La comida de mamá: primera educación alimentaria

El primer alimento está ligado al referente materno, y luego, al ir creciendo, las manos de mamá se encargarán de procesar todos los nuevos alimentos. Detrás del recuerdo de los platos más sabrosos que hacen las madres, hay una educación alimentaria importantísima que perdurará en nosotros hasta adultos.

mamá cocinando
La madre es la primera maestra, la transmisora del conocimiento alimentario

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-¿Qué es lo más rico que cocina tu mamá? “Chipa guazú, nadie lo hace como ella” (Estela, 32 años), “Soyo con tortillitas, única mi mami” (Silvia, 21 años), “¡Los ñoquis!” (Fernando, 40 años), “El dulce de mamón, demasiado rico” (Yuli, 37 años), “Las hamburguesas, las papas fritas y los jugos” (Luisito, 7 años)

“Mi mamá pasó épocas muy duras, éramos 8 hermanos, cuando no había comida, la inventaba; una vez, cuando yo tenía unos 9 años, me enojé mucho porque no quería comer lo que nos había servido. Ella, muy apenada, casi pidiendo perdón, me dijo: ‘Hijo, esto no es lo que me gustaría darte, pero es lo que puedo poner hoy en la mesa’. Nunca más volví a quejarme” (Salviano, 70 años).

La madre es la que da el primer alimento al bebé, al romperse el periodo de amamantamiento, ella continuará -posiblemente durante décadas- liderando el plan de alimentación de su familia. “La identificación plena que sentimos con la comida de mamá tiene que ver con el placer que sentimos siendo bebés durante la lactancia. Nuestra mamá es la que nos da los primeros placeres en la vida a través del sabor.

Cuando decimos ‘madre’ no nos referimos exclusivamente a la madre de sangre, sino a cualquier persona que cría, puede ser la tía o la abuela. Cómo seres humanos buscamos siempre el bienestar, el degustar algo rico, este primer placer queda en nuestro cerebro, en pensamientos y recuerdos, y se relaciona a la infancia, la casa y la madre”, dice la psicóloga Wania Dantas.

- ¿Qué define ese placer en la primera infancia?

El individuo empieza a conocer sabores, a diferenciar lo que le gusta de lo que no le gusta, está bastante relacionado con el entorno, con la disciplina del horario, la calidad y la cantidad de alimentos. Esto será determinante para toda su vida.

-Muchas mujeres dan sus primeros pasos en la cocina al casarse (aunque antes eran preparadas para las tareas del hogar) y sus tortas, aunque no salgan tan bien, para sus hijos son “las más ricas del mundo”

Sí, antes se necesitaba saber cocinar para ser buena madre y esposa. Hoy ya no es así, porque igual las mamás tienen formas de saber transmitir una buena alimentación, mismo si es comida comprada por delivery o de un restaurante, lo importante es la dedicación que pongamos en saber elegir y comprar, pues lo que llevamos es para nuestros hijos.

Claro, hay admiración, dependencia, una conexión muy fuerte en la cocina entre hijos y madre, algo que muy bien interpretamos como amor. Los recuerdos –de la alimentación- se guardan en el cerebro, tanto en la zona del hipotálamo (controla la temperatura, el hambre y la sed) como en la región del hipocampo (muy relacionada a los procesos de aprendizaje y memoria)

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-¿Cómo ve a las mamás modernas respecto a la preocupación por la crisis económica y la calidad de los alimentos?

Ciertamente, la alimentación está relacionada al poder adquisitivo, pero también influye y mucho lo que la persona trae como educación alimentaria, porque hay gente de escasos recursos, pero con noción de la importancia de consumir frutas y verduras.

No me gustaría puntualizar lo negativo aquí en Paraguay, pero sí veo que tanto la pobreza como el buen pasar económico están relacionados a la mala alimentación; hay mucha gente pudiente enferma. Tener buenos hábitos de alimentación en la familia y que estos valores se transmitan a los hijos es la mejor prevención de muchas enfermedades.

