Terapias ecuestres

La terapia ecuestre puede ayudar a los niños a mejorar en distintas áreas. Según Elena Murdoch, psicomotricista y profesora de equitación, la rutina del caballo les ayuda a sentirse más seguros y les facilita su autonomía.

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Las terapias ecuestres, en sus distintas metodologías, hipoterapia y equinoterapia, se convirtieron en un recurso válido para estimular a las personas con patologías de base, hereditarias, congénitas o adquiridas, y otras disfunciones psicomotrices.

Elena Murdoch, con experiencia en este tema, informa que “todo forma parte de un proceso, que parte del respeto hacia las reacciones que se generan mientras se comparte con el paciente”.

Nuestra entrevistada opina que la rutina del caballo ayuda a los chicos a sentirse más seguros y les facilita su autonomía. “El movimiento de balanceo que transmite el caballo al paso contribuye a la relajación psíquica y física. El contacto, la monta a caballo mejoran todos los aspectos, contribuyen a potenciar la relación y el interés hacia los animales y las personas”.

Al aumentar el interés por los demás, también aumenta la necesidad comunicativa, con lo que muchas veces se produce un incremento de la comunicación verbal y gestual intencional, según dice Elena. Durante una sesión de tratamiento el niño recibe “estimulación vestibular, a partir del movimiento del caballo”. Recordemos que el sistema vestibular regula el sentido de movimiento y del equilibrio.

Otro punto a favor es “la estimulación propioceptiva: a partir de la presión que recibe en sus caderas y miembros inferiores en contacto con el animal, la marcha y manejo del mismo”. Mientras que el sentido táctil lo hace “al contacto con el pelo y las diferentes texturas en el cuerpo del animal que le permiten sentir articulaciones, nervios, tendones y área muscular”.

En cuanto a la parte auditiva, la especialista señala que es “a través de los ruidos del caballo, su medio ambiente y las consignas que se imparten (no deben olvidar traer la zanahoria para premiar al animal después de las sesiones de terapia) y los materiales solicitados por el terapeuta”.

La capacidad visual “se asocia el entorno del medio ambiente del caballo a los terapeutas, asistentes y otros animales que ayudan a la integración sensorial”. Y la lista se extiende a la parte olfativa por “los diferentes alimentos que le dan al caballo, el propio olor del animal y los del medio ambiente circundante, flores, perfumes, etc.”.

¿Se imaginan todos estos logros con niños que sufren parálisis o síndrome de Down? Con mucha esperanza la parte motora avanza “por los ajustes motores que debe realizar para mantener la postura y el equilibrio en respuesta a los movimientos del animal. Durante el contacto del paciente con el caballo, este le transmite calor, que ayuda a relajar los músculos y las tensiones neuronales del paciente”.

Psicoemociones

La experta en terapia ecuestre asegura que “cuando el paciente empiece a disfrutar la terapia, tendrá un importante beneficio psicológico y emocional, al generar una relación afectiva con el animal”.

(*) Hipoterapeuta, equinoterapeuta, especializada en neurohabilitación y rehabilitación infantil y del adolescente.

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