Las incoherencias de la antipolítica paraguaya

«Vale la pena preguntarnos si nuestra posición antipolítica no será, en el fondo, la posición más política que pueda existir», escribe Mario Larroza.

"¿Hemos encontrado la raíz del espíritu antipolítico que tenemos los paraguayos?..."
"¿Hemos encontrado la raíz del espíritu antipolítico que tenemos los paraguayos?..."

Cargando...

Considero que Paraguay es el único país donde la palabra política se reduce exclusivamente a asuntos partidarios y donde la palabra político conlleva, sí o sí, la etiqueta de corrupto.

Y la verdad es que hay muchísimas razones para definirlas de esa manera y para que en Paraguay hablar de política repela, sea donde sea y de la mano de quien sea, y ser activista partidario esté mal visto. Sin embargo, tales definiciones no deberían ser únicas y determinantes. No existe práctica más sana en democracia que pertenecer a una nucleación que se estructure sobre principios, normas y bases ideológicas y cumpla la función de ser instrumento de vocería para la gente. Los partidos políticos son la expresión viva del espíritu democrático en una república.

Una de las curiosidades de Paraguay es el que el ciudadano que quiera hacer carrera política la tiene que hacer en un solo y único espacio: o dentro de un partido político, o en las calles, como ciudadano indignado, nunca en ambos. Pertenecer a los dos espacios sería un sacrilegio para la extraña moral que gobierna el inconsciente colectivo paraguayo.

Pero ¿de dónde viene todo este preámbulo? De haber visto la práctica incoherente que se llevó a cabo contra una legisladora el 14 de febrero del presente año dentro de un territorio que se dice soberano, democrático y con principios republicanos; lo mínimo que esto nos puede generar es preocupación. ¿Puede servirnos este hecho para analizar, en una primera aproximación, lo antipolítico del paraguayo? Puede ser.

Una pista que nunca debe descartarse es la influencia de los medios de comunicación. Y eso a pesar, muchas veces, de sus incoherencias. Por ejemplo, cuando un medio de prensa nacional, perteneciendo a un holding familiar y teniendo metidos los tentáculos en los tres poderes del Estado, sale a decir que cierto grupo de ciudadanos no tiene derecho a participar en protestas públicas porque algunos de ellos han sido candidatos en pasadas elecciones, lo que hace es desinformar, ya que no brinda argumentos que respalden la supuesta incompatibilidad de tales acciones. ¿Lo incoherente? Que dicho medio tenga como propietario a un expresidente de la nación y actual presidente de un partido político.

Otra pista es la incoherencia entre los nombres de las organizaciones políticas y sus prácticas. Los que hoy deciden el rumbo de nuestro país pertenecen a un partido político que se hace llamar Asociación Nacional Republicana (ANR), pero si recorremos su historia veremos que lo único «republicano» que han hecho hasta ahora ha sido imponer una dictadura militar y sostenerla durante 35 años entre torturas y masacres de sus propios ciudadanos. Hoy, dicha nucleación de estirpe «republicana» vuelve a atentar contra los principios constitucionales que rigen al país. Aquí no es necesario entrar en detalles. Sigamos con las incoherencias.

Entre los posibles hechos que alimentan la mirada antipolítica del paraguayo puede estar la falta de oposición como alternativa política real que haga frente a estas incoherencias. La segunda fuerza política, que se declara opositora al oficialismo, no puede considerarse una opción debido a su permanente división y su persistente imposibilidad de decidir qué son o qué necesitan ser para salir del hoyo en el que están sumidos; tal es el problema interno que sufren, que una facción de su nucleación forma actualmente parte del frente republicano que atenta contra la soberanía del pueblo… cuek.

Pero esto no termina aquí, ya que ante ambos frentes se encuentra una minoría que se había organizado detrás de un prototipo de caudillo proveniente del Este del país, que pretendía hacer el cambio a punta de cinto y tongazos. Esta minoría, que pasó a ser denominada «tercera fuerza», tuvo un tropezón: la mitad de sus representantes se pasaron a la carpa del oficialismo.

Con lo mencionado hasta el momento, ya podemos ir escuchando cierta frase muy conocida en la jerga popular paraguaya: enterovetea ningo la misma cosa.

Entonces, ¿podemos decir que hemos encontrado la raíz del espíritu antipolítico que tenemos los paraguayos? No lo creo. Pero vale la pena preguntarnos, en caso de que no se nos haya cruzado ya alguna vez por la cabeza, si nuestra posición antipolítica no será en el fondo la posición más política que pueda existir, e inclusive la más peligrosa. Y puede ser.

Con esto, a veces puede parecer convincente lo que decía Saro Vera sobre nosotros en su libro El paraguayo (un hombre fuera de su mundo), donde sostiene que a los paraguayos nos resulta casi imposible comprender lo que viene envuelto en ideas y abstracciones (o sea, teorizar y discutir los problemas que nos aquejan) y que todo lo tenemos que convertir en objeto de los sentidos (más quilombo, para gua’u entender).

Ahora, ¿cuánto tiempo más seguiremos observando lo que sucede en este pedazo de tierra al que llamamos «república democrática» y tratando de descifrar las antinomias entre el pensamiento de la gente y eso que decimos ser, entre la antipolítica y la república? Si –como creía Saro Vera– no nos importa entender la esencia de las cosas, solo podemos aceptarlas. No hay otra alternativa. Entonces, volvemos a la pregunta: ¿hasta cuándo?

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...