Yo soy guarania. Memorias de Flores

Más de cincuenta años después de que las escribiera en su exilio en Buenos Aires, han sido publicadas las memorias del compositor paraguayo José Asunción Flores. Los testimonios del músico, sus opiniones sobre sus contemporáneos y otros temas de interés para la reflexión son comentados por el escritor Cristino Bogado en esta reseña.

Memorias. José Asunción Flores. Editores: Alcibíades González Delvalle, Antonio V. Pecci. Fondec, 2023, 218 pp.
Memorias. José Asunción Flores. Editores: Alcibíades González Delvalle, Antonio V. Pecci. Fondec, 2023, 218 pp.

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Memorias. José Asunción Flores. Editores: Alcibíades González Delvalle, Antonio V. Pecci. Fondec, 2023, 218 pp.

Las memorias de José Asunción (nacido Agustín) Flores (1904-1972) tienen fecha de escritura, septiembre de 1970, dos años antes de morir el músico. De las 218 páginas de este libro lujoso, de tapa dura, impreso en papel couché o similar, con fotografías en blanco y negro, las memorias en sentido estricto, muy breves, no ocupan más que 105 páginas, de la 35 a la 140.

Hasta la página 35 tenemos un «A manera de prólogo» de uno de los editores, a la sazón presidente del Ateneo de Cultura José Asunción Flores, y los «Apuntes críticos» del coeditor, también miembro del Ateneo Cultural José Asunción Flores, sin olvidar la página firmada por el ministro de la Secretaría Nacional de Cultura.

Como segunda parte, aparece una recopilación de opiniones de figuras nacionales e internacionales sobre Flores: «Valoración de su obra y personalidad». Opino que es particularmente superflua. No sé qué luz pueden arrojar sobre Flores la opinión de una joven Susy Delgado o de la pintora Blinder. Entre los testimonios de todos los músicos que lo conocieron, considero como aporte nuevo solo el de Francisco Marín (Les Guaranís) cuando cuenta que «en los últimos años comenzó a trabajar en una obra de homenaje al Mariscal López». Entiendo, que desde la lógica del Ateneo Cultural Flores, esta sección cumpla una función política de afirmación tout court sobre la paternidad de la guarania, que en el fondo es el caracú de las floridas memorias.

Hay una tercera parte, que trata de la biografía del músico chacariteño. Biografía que vislumbro incompleta, atravesada de dudas, paradojas, aporías y lagunas. Una paradoja primera: ¿cómo, siendo ahijado del dos veces presidente del Paraguay por el Partido Liberal don Manuel Gondra, se puede mantener aún hoy ese mito del Flores niño de la calle, lustrabotas pynandi? Otra: no se menciona ninguna pareja e hijos porteños. Solo son mencionados su pareja paraguaya, Catalina Bogado (fallecida en 2016 a los 103 años), y sus dos hijos Flores Bogado, que en apariencia no viajaron con él.

Aunque las memorias tengan un origen y una misión bien concretas, conformar un alegato contra los detractores de Flores como padre, madre y partero de la guarania, en lo posible nuestra lectura se mantendrá alejada de una controversia para la cual no portamos los galones ni la autoridad pertinentes.

Más de la mitad de las memorias gira en torno a la reivindicación de su buen nombre mancillado por Leopoldo Ramos Giménez (1891-1988), Néstor Romero Valdovinos (1916-1987), Remberto Giménez (1898-1977), e incluso Dalmacia, al conceder una entrevista a La Tribuna en 1968, etc. Por suerte, queda un porcentaje que dedica a su experiencia chaqueña y, sobre todo, a su amistad y colaboración con el poeta guaireño Manú, que puede contener información importante para los estudiosos del poeta.

Los poetas preferidos de Manuel Ortiz Guerrero (1897-1933), nos cuenta, eran: Darío, Nervo, Manuel Acuña, José Asunción Silva, Santos Chocano, Molinas Rolón, Zorrilla de San Martín y Barrett (al periodista español lo vislumbró una vez en el teatro –¿a los 12 años?–, ocasión en la que fue informado de su enfermedad por sus amigos Natalicio, Justo Pastor Benítez, Pablo Max Insfrán).

Manú era muy puritano, antifarra, antiserenatas, siempre enfermo.

Nunca pasaba la mano.

Por cierto, hay una anécdota llamativa sobre el fin de su biblioteca. Cuando el poeta murió en su casa de Zurucu’a (calle Antequera y Progreso, desde 1936 bautizada con su nombre, Ortiz Guerrero) el 8 de mayo de 1933, el Ministerio de Instrucción Pública ofreció pagar el sepelio. Fue rechazado por los familiares de Manú con el argumento de que el régimen liberal siempre le había hecho sufrir mucho en vida y de que los sucesos del 23 de octubre de 1931, donde fueron masacrados estudiantes, le habían causado una indignación imborrable.

Sí fue aceptada una segunda oferta, la compra de la biblioteca del poeta.

