“Aquí hay un gran movimiento telúrico solapado” dijo. Además confirmó: “hay un negocio subterráneo protagonizado por las mismas autoridades oficiales, sin que esta situación deje vislumbrar alguna solución a la libertad de estas personas, injustamente retenidas”.
Pero, ¿Dónde radica este problema general que se ha diseminado por las cárceles de la república? ¿Por qué los tribunales atropellan la conciencia, la igualdad, la inocencia y la libertad de las personas? Sin titubeos podemos afirmar que el centro, el núcleo, el meollo del problema es la “justicia paraguaya”, estamento que se ha dedicado a cristalizar lucros y no a impartir justicia, mucho menos, a esclarecer la verdad y abonar la legitimidad. Fiscales, jueces y magistrados, los servidores de Temis, diosa de la justicia, cometen una afrenta contra su inmaculada integridad. Némesis en cambio, está indignado y se encargará de los impíos, donde derramará las terribles “ira de los mansos”.
La justicia como institución, fue montada y sostenida por el Presupuesto General de la Nación, elaborado cada año. La edificación de una infraestructura que administre e implemente verdad y justicia, con poderes otorgados por el pueblo para impartir decencia, ecuanimidad, equidad, rectitud, probidad y austeridad, debería ser intachables, pero es todo lo contrario, impresentable. Valores supremos que hacen al catecismo de la vida y sobre todo al ejercicio de una profesión como la jurisprudencia, son pisoteados, cercenados y triturados hasta su evaporación.
La pobreza extrema de los reos llega al colmo en que no pueden pagar 350.000 guaraníes por un acta, no tienen para hacerlo y tampoco pudieron generarlos por su reclusión infinita. Y como están adentro persecula seculorum, ya nadie se ocupa de ellos, pasan al olvido porque no tienen dinero para “facilitar las cosas”. La situación es esta y se agudiza, muchos hasta piensan en la inmolación (suicidio).
La metodología y su escenario con el convicto, acontece en un estadio lleno de variables donde se explota la psicología, el espíritu y el ánimo del preso, se le somete a una angustia metódica, se lo encamina a una abrumadora desesperación para así colocarlo a merced de los verdugos donde será pasible de chantajes y extorsiones económicas, es el negocio armado de los “muchachis”. Aquí entran a tallar los personajes de la perversidad, ese juego diabólico entre abogados, fiscales, jueces y magistrados para “pelar” a la víctima y dejarlos huérfanos en un estado de inanición completa.
El modus operandi es el siguiente: “la víctima (el apresado, el interno, el desgraciado) llega a la cárcel, aquí lo recibe el secretario de la oficina de judiciales, en nombre del juez le pregunta si tiene abogado, el preso responde que ‘no’, entonces le interroga si tiene inmueble, vehículo o cosas de valor, para ese efecto lo nombran al ‘abogado de reos pobres’ que esta frente a la misma fiscalía, amigo e integrante de la banda quien realiza su ‘trabajito’ en base al libreto preestablecido. El abogado defensor atosiga y se encarga de acelerar el ‘apriete’, es el modo de proceder de la pandilla, así opera todo el esquema armado, con los fiscales y jueces de garantía incluidos”.
¿Y cuál es el resultado de esta tramoya? A la víctima lo dejan adentro hasta tanto transfiera todo lo que tiene, siendo desplumado milimétricamente hasta la última cuchara. Una vez logrado el traspaso de los valores que dispone, la “sociedad delictiva” se olvida del reo, entrando este en la quietud y espera interminable de su liberación que nunca llegará. Una iniquidad total.
Aquellos ajetreos, la gestión y el vaivén de las primeras horas por la “libertad”, se acabaron porque los caudales capturados ya se distribuyeron entre los integrantes de la banda. Y al saqueado nada le quedó, tan siquiera para pagar su acta de libertad y compurgamiento, armándose un laberinto y una cadena viciosa de razones o motivos por el cual nunca el encausado logra salir de la cárcel. De ahí el hacinamiento.
Mes a mes, el preso va sintiendo en su interior el peso karmático de la tortura sicológica. Terribles sesiones de “apriete” para que el sometido ceda y abra su caja, de un soplo desfondada. La depresión es sintomática, los males vienen todos juntos, la desolación, la soledad, el abandono, la indiferencia, la exclusión, el marginamiento, el desierto y una compelida indigencia. Aquel verso de “reinsertar a los internos en la sociedad” es pura falacia, engaño y maquinación.
La moderna inquisición, encuadrada dentro de un marco y una discreción legal y jurídica, está para hacer trizas la libertad, la igualdad y la transparencia porque no reditúan beneficios económicos al poder corporativo. Esta doctrina maquiavélica que fuera depurada y afinada por los propios tratadistas, fue a los efectos de volverla más efectiva y beneficiosa, para favorecer a quienes ostentan el poder jurídico. El sistema está organizado para ese solo fin: recaudar lo máximo posible para el clan.
Desmontar la desgracia o el infortunio de la gente, es una tarea ciclópea, urgente y obligatoria. Por eso la tarea de Paraguayo Cubas es valiosa e inconmensurable. Con sus peculiares armas se inmiscuyó en una cruzada nacional contra la corrupción de los tres poderes del estado, porque el estado corrupto mata al ciudadano todos los días.
La justicia idílica tan valorada en las academias y encumbradas en los laboratorios, está siendo carcomida por la opulencia bastarda de los profesionales del derecho. Pareciera que el hombre común se verá obligado a recurrir a la “Ley del Talión” (ojo por ojo) porque la avaricia y la angurria del sistema enceguecen y destripan a todos por igual.
Como Paraguayo Cubas, grandes revolucionarios, idealistas y ejemplares en materia de lucha y reclamos, fueron presos siendo inocentes, citamos a Espartaco, El Mío Cid, Emiliano Zapata, José Martí, Mahatma Gandhi, Martín Luther King y Nelson Mandela, quienes sufrieron el escarnio de la corruptela oficial organizada. Sin embargo, la podredumbre, la prostitución, la ilegalidad han sucumbido ante los embates de corrientes éticas y moralistas que finalmente terminan por reformar una sociedad y delinear los perfiles de una nación virtuosa.
Por ello, finalmente, para estos menesteres, es justo y necesario que el intelecto recurra a la gran obra de Platón: “La República”, porque en ella se instituye el ordenamiento de una “justicia ideal”, de una “patria sin igual”, aquella que anhelara Carlos Miguel Giménez para todos los paraguayos, la patria soñada.