Los quince miembros del Consejo votaron unánimemente -algo cada vez menos frecuente- por renovar esta misión política, creada en 2002.
Pese a esta unanimidad, la intervención de los distintos países dejaron ver las discrepancias entre ellos sobre la pertinencia de mantener el aislamiento de los talibanes y su entrada en la misma Organización de Naciones Unidas, pues se da la paradoja de que el asiento de Afganistán en la ONU está aún en manos del gobierno anterior, pese a haber sido depuesto hace tres años.
La representante de Rusia, Anna Evstigneeva, dijo por ejemplo ante el Consejo que el objetivo de la paz a largo plazo en el país "es imposible sin el planteamiento de un enfoque global y realista, en el que el objetivo último será la reintegración internacional de Afganistán".
Para ello, debe llevarse a cabo "un paciente diálogo con las autoridades de facto, incluyendo ahí a la ONU", insistió la diplomática rusa.
Tanto Rusia como China han abogado en las últimas sesiones del Consejo por un acercamiento a los talibanes, proponiendo medidas como el desbloqueo de los fondos afganos en la banca internacional o el levantamiento de sanciones a los jerarcas del régimen talibán, medidas ante las que los países occidentales se han mostrado hasta ahora reticentes.