La escena del entierro en la Recoleta fue muy extraña. Se prohibió (no se nos aclara si por iniciativa de la viuda, Dalmacia Sanabria, o del entorno anti-amigos gua’í, como sería ya el propio Flores. Aquí se mezclan y contaminan los tiempos: ¿ya entonces Flores le tenía inquina a Leopoldo, que, recordemos, recién como funcionario estronista, según estas memorias, empezó un acoso de Flores por su afiliación comunista?) todo discurso fúnebre, sobre todo de los amigos de infancia guaireños, Leopoldo y Natalicio González (1897-1966). También estaban Plá, Campos Cervera, el librero de la Imprenta y Librería La Mundial, José María Duarte (abuelo de Hugo Duarte).

Más sobre Manú: el poeta echó de su casa a Leopoldo y lo apodó «jugador de mil cartas». Tuvo muchos amigos músicos antes y después de conocer a Flores: el guitarrista y compositor gua’í Ampelio Villalba (1890-1937), cuya interpretación de la Serenata de Schubert inspiró al poeta a escribir «Schubert en tu piano», el guitarrista caazapeño Carlos Talavera (1899-1953), el violinista y compositor Julián Alarcón (1888-1957), con quien compartía el look de chambergo y capa, Mangoré (1885-1944), Herminio Giménez (1905-1991).

Flores trabajó conjuntamente con Manú en 3 obras inconclusas: las óperas Urutaú y Sueño de Díaz y la danza Paje.

Los tres primeros movimientos de la guarania sinfónica o poema sinfónico Pyhare pyte, que le llevó unos 7 años componer, están dedicados a Manú. Otros homenajeados son: Ñesu, «primer poeta indígena», el Dr. Francia, Carlos Antonio y el Mariscal López. Por último, la primera orquesta de Flores en Bayres se llamó Orquesta Manuel Ortiz Guerrero.

Sin embargo, esta gran amistad no ayuda a Ortiz Guerrero a salir airoso y sin tocar de este ajuste de cuentas con propios y extraños, amigos y rivales, que son las memorias de Flores: «En la Guarania [sic] están los versos de Manú y no que la Guarania [sic] esté en los versos de él». «25 Leopoldos, 70 Dalmacias, 18 Romeros Valdovinos más Manú no dan para componer 6 compases de una Guarania». «Tenía un oído relativo».

De Julio Correa (1890-1953) dice que tampoco hizo nada por la guarania (se entiende, por el contexto, que quiere decir defenderla a capa y espada contra sus detractores).

Sobre Eloy Fariña Núñez (1885-1929) –no sabemos dónde lo habrá conocido, quizás en alguna visita a Asunción, pues cuando Flores se mudó a Bayres, tengo entendido, ya había muerto el poeta humaiteño– declara: «Tocaba el órgano pero nunca pudo hacer anotaciones».

A Arturo Alsina (1897-1984), dramaturgo argentino radicado en el país, en cuya farmacia se reunían para ensayar y a quien dedicó la guarania Arribeño resay, lo condena por el siguiente escrito, donde lo vuelve comparsa de Manú, no cabeza original: «Flores recoge de manos del poeta la armonía salvaje y crea la sublime guarania».

Sobre Dalmacia (190?-21 de abril de 1981) dice: «Doña Dalmacia no es Ortiz Guerrero». Como siempre es invisibilizada, no tenemos siquiera su fecha de nacimiento –solo sabemos, por otras fuentes, la mítica de 1918, cuando se habrían conocido–, aunque aquí al menos no se le niega su condición de viuda de Manú, que otros autores suelen poner más bien en duda, insinuando que solo fue una abnegada amiga de infancia y nunca tuvieron sexo. ¿Este derrotero nos llevaría por el añaretai de considerar que Manú murió sin conocer mujer? Figura borrosa, legendaria, podemos añadir que también se sabe que, tras la muerte de Manú, Dalmacia se casó con un Encina, que otro poeta gua’í, Ramón Haitter, amigo de Manú, se suicidó de amor por ella, según un compuesto anónimo

Nos cuenta Flores que la Banda de Policía no tocaba polca paraguaya ni galopa en su repertorio estándar en los años 20, excepto como señal de cierre al final.

Durante la Guerra del Chaco estuvo en el regimiento 2 de Mayo, atado a su yatagán y un máuser. Eliseo Da Rosa, propietario de El Diario, mandó a Facundo Recalde (1896-1969), el periodista Fa-RE, como corresponsal en busca de Flores, a quien entonces se daba por muerto.

Durante su radicación en Argentina, rechazó la condecoración no del Partido Colorado en sí sino del gobierno de Federico Chaves. Motivo: el asesinato del estudiante Mariano Roque Alonso, cuando la jefatura de Investigaciones estuvo a cargo de Virgilio Cataldi y el jefe de Policía era Epifanio Méndez Fleitas.

Llegó a Buenos Aires el 14 de mayo de 1933, es decir, habían pasado casi 40 años de su salida del Paraguay al momento de redacción de estas memorias.

Su estilo es llano, con, sorprendentemente, muy pocas contaminaciones del guaraní, una escritura desjoparaizada, digamos, que podemos explicar como triunfo –como en tantos casos, como tantas veces– de la urbe porteña sobre cada nuevo exiliado guaraní.

