Nunca hubo un camino, nunca hubo intenciones valederas de mejorar el ambiente de miles de familias que viven hace décadas en el lodazal veteado de basura infernal.
Pobladores del barrio Caacupemí de Asunción han iniciado el retorno a casa, tras el descenso del río que los desplazó por varios meses. Con sus gallinas, chanchos, perros y gatos cubiertos de barro pordiosero están nuevamente en sus casas agrietadas por la humedad, con los vestigios de la permanencia del río omnipresente, para recordarles que en cualquier momento volverá.
Sebastiana Aquino vive hace 23 años en el barrio Caacupemí y fue una de las pocas personas que permaneció en el lugar al subir el río gracias a que su esposo construyó una choza de madera terciada, chapas y plástico en altura, soportada con postes de karanda’y.
“Tuve que vender mis chanchos más grandes y me quedé con los pequeñitos y con mis gallinas, pero las perdí todas porque cuando caían al agua ya no podía recuperarlas y morían. Empezar de cero”, dijo.
Ningún proyecto
Aquino recuerda que hace varios años atrás las autoridades prometieron un camino. “Supuestamente iba a venir el camino, pero nunca se organizó nada. A veces vienen (los de la municipalidad) a arreglar pero si llueve se vuelven a formar barro y pozo de agua estacionada que es imposible pasar”, explicó.
El barrio, que tiene su camino de entrada en la Costanera Norte y culmina en la Escuela de Fe y Alegría Caacupemí y la iglesia, cuenta con servicios de agua y luz, no así alumbrado público. “Lo poco que había se lo robaron después de que se inundó, ahora esto es muy oscuro y más peligroso. Este barrio está en el olvido, porque nunca nadie se preocupó de venir a arreglar o por lo menos hacer un empedrado”, apuntó Sebastiana.