Cuando el perro no obedece: los cinco errores de comunicación más comunes que cometen los dueños

Perro desobediente.Shutterstock

La frustración de los tutores de perros a menudo oculta un malentendido fundamental: la obediencia canina es un arte de comunicación. Entender y ajustar los mensajes emitidos puede transformar la relación, revelando un diálogo en lugar de un monólogo.

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La escena se repite en parques y salones: un tutor llama a su perro una y otra vez, sube el tono, promete premios, y el animal mira hacia otro lado. A menudo se etiqueta al perro como “terco” o “desobediente”, cuando el problema real suele estar en el otro extremo de la correa.

Especialistas en conducta canina coinciden en que la falta de obediencia no es un desafío de “voluntad”, sino de comunicación: qué decimos, cómo lo decimos y cuándo lo decimos.

A continuación, los cinco errores más frecuentes que sabotean la respuesta del perro, y cómo corregirlos.

1. Reglas cambiantes y señales inconsistentes

Un día el sofá está permitido; al siguiente, es territorio prohibido. A veces “abajo” significa bajarse del mueble y otras veces sentarse. La inconsistencia diluye el significado de las señales.

Cachorro.

Para un perro, cada palabra, gesto o rutina es información; si el mensaje varía, el animal deja de apostar por una respuesta concreta.

Cómo corregir: definir reglas estables en casa y un repertorio corto de señales, siempre asociadas a la misma acción. Si varias personas conviven con el perro, acordar los mismos términos y criterios. La coherencia es el mejor atajo hacia la obediencia.

2. Órdenes largas, repetidas y poco claras

“Vení acá ahora mismo, que nos vamos y no tengo todo el día” no es una señal; es un monólogo humano. Los perros aprenden mejor con órdenes breves. Repetir una orden (“vení, vení, vení…”) sin que suceda nada también desgasta su valor: la orden se vuelve ruido de fondo.

Cómo corregir: usar palabras cortas y únicas por conducta (“vení”, “quieto”, “abajo”), decirlas una sola vez y luego ayudar al perro a acertar con guía, correa o señuelo. Si falla, reducir distracciones y dificultad antes de volver a pedirlo.

El nombre del perro sirve para llamar su atención; la orden viene después.

3. Lenguaje corporal que contradice la palabra

Los perros leen el cuerpo con más precisión que la voz. Llamarlos mientras se avanza de frente, con el torso inclinado y mano extendida, puede interpretarse como presión o invitación a mantener la distancia. Del mismo modo, pedir “quieto” mientras el tutor se inclina y mueve los pies genera ambivalencia.

Corgi travieso.

Cómo corregir: al invitar a venir, girar ligeramente el hombro, agacharse y retroceder unos pasos favorece el acercamiento. Para un “quieto”, mantener postura neutra, movimientos lentos y reforzar la inmovilidad. La congruencia entre cuerpo y palabra acelera el aprendizaje.

4. Mal timing del refuerzo y expectativas irreales

El refuerzo que llega tarde refuerza otra cosa. Premiar al perro cinco segundos después de sentarse puede terminar reforzando que se levante. También es habitual pedir ejecuciones difíciles en contextos saturados —un “vení” impecable en medio de otros perros— sin haber construido la conducta en entornos progresivamente más complejos.

Perro de la raza Papillon.

Cómo corregir: marcar con precisión el momento deseado (un “sí” o click ayuda) y entregar el premio de inmediato. Planificar la dificultad: primero en casa, luego con distracciones leves, y así hasta generalizar en la calle.

La regla es que el perro tenga altas probabilidades de acertar antes de pedirlo en “modo examen”.

5. Ignorar las señales del perro y su estado emocional

Un perro que no responde puede estar estresado, asustado, cansado o sobreestimulado.

Bostezos, lamidos de nariz, desviación de la mirada y rigidez corporal son señales de incomodidad. Pedir obediencia en ese estado no solo falla: puede erosionar la confianza.

Cómo corregir: observar y respetar el umbral del perro. Si muestra señales de tensión, aumentar la distancia del estímulo, ofrecer pausas olfativas y retomar el entrenamiento cuando recupere la calma. La comunicación efectiva incluye escuchar lo que el perro “dice” con su cuerpo.

La obediencia no nace del volumen ni de la insistencia, sino de mensajes claros, coherentes y oportunamente reforzados. Cuando los tutores ajustan su comunicación, la “desobediencia” suele desvanecerse y da paso a respuestas confiables.

El cambio empieza por hablar menos, decir mejor y mirar más: tres hábitos simples que convierten la convivencia en un diálogo y no en un pulso.

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