¿De Flores qué nos cuenta Pecci? Nació en el año crucial de 1904, cuando los liberales toman el poder a través de un golpe de estado. Tuvo dos hijos con Catalina Bogado (Olga «India» Flores Bogado y Francisco «Guaraní» Flores Bogado –no se nos cuenta si se mudaron con él a Bayres–), un infarto en 1958, padecía de mal de Chagas («enfermedad de los pobres»), hipertensión, diabetes, cataratas…

Concluyendo, podemos que decir que en esta edición se nos hace necesaria todo el tiempo una contextualización más precisa por la cantidad de nombres y sucesos que se citan y que simplemente se sobreentienden, contextualización salvable con oportunas notas a pie de página o con notas y glosario al final, para que el lector no se pierda o confunda al leer la versión de Flores sobre muchos acontecimientos y personajes importantes de la historia del Paraguay.

No se nos dice quiénes son Desideria, Smerdiakov (alias de Gustavo Sosa Escalada, maestro argentino de guitarra de Mangoré en el Instituto Paraguayo), Mariano Roque Alonso, Leopoldo Ramos Giménez y un largo etcétera…

Sobre Leopoldo, personaje fundamental en estas memorias, donde cumple un papel de perseguidor maligno de la guarania y del comunismo y de Flores, he encontrado datos –que lo pintan más cabalmente que la expresión «renegado del anarquismo», que usa Flores para disminuirlo– en el libro Obreros, utopías y revoluciones (1993), de Milda Rivarola, y he extraído los siguientes:

«Una obra teatral, Tabla de Sangre, del intelectual y dirigente anarquista Leopoldo Ramos Giménez transcribe en 1919 la serie de obligaciones laborales de los mensúes o “mineros” en yerbales de la Compañía Barthe. La “libreta de trabajo” establecía que el peón debía cosechar, como mínimo, unas 6 arrobas diarias de yerba; la apertura de picadas, construcción del rancho y de la barbacoa, etc., debían ser realizadas –libres de pago– por los mismos; los instrumentos de trabajo eran aportados por los obreros y peones; la manutención de éstos en caso de enfermedad no corría a cargo de la empresa; y las faltas laborales –incluida la ausencia sin permiso de los lugares de trabajo– eran punibles por el patrón».

«El primero de mayo de 1915 se funda el Movimiento Prometeo en la capital, que edita un semanario con el mismo nombre, bajo la dirección de Leopoldo Ramos Giménez y la administración de Teodoro Trujillo. Este movimiento, al que se suman artesanos, sastres y carpinteros, estudiantes y un gran número de intelectuales librepensadores –algunos nucleados en el grupo “Juventud Nueva”– orienta sus actividades a la denuncia de “la esclavitud de los yerbales”, la creación de una Liga Paraguaya del Libre Pensamiento y la formación –a través de cursos nocturnos, conferencias, bibliotecas populares– de los trabajadores asuncenos. Algunos de sus adherentes formaban parte del C.F. de la FORP (Federación Obrera Regional del Paraguay) reorganizada dos años antes, y del grupo que va formándose en torno a este semanario –de notable continuidad– saldrán muchos de los principales dirigentes obreros y políticos de las siguientes décadas.

Las clases nocturnas gratuitas (de Geografía, Sociología, Historia Natural, Castellano, Contabilidad, Corte y Confección) fueron impartidas por L. Ramos Giménez, Manuel Ortiz Guerrero, Pablo Alborno, Federico García, Luis Pozzo y otros».

«Varias piezas teatrales –Tabla de Sangre, La inquisición del oro– escenificaban las condiciones de vida de estos trabajadores rurales, y la Industrial Paraguaya respondió a la activa campaña liderada por Ramos Giménez, autor de esas piezas y uno de los principales dirigentes del Movimiento Prometeo, financiando varios atentados criminales –fallidos– contra este dirigente anarquista».

«Una segunda y definitiva reorganización de la federación anarcosindicalista le permitirá mayor continuidad. El domingo 6 de agosto de 1916, delegados de nueve sociedades se reúnen a iniciativa del Comité 19 de Mayo en el local de esta entidad, con el objeto de fundar el Centro Obrero Regional del Paraguay (CORP). Varios intelectuales reunidos en tomo a la revista Prometeo –Ángel I. González, M. Ortiz Guerrero, y L. Ramos Giménez– apoyaban las tareas de este Comité, y el texto del nuevo Pacto Federativo, leído por Ramos Giménez y aprobado en esta asamblea, parece haber sido redactado por este joven intelectual anarquista. Los Considerandos del Pacto hacen –por vez primera– referencia explícita a las condiciones de explotación económica y dominación política vigentes en el país, en una perspectiva ausente de los anteriores documentos fundacionales de la FORP».

«En junio de 1916, L. Ramos Giménez sufre “un tercer atentado” en Asunción; cuando contaba apenas 20 años, un desconocido le dispara a quemarropa».

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