis histórico del poblamiento y urbanización lenta pero sostenida y, sobre todo, con muy escasas e ineficientes políticas e intervenciones públicas, muestra la forma en que los espacios urbanos fueron configurándose, en un marco natural y en una estructura demográfica, mental y cultural dominada por el componente rural.

De esta forma, la migración interna, es decir, personas provenientes del interior del país, migraban a Asunción buscando nuevas y mejores oportunidades. Desde esta perspectiva, el crecimiento urbano de Asunción respondió a una de las estrategias de los campesinos: migrar a la capital del país o apostar a la nueva frontera agrícola que se abría en el Este de la Región Oriental. 

La urbanización de Asunción se inicia con un ritmo más fuerte a partir de la década de 1960, de forma lenta pero sostenida, lo que en cierta manera invisibilizó la relevancia de la gestión del proceso de crecimiento urbano. Además, por una lógica tradicional de especulación de la tierra, los recién llegados a la ciudad debían buscar lotes urbanos en los alrededores, iniciándose una expansión horizontal, que terminaría configurando la marcha urbana actual. 

No debe sorprender que en varias zonas urbanas persistan actividades productivas rurales como la cría de animales. Hasta hoy se pueden escuchar en numerosos barrios de Asunción, y con mayor intensidad en las ciudades vecinas, el canto de los gallos, un indicador muy particular de la permanencia del esquema productivo rural, pero en la ciudad. El tamaño del lote urbano, generalmente de 12 por 30 metros, totalizando 360 metros cuadrados, permitía disponer de una vivienda razonable y todavía sobraba espacio para la cría de animales domésticos en el patio. 

La expansión urbana, específicamente la horizontal, fue una solución indirecta y tácita a la escasa gestión del espacio urbano, que en vez de regular y fomentar la concentración, produjo una dispersión del poblamiento, así como un encarecimiento de la instalación de infraestructura urbana que, en la mayoría de la veces, se retrasaban, generando déficits en la calidad de vida de la población. 

En efecto, el costo de instalar y mantener redes de agua potable, cloaca y electricidad es sustancialmente más alto cuando las viviendas no se encuentran concentradas. Esto es igualmente válido para el resto de los servicios públicos, como la recolección de basura, las escuelas, colegios y centros de salud, es decir, que a una mayor dispersión se duplican o triplican costos. 

Un detalle interesante es que el crecimiento desordenado, desequilibrado y en cierta forma descontrolado, no se refiere tanto a la cantidad de población que se instala en las zonas urbanas, sino a los loteamientos, las viviendas y a la ocupación de espacio inapropiado para el uso habitacional, como por ejemplo los bordes de los arroyos. El crecimiento de las ciudades paraguayas y de la Gran Asunción, en particular, es esencialmente un crecimiento de metros o kilómetros cuadrados y, en menor medida, un crecimiento de población. De esto se desprende una densidad poblacional muy baja, entendida como la cantidad de población existente por cada kilómetro cuadrado. 

El modelo cultural de habitar en viviendas unifamiliares (casas con jardín y patio) conspira en cierta forma con la densificación y concentración deseada o ideal.

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