Expulsión de los jesuitas y transformación paraguaya

Qué pasó con el Paraguay tras la expulsión de los jesuitas, encaramos en esta última parte de la entrevista sostenida con el doctor Ignacio Telesca, autor de "La provincia del Paraguay. Revolución y transformación 1680-1780".

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Se trata del  tercer volumen de la Gran Historia del Paraguay, que aparecerá con el ejemplar de ABC Color este domingo al precio de 20.000 guaraníes.   

Telesca señala que, tras las revueltas comuneras, los siguientes gobernadores de la provincia pusieron mayor empeño en consolidar el dominio sobre el territorio. Se fundó Emboscada con población parda libre y se repartieron tierras, "no a los campesinos, sino a los miembros de la elite, pero con la idea de que la posesión fuese concreta".   

- El territorio creci󅠠 

- No, aún no, durante las revueltas se habían dejado muchas tierras y ese territorio había que volver a consolidarlo. El puesto más norteño era ahora Emboscada, pero estamos todavía al sur del Manduvirá.   
   
-¿Cuándo Paraguay se convirtió en lo que hoy es?   

-Justamente a eso quería llegar, la gran transformación se da con la expulsión de los jesuitas en 1767. El territorio controlado desde Asunción se duplica y también se da un cambio a nivel poblacional.   

-¿Cómo sucedió?   

-Primeramente, al no estar más la Compañía de Jesús, los pueblos de indios antes jesuíticos pasan a ser administrados por personas puestas por el gobernador, y en las tierras que no eran ocupadas por las misiones se van a fundar nuevas poblaciones, como Pilar, en 1779. Antes, ese territorio dependía de los jesuitas, ahora de Asunción. Lo mismo pasará en el norte.   

-¿Pero no había misiones jesuíticas en el norte? ¿O sí?   

-Claro que había, no con guaraníes, pero sí con el pueblo mbaya. Belén era una misión jesuítica fundada en 1760, justo antes de la expulsión, y esto le permitió a la corona española tener a este grupo indígena más controlado. Lo mismo San Joaquín y San Estanislao fueron pueblos jesuíticos con los tobatines que se crearon hacia 1740 y 1750. Imaginemos entonces que estos tres pueblos permitieron a la población tener unos veinte años de calma y la posibilidad de explorar nuevas tierras. Una vez que los jesuitas se fueron, entonces la población se dirigió a estos nuevos destinos. Recordemos que Concepción se funda en 1773, seis años después de la expulsión, y en un paraje muy cercano a Belén.   

-En poco tiempo la provincia creci󅠠 

-En un abrir y cerrar de ojos, se puede decir. Comparar un mapa de 1760 con otro de 1790, y son dos cosas muy diferentes.   
   
-¿Qué pasó con las nuevas tierras?   

-No hubo una reforma agraria, si por ahí va la pregunta; lo que sí hubo es un acaparamiento de tierras por parte de la elite. Este grupo de poderosos, ahora latifundistas, hará de la ganadería su nuevo rubro económico. El latifundio no se inicia tras la Guerra contra la Triple Alianza, sino ya a fines del siglo XVIII.   
   
-¿Y qué pasó a nivel poblacional?   

-Que la mitad de la población de los indígenas de las misiones jesuíticas abandonó sus pueblos…  

-¿Y  regresaron al monte?   

-No, por el contrario, se sumaron al grupo de los campesinos que vivían en los campos, por lo general ajenos. Esto fue un cambio muy grande. Antes de la expulsión vivían 45.000 indígenas en los pueblos jesuíticos, en 1782 ya no vivían más de 25.000. Sin embargo, antes de la expulsión la población de la provincia, sin contar las misiones jesuíticas, era de 40.000 personas, veinte años más tarde era 76.000.   
   
-Se produjo entonces un gran mestizaje.   

-Este es un tema complicado, porque, de hecho, más que mestizaje lo que se produjo fue una guaranización de la sociedad, eran indígenas los que se insertaban entre la población. Pero al mismo tiempo, los censos de la época no los consideraban como indígenas, tampoco como mestizos, sino como españoles.   
   
-¿Cómo es eso?   

-Recordemos lo que decíamos antes, ser indio significaba pagar un tributo, estar encomendado. Como los indígenas de las misiones pagaban su tributo a la corona a través de los jesuitas, al expulsarse a estos nadie podía reclamar por el indígena ido, sostiene finalmente Ignacio Telesca.
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