Cafayate, vinos “de altura” (I)

Soy fanático de ese lugar y volvería una y otra vez; hasta puedo decir que indirectamente me he convertido en un embajador de los vinos de Salta, su gente, sus valles y sus alturas.

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Hace unos días nomás tuve la experiencia de ir acompañado de un grupo de amantes del vino (enófilos) a la provincia de Salta, Argentina, para un fin de semana largo, el cual lo aprovechamos al máximo visitando las bodegas de altura de Cafayate, uno de los pueblos más pintorescos de ese país que basa gran parte de su economía en la industria vitivinícola y el turismo que esta industria genera. Por donde uno va, se respira y se ve algo vinculado al vino en Cafayate, generando en muchos una gran sensación de vivir en un lugar de ensueño. Una de las facilidades que encontramos los paraguayos no es solo la cercanía (a 12 h en automóvil), sino la apuesta de una compañía aérea paraguaya que creó un vuelo directo los días martes, jueves y domingos, haciendo que la distancia sea solo cuestión de horas, para poder disfrutar de todo aquello que esa región nos brinda a nivel gastronómicos y, sobre todo, de sus vinos de gran calidad. La aventura comenzó por reunirnos en Asunción e integrar al grupo, muchos aún no se conocían, pero el vino parece que tiene un imán… Subimos al avión, y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos allí. Subimos todos al bus que teníamos alquilado y, por supuesto, nos detuvimos en el camino para disfrutar de nuestro primer vino blanco Torrontés, acompañado de abundantes empanadas salteñas de carne y otras de queso de cabra. En fin, vino y comida alegra la vida y ya por fin el grupo quedó afianzado, cada uno con su personalidad, que brindó un plus al viaje. Llegamos a Cafayate, muchos no sabían realmente qué esperar y encontraron lo ya descripto en las líneas más arriba. Fuimos hasta la Bodega Quara (Finca el Recreo), donde quedamos hospedados, tomamos posesión de las habitaciones, recorrimos los viñedos y ya después nos preparamos para ir a vivir nuestra primera experiencia vitivinícola en el viaje. Teníamos marcado a las 19:30 la visita a la Bodega Bad Brothers, un proyecto nuevo en el que elaboran vinos de calidad, en lo que podemos decir que es una bodega boutique. Nos recibió el enólogo y uno de los socios de la bodega, Agustín Lanús, quien nos explicó el concepto de la bodega. Pero, además de hacernos probar los vinos, nos hizo jugar un poco a lo que los enólogos hacen con los vinos de alta gama: elaborar el blend perfecto. Cada uno en el grupo pudo degustar por separado un vino Malbec, otro Cabernet Sauvignon y, por último, un Tannat. Cada vino tenía su característica y, por lo tanto, en el público, las opiniones eran diferentes. De seguro todos quedamos sorprendidos de alguna que otra manera con la calidad de los vinos y, sobre todo, con la potencia de algunas cepas totalmente inesperada e diferente a lo que conocemos de Mendoza: el efecto altura comenzaba a alterar nuestros conocimientos. La noche continuó y todos elaborábamos nuestro blend, el mío tenía 40 % de Cabernet Sauvignon, 40 % de Malbec y un 20 % de Tannat; quedé muy contento con el resultado, lo que particularmente me dio mucha satisfacción, más aún porque Agustín dio su aprobación al blend. Ya casi siendo las 22:00, pasamos a la mesa para una cena de cinco pasos, todos acompañados de los excelentes vinos de la Bodega Bad Brothers. Un blanco Torrontes-Viognier (llamado ToVio) sorprendió, así como su vino blend tinto MaTaCa (Malbec – Tannat – Cabernet) exquisito y, por supuesto, terminamos con el Malbec Sunal de Altitud Extrema, un vino que uno no debería de dejar de probar. Como se dice, comenzamos bien y se preveía que íbamos a disfrutar mucho más aún. Apreciados lectores, a todos ¡salud! y hasta el próximo sábado.

oligayet@hotmail.com

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