«El nuevo pecado (y he aquí un legado muy importante de la ideología calvinista) es ayudar o dejarse ayudar», reflexiona el psicoanalista Alejandro Pascolini en este artículo sobre los procesos históricos que desembocan en nuestra masificada soledad actual.
1969: El hombre llegó a la Luna con el Apolo 11, y los hippies a Hollywood con Easy Ryder, pero entre el festival de Woodstock y el de Altamont los sueños se volvieron pesadillas y la Familia Manson le dio el tiro de gracia a esa década que sería llamada «prodigiosa». Aquel gurú con ambiciones de rockstar, cara siniestra de la «generación del amor y la paz», Charles Manson, nacido en 1934 de una prostituta adolescente, después de haber vivido en prisión casi medio siglo, acaba de morir esta semana.
Los procesos de utilización de la propia personalidad como espectáculo forman un renovado orden de la apariencia en el cual el sujeto es un signo que se comunica a sí mismo con cualquier pretexto o tema.
Cada día ochenta millones de fotografías personales suben a Instagram (red social de internet donde se pueden poner fotografías y videos, incluso con efectos), que resultan acompañadas con 3.500 millones de “likes” (me gusta), la mayoría de ellos con expresiones como estas: “Yo comiendo”, “Yo con mi mejor amiga”, “Yo saliendo de un nuevo pub”, etc. Es un hecho, con características de fenómeno social, totalmente nuevo, apoyado en las posibilidades que ofrece la comunicación virtual y, según sociólogos especializados, reflejo de una patología narcisista. En muy pocos años ha crecido extraordinariamente el narcisismo en la población mundial.
La semana pasada, un amigo pasó por casa trayendo entre otras cosas la novedad de que Nintendo acababa de anunciar hacía unas horas Switch, su nueva plataforma, con un tráiler de pocos minutos que los allí presentes vimos en ese momento por internet. ¿Se dirigen esas imágenes a los verdaderos gamers? ¿Los reflejan? ¿Qué percepciones o aspiraciones sociales refleja el tráiler de Nintendo Switch que circula en estos días?
Dejando a un lado la feliz coincidencia de que, siendo Paraguay, con un noventa por ciento de católicos en las encuestas, una excepción a la actual caída planetaria de la fe católica, el actual papa sienta un también excepcional afecto precisamente por Paraguay, del «trending topic» del pasado «finde» subrayo: uno, el talento de Bergoglio, su simpatía irresistible, su destreza arrolladora; dos, la unánime falta de lucidez de todos –los jipis y la chetos, los niños y los viejos, los fachos y la zurda, los progre y los conserva–; y tres, la inteligencia, el brillo de este gol vaticano.