Bajar por combustible le costaba US$ 3.000

Bajar a recargar combustible en Bogotá hubiera representado un gasto adicional de US$ 3.000 para el vuelo de Lamia que cayó en Medellín por falta de carburante. Finalmente, haber pasado de largo esta alternativa les costó la vida a 71 de los 77 ocupantes.

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Así lo señaló Rubén Aguilar, administrador del aeropuerto internacional Silvio Pettirossi, quien fue abordado sobre la posibilidad de que algún “ahorro” haya sido la motivación para que el piloto boliviano Miguel Quiroga no haya bajado a Bogotá para recargar combustible y asegurar el vuelo.

En contacto con radio ABC Cardinal, el especialista en el sector aeronáutico mencionó que esa escala técnica en la capital colombiana hubiese supuesto un gasto de unos 3.000 dólares. “No creo que pueda superar los 2.500 dólares o los 3.000 dólares una operación de aterrizar en el aeropuerto y recargar combustible”, refirió.

Dentro de la cifra mencionada se incluye el servicio del aeropuerto así como otros costos operacionales, no así la compra del combustible en sí, según especificó. “No creo que sobrepase esa cantidad (US$ 3.000), considerando el aeropuerto de Bogotá, estar en suelo unos 40 minutos y cargar combustible”, insistió.

Aclaró que los costos para operaciones de esta naturaleza se deben incluir en el plan de vuelo, antes del despegue. “Es un análisis que se hace antes del vuelo. Supongamos que por una tormenta u otra cuestión que alteró el vuelo y que al piloto no le va a permitir llegar a destino porque se quedó corto de combustible... En esos casos, el piloto puede solicitar un aterrizaje técnico en cualquier aeropuerto cercano, por más que el plan de vuelo no contemple eso”, explicó.

Respecto a la actitud del piloto de esperar hasta el último momento antes de informar a la torre de control en Medellín sobre su falta de combustible, Aguilar comentó que se trata de una cuestión que se repite en varias compañías. “Yo, con la experiencia que tengo en control de tránsito aéreo, tuve experiencia con diferentes compañías que son un poco reacias –a lo mejor por política de la compañía– a informar sobre la situación real del vuelo”, comentó.

Consideró que las empresas tratan de proteger su “prestigio” a toda costa, inclusive en situaciones extremas. “Está el prestigio de la compañía y todas las consecuencias que puede ocasionar (que un vuelo se declare de emergencia); pero en la aviación debe ser algo normal que se reporte el problema, se solucione y se evite así este tipo de accidentes”, reflexionó.

Recalcó, sin embargo, que una declaración de emegencia en un vuelo supone igualmente consecuencias económicas para la compañía. “Lógicamente, ante una declaración de emergencia, las autoridades locales tienen que disponer una sanción, porque las normas a nivel internacional hablan de que un vuelo tiene que tener combustible para destino, más alternativa”, refirió.

Ejemplificó que “en un plan de vuelo tiene que decir que yo voy a Medellín y que mi alternativa es Bogotá”. “Lógicamente, debo tener combustible suficiente hasta Medellín y mi alternativa, que es Bogotá; si eso no se cumple, se están violando normas”, manifestó.

Finalmente, aclaró que en el caso puntual del siniestrado vuelo de Lamia se debe aguardar aún una investigación y el análisis del contenido de las cajas negras para tener datos más certeros sobre las circunstancias del siniestro. “Pudo haber habido fugas, pudo haber tenido viento en contra, haber tenido que evadir formaciones conflictivas u otros factores hayan llevado (a la aeronave) a consumir más combustible de lo previsto”, agregó.

El avión Avro RJ85, de la compañía boliviana Lamia, salió de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, y se estrelló en la noche del lunes contra el cerro Gordo, a unos 17 kilómetros del aeropuerto internacional José María Córdova, de Medellín. El accidente dejó 71 muertos y seis sobrevivientes con diversas heridas.

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