-¿Heredamos “la mano de mamá” al cocinar? Muchas mujeres siguen buscando la aprobación culinaria de sus madres de 80 o 90 años.

Yo creo que se hereda, aunque después le agregamos nuestro toque. En mi caso, recuerdo con mucho cariño el arroz con leche y también unos bollitos de queso que mi madre hacía cuando llovía, ella los bautizó “bollos de lluvia”; cada vez que llueve la recuerdo cocinando esos bollitos.

Yo quedé huérfana a los 12 años, pero mi abuela me enseñó todo lo que era preparación de carnes, verduras, panificados, comida en general. No me dejaba tocar nada, pero sí mirar cuando ella cocinaba. Cuando me casé, casi con 16 años, mi marido quedó maravillado desde el primer día con mi comida.

-Ahí se cumplió el refrán de que al hombre se lo conquista por el estómago.

Cierto, eso se decía mucho antes. Pero hoy día, principalmente por la situación económica, ambos trabajan, por lo tanto, no está la mujer en casa. Aún así, siempre hay tiempo de demostrar con un plato el amor, el cariño, un “quiero que estés mejor”. Mirá Michelle Obama, ella misma cocina para su familia, lo ha contado varias veces.

-¿Hace bien recordar la comida de mamá cuando ella ya no está? Mucha gente se acuerda de su madre cuando saborea alguna comida que ella hacía.

Ese recuerdo nos hace regresar a aquel tiempo que vivíamos el calor y amor de la familia, y eso es muy bueno para la salud emocional. Un niño que tuvo la dicha de ser amado, orientado, con seguridad va a ser un adulto con principios y valores significativos, no solo en lo que respecta a sus alimentos sino en otros aspectos de la vida. Fuera del amor transmitido en el seno familiar no existe más nada.

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-¿La cocina ayuda a fortalecer los lazos familiares?

Sí, en todo sentido, cuando padre o madre la enseña, porque es una forma de pasar conocimiento y tradición. Por ej. en Semana Santa aprender a hacer las comidas típicas o en otras festividades como Navidad, los cumpleaños familiares, para un domingo siempre hay oportunidad de pasar conocimiento.

-Hay papás que también marcan su terreno en la cocina, casi siempre cocinando asado.

Es bastante peculiar, el papá-esposo parece que se especializa en asado. En mi caso, recuerdo al mío silbando y juntando la leña para encender la cocina. Su especialidad era la feijoada, se ponía un delantal muy blanco para cocinar (la feijoada es una comida que en Brasil se heredó de los negros, nació en las barracas con los restos del chancho que comía el patrón)

Los domingos solían ser en todas las familias un día especial, esto debería mantenerse o recuperarse, realmente quedan muy lindos recuerdos.

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-¿Qué futuro pronostica para las nuevas generaciones respecto a la comida familiar y todo su bagaje?

Hay una situación socioeconómica muy compleja. Madres solas con hijos o familias con un padre sin trabajo, generar los medios para la comida diaria es muy difícil, así como hay personas que siempre están ganando dinero y nunca tienen tiempo de almorzar con sus hijos, menos cenar, porque cuando vuelven a casa ya el hijo está con su celular o con la computadora.

Estamos pasando una época de transición, antes no había esta tecnología que, infelizmente, si no está bien controlada, dispersa la atención y separa a los miembros en la familia. Seguro habrá consecuencias a futuro. Pero si uno puede y quiere puede organizar la vida familiar para compartir por lo menos una vez por día alguna de las comidas, buscar siempre un denominador común.

Yo tengo una mentalidad extremadamente positiva y creo que sí se puede. Sin alimento no hay vida y traspasando conocimientos también legamos el cariño, el afecto. En la familia amorosa, nutrida y alimentada está la semilla del buen ciudadano y de la buena persona.

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