El folclore paraguayo, condenado a andar pynandi

La gente es tan ava que no quiere pagar por ver un festival folclórico ni gastar energías para aplaudir. ¿Con qué ánimo los artistas invierten en sus carreras? Pues lo mínimo que un músico o bailarín espera, luego de tanto sacrificio, es el reconocimiento del público, pero muchas personas no le dan el valor que corresponde a su trabajo, ojalá algún día entiendan que del amor al arte nomás no se vive.

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En otros países, los músicos y bailarines locales son ovacionados como rock stars por el hecho de promover su cultura y porque la gente se identifica intensamente con ellos. Sin embargo, en esta tierra, donde las tradiciones son bastante originales y llamativas, irónicamente los festivales folclóricos se quedan vacíos, a veces tienen éxito, pero solo en fechas especiales, es decir, un par de veces al año.

El promedio de costo de trajes, accesorios y maquillaje que una bailarina debe invertir en un conjunto es de G. 1.000.000, si hablamos de polleras y typois de ñandutí el monto sube. Los músicos tampoco andan con la guitarra a cuestas nomás, para una actuación necesitan mucho material técnico y convengamos que los instrumentos no son nada baratos.

Dicen que el tiempo es dinero, entonces, las inversiones siguen, ¿quién desea ofrecer una mala presentación? Pocos artistas así lo querrían, pues dar lo mejor, generalmente, es la consigna. Eso requiere de mucho ensayo y las personas que están en ese mundo para sustentar su pasión, a parte deben tener otro trabajo, debido a eso les quedan pocas horas para reunirse a repetir rutinas, pero como el amor a las polcas y guaranias es tan grande, no importa practicar por la noche y arriesgarse a esperar colectivos bajo la luna.

Es triste que las personas que se encargan de fomentar la cultura tengan que sufrir la ingratitud de su propio pueblo. Si bien es cierto que cada uno tiene sus gastos prioritarios y quizás apoyar al arte no sea algo fundamental en su lista, pero basta con ponerse en el lugar de los músicos o bailarines para ser más considerados con ellos y ayudarlos un poco de vez en cuando. Y por qué no…, ovacionarlos como a rock stars.

Por Ayelén Díaz Chaparro (18 años)

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