Existe un país que fulgura tras la política

En nuestro país la política politiquera es un espectáculo patético cuya omnipresencia nos hace pensar que todo está contaminado, y cuya consecuencia la sentimos en el empobrecimiento que trasciende lo económico para ser una pobreza multidimensional. Por ejemplo, se ha empobrecido el pensamiento, esa capacidad que posibilita a la persona proyectarse integralmente.

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¿Cómo enfrentar el deterioro político que lleva al deterioro de todo el país?

19 de agosto. El señor Cartes proclamaba: “El dirigente que no hace tráfico de influencia no es dirigente político”.

9 de setiembre. El director de Aduanas presentó una denuncia por tráfico de influencia contra el senador Martín Arévalo, quien dejó sembradas las huellas de su fechoría en textos de WhatsApp pésimamente escritos, dicho sea de paso.

El tráfico de influencia está tipificado en la Ley 2523, y la pena correspondiente se halla en el artículo 7º de tal ley. Es un delito, pero al mismo tiempo es una práctica típica del político paraguayo.

En el marco de aquella declaración del 19 de agosto, Martín Arévalo es un “dirigente político” cabal y leal a su condición: practica el tráfico; es un influencer político. Y sin embargo, Aduanas lo demanda por tal hecho. ¿Qué es lo que primará acá? ¿Lo político o lo legal?

Este tipo de cosas hace que nuestro país sea escenario de una inagotable canallada protagonizada por bien conocidos señores políticos (y hay señoras políticas, también, en ese menester).

Pero detrás de esta obscena escena de la política que tiene que ver con el poder, hay en el Paraguay gente cuya conducta y cuyas actividades hacen que nos reconciliemos con el optimismo. Gente que hace política de otra manera, de una forma tal que su acción transmite valores y alegría a la sociedad. Porque hacer política es, sustancialmente, obrar en beneficio material y/o espiritual de la comunidad. Este es un concepto que está lejos de las raquíticas entendederas de los partidos políticos y de los políticos en su gran mayoría.

Y ante la promoción y práctica del tráfico de influencia que envilece la política, proclamo la influencia que debiera tener, en mayor grado, gente que me hace sentir bien: Berta Rojas, hoy maestra a tiempo completo en Berklee College, la universidad privada de música más grande del mundo; los chicos de Remango, que nos hacen percibirnos de Primer Mundo; Nadia Czeraniuk, con su feria del libro en Encarnación; Nico García, que triunfa en el cine argentino; Helen Montiel, una niña que ya está en el gran mundo del ajedrez; Maribel Barreto, que a los 85 años acaba de entregarnos un monumental estudio de la literatura paraguaya del siglo XXI; Chiara D’Odorico, nuestra joven pianista; Pablo Burián, cuya marca cultural El Lector cumplió 50 años; los emprendedores jóvenes, las personas que se levantan a las 4 para remar el día. Con ellos y varios más que agreguen ustedes, “fulgura en mis sueños una patria nueva”, como exclama don Carlos Miguel Giménez.

nerifarina@gmail.com

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